_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La deuda exterior española

Juan Ignacio Crespo

En las páginas que habitualmente dedica a los temas económicos un matutino y conservador diario madrileño se ha publicado recientemente un artículo sin firma que, con la pretensión de informar sobre el estado de nuestra deuda exterior y de la negociación por el Gobierno de un supuesto crédito, constituye una sarta de despropósitos.El artículo gira en torno a cuatro afirmaciones:

1. Por el volumen de deuda exterior (cercano a los 30.000 millones de dólares) ya contraida y por las perspectivas que ofrece, la economía española tiene "prácticamente agotada su capacidad de endeudamiento exterior".

2. La situación es tan grave que el "Gobierno ha encargado a la Banca Rockefeller la gestión internacional de un crédito de 2.000 millones de dólares".

3. "De realizarse este crédito, el Gobierno dispondría de la posibilidad de evitar que se llegue a la crítica situación de una renegociación de nuestra deuda exterior, a la que ya se ha visto abocada Portugal".

4. Como contrapartida por la concesión de ese crédito, "habría de rectificarse más severamente la política económica española (...) para merecer la confianza de aquellos a quienes se recurre".

Si, según Néstor Roqueplan, la mala fe es el alma de la discusión, no cabe duda de que nos encontramos ante un gran polemista, siempre en el benevolente supuesto de que no haya sido la ignorancia la inspiradora de este cúmulo de disparates. Intentaremos en este nuevo artículo darles respuesta con una dosis menor de una y otra.

La deuda exterior de España se situaba a finales de 1982 en 28.772 millones de dólares, de los cuales eran deuda pública y privada el 45% y el 55%, respectivamente. La deuda pública incluye la deuda directa del Estado, que ascendía en esa fecha a 2.963 millones, siendo el resto, hasta 12.841 millones, la deuda correspondiente a distintas entidades: Renfe, ICO, INI, corporaciones locales y otros organismos públicos. La deuda de las empresas privadas, por su parte, incluye 1.895 millones de deuda avalada por el Estado.

Este endeudamiento, siendo como es bastante elevado, no es, ni mucho menos, alarmante, no sólo porque en términos absolutos nos coloca por debajo de ocho países, tres de ellos industrializados, en la clasificación mundial de países según el volumen de su deuda externa (ver cuadro 1), sino porque representa respecto a nuestro PIB una proporción considerablemente más baja que la de otros países europeos considerados solventes en los mercados financieros internacionales.

Un porcentaje muy favorable

En efecto, según puede apreciarse en el cuadro número 2, el porcentaje de nuestra deuda externa respecto al PIB puede compararse muy favorablemente con el de los cuatro primeros países, e incluso con el de Suecia, ya que en la obtención del dato correspondiente a este país no se ha tenido en cuenta la deuda de las empresas estatales ni la de las corporaciones locales (con lo que la deuda se elevaría al 22% del PNB). La deuda de estos países, según puede apreciarse en el cuadro 2, está calificada, salvo en los casos de Dinamarca e Irlanda, como triple A, que es la calificación que las agencias norteamericanas especializadas en evaluar el riesgo de que una deuda sea amortizada sin problemas asignan a los prestatarios con máxima solvencia, o, citándolas textualmente, a aquellos "cuya capacidad de pago de los intereses y de amortización del principal es extremadamente fuerte".

Junto a la deuda exterior de una economía en términos absolutos y a la proporción que representa respecto al PIB, hay otras características que permiten calibrar la capacidad del país endeudado para hacer frente a sus obligaciones financieras: la estructura de vencimientos de la deuda, la proporción que el servicio anual de la deuda representa respecto a las exportaciones de bienes y servicios, etcétera.

En el caso de la deuda exterior de España, el calendario de pagos por amortizaciones está construido de forma que entre 1983 y 1989 se irá amortizando la deuda contratada hasta el momento según un promedio anual del 12,53%, correspondiendo el máximo a 1987, con un 15,1%, y el mínimo a 1988, con un 8,5%, y quedando pendiente de amortización para después de 1989 el 12,3% restante. En consecuencia, la prácticamente inexistente deuda a corto plazo y una distribución bastante uniforme de los pagos durante los próximos años conjuran con creces el peligro de un posible colapso provocado por el excesivo volumen de amortiza ciones en un año determinado que coincidiera con una coyuntura desfavorable (tal ha sido el caso reciente de Venezuela, con un exceso de deuda a corto plazo cuyo vencimiento ha coincidido con el descenso en los precios del petróleo).

Por lo que se refiere a la relación entre el servicio de la deuda exterior y los ingresos por exportaciones de bienes y servicios, el cuadro 3 nos muestra cómo la situación de España, sin ser excelente, tampoco es de las peores entre los países europeos.

A la vista de estos datos y del nivel de reservas a finales de 1982, 11.530 millones de dólares, puede afirmarse que la situación de la deuda exterior española no es por ahora preocupante, y que sólo en una coyuntura económica excepcionalmente desfavorable, como podría ser que el precio del barril de petróleo se colocara por encima de los 40 dólares, al tiempo que los tipos de interés de la divisa norteamericana alcanzaran de nuevo el 20%-22%, podría empezar, a plantear dificultades la gestión de la misma.

La Banca Rockefeller no existe

Particularmente llamativa resulta en el artículo que comentamos la información de que el Gobiemo está negociando un crédito de 2.000 millones de dólares con la Banca Rockefeller. Además de que, y según puntualizaba otro diario madrileño el pasado 27 de abril, no existe un organismo financiero de tal nombre, es difícil encajar que el Gobierno esté negociando un crédito por esta cantidad cuando, de acuerdo con las declaraciones del ministro de Economía y Hacienda, el programa de endeudamiento del Tesoro en el exterior será, para 1983, de 1.100 millones de dólares, de los que habría que deducir los 200 millones de la emisión de bonos a tipo de interés flotante (floating rates notes) que el Reino de España realizó en el mes de febrero. Si además se tiene en cuenta que, según las revistas internacionales especializadas, el Reino acudirá al mercado de bonos en marcos, está negociando dos créditos en yens y probablemente decida realizar una emisión de bonos en el mercado interior británico (como lo demuestra la presencia en nuestro país, a mediados de abril, de un grupo de representantes de los inversores institucionales británicos, a invitación de nuestras autoridades económicas), no quedarían más que unos 500 o 600 millones de dólares de los 1.100 presupuestados, y ésa es precisamente la cifra que viene manejándose en la Prensa últimamente como la correspondiente al crédito jumbo que el Estado español realizará próximamente en el euromercado. Precisamente la negociación de este eurocrédito demuestra la falsedad de afirmar que la economía española tiene "prácticamente agotada su capacidad de endeudamiento". Según la revista financiera internacional Agefi, se está negociando sobre la base de unos márgenes sobre el libor de 1/2-5/8%, y sobre el prime norteamericano de 0,20-0,25%, es decir, más caros que los obtenidos en el jumbo de 1982. Esto se explica por un endeudamiento general de las condiciones de crédito (Suecia y Dinamarca, entre otros, han pagado también este año margenes superiores a los del último año), producto, a su vez, de la crisis de pagos por la que han pasado en los últimos nueve meses numerosos países subdesarrollados. Para mayor abundancia, la sindicación de un crédito de 200 millones para el INI en los meses de febrero y marzo constituyó un verdadero, éxito.

Así las cosas, nuestro inefable doctor e ignorado articulista nos coloca ante la difícil situación de un cambio de política económica que, al dictado de la Banca Rockefeller, nos evite el bochornoso espectáculo, ya protagonizado recientemente por Portugal, de tener que renegociar nuestra deuda.

Pues bien, contra mentira, información:

1. Portugal no ha renegociado recientemente su deuda exterior y sí está en estos momentos captando 300 millones de dólares a través de un sindicato bancario. Únicamente se ha comentado en el primer trimestre de este año que el Banco de Portugal estaba pasando por una falta de liquidez, debida, no a la escasez de reservas, cifradas en 10.900 millones de dólares, sino a que mantiene una elevada proporción de las mismas en oro.

2. La supuesta Banca Rockefeller no es probable que se atreviera a sugerir, y menos de forma tan directa como se plantea en el artículo, un cambio en las directrices de la política económica del ministro Boyer. Ésa es una tarea normalmente encomendada al Fondo Monetario Internacional (FMI), que recientemente expresaba su opinión favorable a las mismas.

En fin, la intencionalidad con la que se escribió el artículo que acabamos de comentar nos es desconocida. Sin embargo, es bien cierto el daño que tal rosario de insensateces podría haber infligido al crédito del Reino de España en los mercados exteriores, de no ser porque los bancos que tradicionalmedte mantienen relaciones con el Reino conocen algo mejor cuál es la situación real de su economía. Por no hablar del desasosiego que provocan entre sus lectores, sólo comparable al de la reciente publicación en sus páginas de obscenas canciones, eso sí, puestas en boca ajena.

Juan Ignacio Crespo Carrillo es estadístico facultativo en el Instituto Nacional de Estadística y está especializado en temas de financiación exterior.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_