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Reportaje:

México sí servirá a la multinacional del Mundial

El 25 de octubre del pasado año, en un discurso de 99 palabras, el presidente de Colombia, Belisario Betancur, anunció oficialmente la renuncia de su país a organizar el próximo Campeonato Mundial de Fútbol, cuya celebración está prevista para 1986. "Aquí en el país", dijo Betancur, "tenemos muchas cosas que hacer y no hay tiempo para atender las extravagancias de la FIFA y sus socios". Colombia se convertía así en el primer país en la historia de los Mundiales de fútbol que declinaba una oferta de sede, que le había sido concedida en 1974, cuando Havelange fue elegido presidente de la FIFA. "El Mundial", llegó a decir Betancur, "debía servir a Colombia, y no Colombia a la multinacional del Mundial".

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A partir de aquel momento se reanudaba la carrera. Estados Unidos, Brasil y Canadá se habían estado preparando en la sombra, sabiendo que Colombia no podría atender el temible cuaderno de cargos. La carrera, de todos modos, no tenía color. Brasil iba en Ferrari y los demás en carreta. El Mundial debía disputarse en América, por riguroso turno. Brasil, pese a la traición de O Rei Pelé, alto ejecutivo de la Warner Brothers y máximo protector del soccer estadounidense, sacaba decenas de cuerpos a sus oponentes. Pero allí estaba el brasileño Joáo Havelange para impedirlo. El máximo mandatario de la FIFA juró que "si Giulite Coutinho sale reelegido, el próximo 15 de enero, presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, Brasil no albergará el Mundial-86". Aquel día, Coutinho aplastó en las urnas a su rival, Rubans Hoffmeister, presidente de la federación de Porto Alegre e íntimo amigo de Havelange.El no de Brasil

Dos meses después, el 10 de marzo, se producía el segundo abandono importante en la carrera hacia el Mundial. Pese a los grandes esfuerzos del equipo Coutinho, el Gobierno brasileño, que preside Joáo Figueiredo, se negaba a respaldar la organización del campeonato. El aval de los gobiernos es uno de los requisitos exigidos por la FIFA en el cuaderno para aspirar a la organización de la Copa. Figueiredo, al igual que Betancur, había tomado la decisión después de analizar un amplio estudio económico sobre la viabilidad de organizar el torneo con beneficios. Ese mismo día faltaban únicamente 24 horas para que se cerrara el plazo de presentación de candidaturas en Zurich-, Miguel de la Madrid, presidente de México, Ronald Reagan, presidente estadounidense, y Pierre Trudeau, primer ministro canadiense, concedían el apoyo a sus federaciones.

Havelange, que en el mes de octubre había viajado a México en avión privado -se asegura que el aparato es propiedad de la cadena mexicana de televisión privada Televisa-, se quitaba de encima el rival más importante. Canadá no tenía posibilidad alguna; su fútbol, asociado al soccer estadounidense, no tiene credibilidad frente a la FIFA. Para que México resultara vencedor había que desmitificar a Estados Unidos. A partir de ese momento y con el apoyo del alemán federal Hermann Neuberger, reelegido presidente del Comité Organizador del Mundial el 23 de marzo, Havelange empezó a destrozar la candidatura norteamericana: "Estados Unidos no está preparado para albergar la fase final del próximo Mundial, por lo que México no tiene rival", dijo el 3 de mayo en Río de Janeiro. "Los céspedes de sus estadios no son buenos para el fútbol, y se da el caso curioso de que en uno de ellos los vestuarios están a un kilómetro de distancia".

La campaña de Havelange contó con ayudas importantes. El peruano Teófilo Salinas, presidente de la Confederación Suramericana de Fútbol, "difícilmente la presión de Estados Unidos hará variar la casi acordada decisión de que México organice el Mundial-86. Estados Unidos tiene estadios muy hermosos, de gran capacidad, pero ninguno dedicado al fútbol, todos son de béisbol o fútbol americano". Incluso O Rei, en un desliz que le fue recordado por sus jefes de Nueva York, declaraba, el 1 de abril en Río, que "como brasileño, la elección de México como sede me llena de satisfacción porque, entre otras cosas, fue allí donde Brasil conquistó su tricampeonato mundial". "De todos modos", dijo Edson Arantes do Nascimiento en un intento de arreglarlo, "Estados Unidos también merecía esta oportunidad, ya que tiene una infraestructura sofisticada, capaz de patrocinar un evento de esta importancia". La idea lanzada a finales de octubre por Giulite Coutinho en el sentido de que "la Copa en los EE UU sería prácticamente un show para la televisión" ha sido hábilmente utilizada por los que apoyaron a México "porque el fútbol, sin pasión en las gradas, pierde muchos enteros".

A mediados de marzo, el prestigioso diario deportivo francés L'Equipe especuló con la posibilidad de que el Mundial-86 se celebrara en Italia, y no en América, como correspondía. Una semana después, el 23 de marzo, Joseph Blatter, secretario general de la FIFA, se vio en la necesidad de desmentir la información del diario francés, calificándola de "especulación sin fundamento". Blatter y la FIFA creyeron oportuna esta aclaración porque portavoces oficiales de las federaciones de Italia, Inglaterra y la República Federal de Alemania habían declarado que sus federaciones estaban dispuestas y capacitadas para preparar el Mundial "en caso de que EE UU, Canadá y México no pudieran acometer todas las exigencias que la FIFA expresa en su cuaderno de cargos". La declaración del secretario general zanjó el problema y los ojos del mundo entero empezaron a fijarse en México, un país endeudado.

Los millones de EE UU

La impotencia de Colombia y Brasil, el descarte de Canadá y el favoritismo hacia México, dejaban en solitario a Estados Unidos, que, de la mano Henry Kissinger, se había despertado demasiado tarde. La fórmula norteamericana no tenía otro secreto que el dólar. Como dijo el ex secretario de Estado, "si es necesario haremos crecer la hierba en un mes". Así de sencillo, así de americano. El pasado miércoles, Gene Edwards, presidente de la Federación Estadounidense de Fútbol, se presentó ante la FIFA con un informe en el que se garantiza al máximo organismo futbolístico un beneficio neto de 10 millones de dólares (137 millones de pesetas), es decir, 4 millones de dólares (548 millones de pesetas) más que el beneficio que le produjo el Mundial de España a la FIFA.

Puestos a dar cifras y a deslumbrar, los norte americanos -que aseguraron que el campeonato se disputaría bajo las directrices de la FIFA y no de un Comité Organizador de los EE UU- garantizaron un mínimo de 4.5 millones de dólares (6.165 millones de pesetas) por venta de entradas y un máximo de 65 millones de dólares (8.905 millones de pesetas), con un precio para los partidos inaugural y final de 55 dólares (7.535 pesetas) para la localidad más cara. Los norte americanos, además, aseguran que se ingresarán 500 millones de dólares (68.500 millones de pesetas) por derechos de televisión, calculándose un coste de 20.000 dólares (2.740.000 de pesetas) por la producción de la transmisión de cada uno de los 52 partidos. Todo este despliegue de cifras, cartas, planos y fotografías ha servido para que la FIFA se comprometa a colocar a EE UU en el primer puesto de la lista de candidatos para el Mundial de 1994.

El triunfo de México -tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de Dios, como afirma el dicho mexicano- ha sido bien acogido por la industria norteamericana, seriamente interesada en que México supere su crisis. Todo el mundo es consciente de que las multinacionales estadounidenses tendrán mucho que ver con la obra mexicana, que deberá acometerse en tan sólo tres años.

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