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Obscenidades

A pocos ciudadanos se les oculta que la dimisión del director de Política Exterior para Latinoamérica tiene la significación de un sacrificio dirigido a reparar un pecado. (Un pecado obsceno, tal como el de Carlos Tena.) El dimitido asume la responsabilidad de la coincidencia entre varios párrafos del discurso real y un artículo de Felipe González, entrega su cabeza y ofrece el cargo que ostenta contra el cargo que sobre él pesa.¿Negligencia profesional, error político? Puede ser. Pero la imputación radical que gravita sobre esa dirección general es del orden de la obscenidad, "de lo que ofende a la vergüenza".

Nadie aspira a que las altas magistraturas redacten sus propios discursos. Nadie ignora que existen oficinas y sueldos para ello. Todo esto se puede decir y divulgar. Lo inconsentible es que se muestre. Y que se muestre, además, a partes, como una vocalista que enseña media pierna o una película porno que obsesivamente se fija en unas zonas. El argumento de la pornografía son los fragmentos, enseñar las partes. De ahí la insoportable connotación a la que conduce el texto del discurso, o mejor, las partes repetidas que en él se enseñan. Pornografía política.

Pero todo este país y el mundo entero son ya una una creciente producción de variadas pornografías. Los ropajes ideológicos, las cortezas institucionales se desgarran día a día como túnicas que asoman las partes pudendas. Jueces aliados con el delito, vigilantes del contrabando sumados al contrabando, antagonistas políticos firmando líneas comunes, socialistas pacifistas bendiciendo a la OTAN, desvergonzadas pujas sobre el FACA, escabrosos entendimientos sindicales, carnosos agujeros negros de Rumasa, palpitantes compraventas de vidas. Aun lo más íntimo acaba siendo exhibido y subastado. Pornografía mundial. El planeta está desnudo de doctrinas y hacinado de misiles erectos a pleno sol. Un poder tumescente exhibe toda su fuerza desnuda y sustituye así su credibilidad por la obscenidad. La fantasía de la fe por el atestado de su pornografía. Otra época, eso es todo. Y ni siquiera existen vestiduras para rasgarse.

Un anacronismo, realmente, que el director general se haya cortado la cabeza.

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