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Godot ya viene

Buena (o mala) parte de la generación que ahora caminamos hacia la cincuentena nos hemos pasado esperando a Godot los últimos 30 años, tantos como hace que se estrenó la obra teatral de Beckett que hizo época. Esperando y desesperando (porque sólo el que espera desespera) el advenimiento del mesías redentor y creyendo reconocer a ese señor que se retrasa tanto en múltiples encarnaciones posibles en personas o cosas.Primero -allá por la década de los años cincuenta- lo buscamos con candil por Saint Germain des Prés. Nos dejamos crecer la incipiente barba epigonal y la pipa existencial, nos pusimos el jersei de cuello cisne negro nos sentamos en la terraza del Aux Deux Magots y, Sísifos rebeldes en huelga de pedrusco caído, quedamos a la espera de la liquidación por derribo del muro absurdo que rodeaba nuestro ser de nauseabunda nada, mientras nos hacíamos la fáustica pregunta: ¿Qué hacemos en este sitio / llena de estupor el alma?

VIadimiro: ¿Qué hacemos aquí? ( ... ) Tenemos la suerte de saberlo. Sí, en medio de esta inmensa confusión, una sola cosa está clara: esperamos que venga Godot.

Estragón: Es verdad.

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Aquello era en los cincuenta. En los sesenta dejamos de esperar sentados a la sombra de un sauce llorón y nos hicimos comunistas (camusnistas, mejor dicho) para ponernos a la altura de las circunstancias y contribuir un poco al sacrosanto advenimiento.

Fueron 10 años que conmocionaron al mundo y que parecían anunciar al comienzo la buena nueva redentora. Vietnam, Cuba, las luchas de liberación, las guerrillas latinoamericanas, la eclosión cultural en la batalla de las ideas, la pugna entre modelos de sociedad, la rebelión intelectual y estudiantil alternativas frente a la sociedad capitalista y la revolución traicionada... A más pequeña escala aquí fueron los años del resurgir del movimiento obrero e intelectual contra la dictadura reblandecida. Pero además del enfrentamiento fratricida chinosoviético, hacia el final de la década, como cerrando los portillos a la esperanza, se produjeron en cascada la muerte del che Guevara, los aplastamientos del Mayo francés y de la Primavera de Praga, los procesos de Burgos y 1001. Nuestro gozo, en un pozo. (Pozzo: ¡Socorro!). Pero nos aguantamos. A la fuerza ahorcan.

VIadimiro: Mañana nos ahorcaremos. A no ser que venga Godot.

Estragón: ¿Y si viene?

VIadimiro: Estaremos salvados.

En vista de lo cual, en los setenta nos encerramos en nuestra pequeña parcela patria a cultivar el huerto donde debía germinar la democracia económica y social avanzada.

Luego pasó lo que pasó: que fue la guadaña de la Parca la que segó la cizaña y que aquí todo cambió para que no cambiase nada, por la vía lampedusiana. Godot no llegaba.

Vino el desencanto y nos refugiamos en lecturas horacianas para acabar en brazos nuevamente de Cioran, en medio de tanta podredumbre (despegados de todo fin, nos destruimos lentamente, toda vez que el futuro ha dejado de ofrecernos una razón de ser). Y empezamos a volver la cabeza hacia el pasado buscándanos la sombra, a riesgo de entrar en el futuro tropezando. Y hasta esa sombra nos pesaba.

VIadimiro: ¿Y si nos airrepintiéramos?

Estragón: ¿De qué, ... 9

VIadimiro: Pues... No hace falta entrar en detalles.

Estragón: ¿De haber nacido?

Y así abordamos los ochenta renqueando, aunque apoyándonos en las muletas de la frivolidad (otra vez Cioran: esa búsqueda privilegada de lo superficial, alejándonos de los abismos sin fondo que no conducen a ningún lugar) y del escepticismo, como posturas de supervivencia personal en el naufragio generacional. En plena crisis de modelos nos aferrarnos al sálvese quien pueda y a la filosofía del tullido del carrito desbocado en Lourdes: "¡Virgencita, que me quede como estaba!". Lucky, el irredento, que siguiera cargando su maleta llena de arena y arrastrándose tras su patrón con la soga al cuello.

Y en esto llegó el 28-0. Se acabó la diversión. Llegaron los 10 millones de votantes y mandaron cambiar. Los desencantados y desmovilizados nos reencantamos y removilizamos. Godot iba a venir al fin. Está a la vuelta de la esquina.

VIadimiro: Di: "Estoy contento".

Estragón: Estoy contento.

VIadimiro: "Yo también.

Estragón: Yo también.

VIadimiro: Estamos contentos.

Estragón: Estamos contentos. ¿Y qué hacemos ahora que estamos contentos ?

Vladimiro,: Esperamos a Godot.

Estragón: Es verdad.

(Silencio.)

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