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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La hora de la decisión

LA CONFERENCIA sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE), que se está prolongando en Madrid desde hace casi dos años, está llegando al momento de la verdad. Y en condiciones mejores de lo que cabía suponer durante largos meses de confrontaciones propagandísticas que parecían conducir a un fracaso inevitable. Hoy, las cosas ya no están así; existe una posibilidad concreta de que la conferencia tenga una conclusión positiva. Ello se debe, en primer lugar, al proyecto de declaración final sometido por el grupo de los países neutrales y no alineados, a saber, Austria, Chipre, Finlandia, Liechtenstein, San Marino, Suecia, Suiza y Yugoslavia (ver EL PAIS de 20 de marzo de 1983).Recordemos que la primera reacción de la Unión Soviética fue decir que ese proyecto era excesivamente "occidental" y que, por tanto, jamás podría aceptarlo. La delegación de EE UU volvió de uno de sus viajes a Washington con una posición al menos tan negativa como la de los soviéticos. La demostración evidente de cierto progreso de la conferencia se refleja en los cambios que han sufrido esas actitudes iniciales de los dos supergrandes: la URSS acepta ahora el documento tal como está; EE UU acepta el documento si se incluyen en él cuatro enmiendas; estas actitudes se hallan respaldadas por los grupos respectivos de países occidentales y orientales; en cuanto a los neutrales y no alineados, no hacen cuestión cerrada del texto que han elaborado; están dispuestos a aceptar mejoras o enmiendas al mismo.

Todo depende, pues, de las cuatro enmiendas occidentales. El examen concreto de los papeles que están hoy en debate lleva a una primera conclusión: lo que ya ha sido aceptado por las dos partes, es decir, el proyecto de neutrales y no alineados del 15 de marzo, en su conjunto, es de por sí mucho más importante que los cuatro puntos de las enmiendas occidentales. No hay comparación posible.

En realidad, el proyecto que está sirviendo de base para las discusiones finales representa un progreso apreciable con respecto al documento inicial de Helsinki de 1975; y no digamos si lo relacionamos con el fracaso de la conferencia de Belgrado en 1978. La parte sobre el terrorismo, particularmente importante por razones obvias para nuestro país, contiene compromisos concretos de todos los Estados europeos de suma importancia. Los apartados sobre respeto de los derechos humanos reconocen las graves violaciones cometidas y dan pasos adelante en aspectos fundamentales, como el de las libertades sindicales y otros.

Lo que sin duda tiene mayor trascendencia es el hecho de que se establece un programa de futuras actividades de los Estados participantes; entre otras, una reunión especial en Canadá sobre derechos humanos. Y, sobre todo, se convoca en Estocolmo este mismo año una conferencia especial sobre medidas creadoras de confianza y sobre desarme: esa reunión de Estocolmo permitiría por primera vez una discusión sobre seguridad militar y desarme no encasillada por los dos bloques militares. En Ginebra hablan las superpotencias. En las negociaciones de Viena sobre armamentos clásicos participa un mayor número de países, pero lo hacen en nombre de los dos bloques militares. En Estocolmo hablarían de esos temas los Estados europeos como tales. Y con la participación también de los neutrales y no alineados. Es introducir una nueva dinámica en el problema tan angustioso del desarme. Con razón ha dicho el ministro francés Cheysson, durante su reciente estancia en Madrid, que ello permitiría que no hablasen sólo los americanos y los soviéticos de algo que a todos nos interesa.

Si se comparan con el conjunto de lo contenido en el proyecto que ya ahora podría aprobarse, ¿merecen las cuatro enmiendas occidentales ser planteadas en términos de todo o nada? No parece sensato; y el embajador Pan de Saraluce, cuando habla por televisión, debería preocuparse más por defender una posición española encaminada a lograr un resultado final positivo y menos por aparecer como portavoz de las posiciones norteamericanas, aceptadas por las otras delegaciones occidentales. Si hay un mínimo de buena voluntad, es difícil imaginar que no se pueda llegar a una solución concertada sobre los cuatro puntos de dichas enmiendas.

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