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España replantea sus relaciones con Guinea Ecuatorial

Lo que España no hizo en Guinea Ecuatorial

Al producirse el llamado golpe de la libertad, del 3 de agosto de 1979, la situación de Guinea Ecuatorial era caótica. Las torpezas, equívocos y desafueros de la época de Macías (1969-1979) habían dilapidado la herencia económica de la colonia que, en el momento de la descolonización, en 1968, tenía una renta per cápita situada entre las tres más altas de la región (270 dólares, frente a los 60 de hoy).Paulatinamente, retrocediendo a una economía de trueque, las infraestructuras desaparecen por falta de mantenimiento, el microEstado de 350.000 habitantes va a caer en la esfera de influencia soviética, para quien constituye una importante base estratégica en el mismo eje del golfo de Guinea, frente a los nuevos países que surgen de la descolonización francesa e inglesa y a los campos petrolíferos de Nigeria, Camerún y Gabón.

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Al producirse la petición formal de ayuda, al Gobierno español, por el nuevo presidente, Teodoro Obiang, en agosto de 1979, la reacción del gabinete Suárez es inmediata y se ponen en marcha una serie de misiones oficiales, se firman numerosos acuerdos y se arbitran medidas a través de créditos FAD, líneas del Banco Exterior y ayudas presupuestarias, a razón, estas últimas, de más de 1.000 millones de pesetas anuales.

Hay dos etapas en la cooperación española con Guinea Ecuatorial: una de máximo esfuerzo y realizaciones, aunque no siempre con las personas más competentes a su cargo, que va desde agosto de 1979, hasta marzo de 1981, y otra desde esa fecha hasta ahora. En la primera, la decisión se sitúa en la propia Presidencia del Gobierno; en la segunda, ya durante la etapa Calvo Sotelo, en el Ministerio de Asuntos Exteriores con la creación de la Oficina de Cooperación con Guinea. En esta última, el fallo en la designación de las personas adecuadas también es casi generalizado y, sobre todo, no cuenta con el interés y conocimiento de la Presidencia del Gobierno.

No todos los males de España, en Guinea son achacables, por tanto, a los ecuatoguineanos. Por ejemplo, hoy existe coincidencia de criterios en que España nunca debió perder su presencia militar en el país. Sin embargo, se desestimó la petición de esa presencia que Obiang hizo al enviado de Suárez, Carlos Robles Piquer, a los pocos días del golpe contra Macías. La negativa fue aprovechada inmediatamente por el rey Hassan de Marruecos, que necesitaba el voto guineano en la OUA para la cuestión del Sáhara, para enviar 200 miembros de su cuerpo de seguridad. para proteger a Obiang (hoy cerca de 600).

Calvo Sotelo enviaría posteriormente al General José Sáenz de Santamaría para convencer a Obiang de que debía formar un equipo de Grupos Especiales Operativos (GEO), entrenados en España, con tropas nativas, y así poder prescindir de los marroquíes. Obiang no aceptó, entre otras razones porque se fiaba menos de su gente. España siguió sin enviar un contingente de fuerzas propias, al que ni Obiang ni Hassan hubieran puesto reparos. Otra de las cosas que nunca hizo España, y que ahora harán los franceses, es otorgar una convertibilidad en pesetas al ekuele guineario, perdiendo las garantías inversoras y el incentivo para los empresarios españoles y extranjeros.

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