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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Maravillas de la economía española

En el fondo, la solución estable del caso económico español pasa por reasignar el gasto total del consumo importador a la inversión exportadora. Como el consumo privado tiene más propensión a importar que el público, y la inversión privada más a exportar que la pública, la primera reasignación consistiría en reducir el consumo privado vía contención decostes laborales (aumentando productividad, etcétera) y aumentar la inversión privada volcando hacia ella todos los instrumentos posibles y por haber. Cuadrar ese círculo será dificil, por lo que, si las cosas no se remedian, el Gobierno tendrá que recurrir, como ya lo hizo el entonces vicepresidente Fuentes Quintana, a una estabilización en toda regla de ese desafiante retablo español de las maravillas económicas.Cambiar, pensar, exportar. La primera maravilla es la resistencia al cambio de trabajo (comprensible), de localidad (respetable), de métodos (arriesgado), de la sociedad española proteinizada. Cerrar un horno alto, sanear una empresa o hacer trabajar a la gente, que son cosas normales en EE UU, está costando sudores a Gobierno y empresarios. Que esa resistencia exista es normal, dada nuestra tradicional moral burocrática, tan alejada de la moral competitiva. Pero que cada vez haya me nos voces por la movilidad y más por los derechos adquiridos es señal de envejecimiento prematuro de esta sociedad antes de haber sido adulta. El caso yugoslavo que conozco bien, es relevante en este sentido: al cabo de décadas de corporativismo, Yugoslavia tiene exceso de capacidad en industria, puertos, ferrocarriles, refino (cada república quiso tener los suyos) Y su inflación y de sempleo son los más altos de la OCDE.

La segunda maravilla es la manera española de tomar decisiones. En esto se ha pasado del desprendimiento irresponsable de los sesenta a la cicatería paralizante de los ochenta. Gastos de menos de un millón de pesetas requieren a veces una decisión de consejo; gastos de varios mi les de millones también, sólo que nadie se siente responsable de ellos y se acaban despilfarrando los recursos. Como resultado, la inversión total de 1983 será como la de 1972/1973, lo que constituye un monumento a la falta de imaginación en época de tantas necesidades, mutaciones y oportunidades. Una generción después de que los métodos de optimización, incluyendo los coste-beneficio y coste-eficacia, se extendieran formalmente en el mundo anglosajón, las más de las inversiones españolas públicas y privadas se deciden, como en tiempos heroicos, a capón, o no se deciden por miedo. Y tampoco es eso, caramba. Cierto es que la turbulencia del entorno hace las decisiones más difíciles, pero también lo son para otros países donde los ejecutivos saben cuándo decir no y cuándo decir sí, opciones. éstas que a veces cuesta meses clarificar en España en interminables ejercicios de futilidad donde se enmarañan juicios de valor, una visión equivocada del mundo y miedo de los decisores a perder su puesto si se mueven de la silla.

La tercera maravilla es la pasividad exportadora. España pierde, sin rechistar, mercados de bienes de equipo, material ferroviario, aceite de oliva, calzado, conservas de pescado, todos por diversos motivos que van desde la falta de asistencia. técnica que facilite y ampare nuestra pene tración exterior, hasta la reacción tardía e insuficiente al impacto negativo del síndrome tóxico, incluyendo las ya tradicionales de falta de financiación pública y saber hacer privado para exportar competitivamente. Va a suceder como con Franco, que creía que el extranjero era un país donde hablaban diferente y encima nos tenían rabia. He visto mercados reducidos en varios miles de millones de pesetas sin que los afectados fueran capaces de arriesgar, por una sola vez, una milésima de las pérdidas recurrentes en estudiar y aminorar la reducción de exportaciones. En consecuencia, la relación exportación de mercancías/PIB es en España la más baja de la OCDE, junto con Portugal y Grecia. La exportación de servicios, por donde España debería comenzar, es desconocida para casi todos; no cuenta con financiación privilegiada y, hasta hace muy poco, ni siquiera tenía partida arancelaria. Como la desgravación a la exportación se tasa en kilogramos, yo tendría que fotocopiar mil veces mis informes de consultoría al Banco Mundial para que la Administración espa ñola me reconozca la exportación.

Cosas sin gracia

La cuarta maravilla es la incapacidad para crear empresas; rara vez confluyen las ideas y los medios. Por parte del sector público, las SODIS del INI han conseguido poco, atenazadas entre la falta de iniciativas y las restricciones políticas; las autonomías prescinden ahora de las SODIS, como demuestra la promotora SOPREA de la Junta de Andalucía y los movimientos similares de las autonomías de Canarias, Murcia, Asturias, País Valenciano y Galicia. Por parte privada, no hay en toda España más que una sociedad de capital-riesgo participada por bancos y cajas, con más capital que riesgos. (¿De qué tejido empresarial piensan vivir los bancos dentros de 10 años?, ¿de los pagarés del Tesoro, como ahora?). Parece que el INI querría potenciar la creación de empresas; como para crearlas hay que asumir un cierto riesgo inicial de promoción más allá de las posibilidades de los minúsculos promotores españoles, serán empresas norteamericanas las que, con apoyo, acabarán trabajando para el INI. Esta cuestión, al menos, tiene fácil solución:. los promotores españoles deben emigrar a EE UU para poder acceder, arropados, a la promoción de empresas españolas.

Todas esas maravillas, aunque no lógicas, son normales en un país que todavía no ha gozado, como el resto del mundo, de la competencia, y lleva un retraso cultural que nos permite ir descubriendo las cosas unos 20 años después que los demás. La historia reciente del Reino Unido es relevante en este sentido. El Gobierno laborista de Atlee (1945195 1) quiso reconstruir su país devastado por la segunda guerra mundial con cargo al Estado, y casi lo consiguió. Wilson llegó al poder, en 1964, con una campaña fascinante que hablaba de cambio y revolución tecnológica para hacer de la británica una sociedad de primera clase; recomiendo la lectura de sus discursos, recogidos en libro de bolsillo.

La realidad británica, sin embargo, estaba clara en un informe que el profesor Richard Caves, de Harvard, hizo, en 1968, para la Cámara de Comercio de EE UU: baja productividad y competitividad de la industria, tendencia inflacionista, política de stop and go, alternando parones estabilizadores con alegrías reflacionarias.

Unos 15 años más tarde, el hacha del Gabinete Thatcher dio al traste con muchos espejismos, alimentados durante tres décadas. El brain drain alivió en el exterior el desempleo profesional, el laboralismo se desmoronó en la demagogia, y los británicos se dan ahora con un canto en los dientes, con un desempleo de solamente 13% y una inflación del 5,5%. Los estudiosos, incluido el profesor Caves, en 1980, confirman la decadencia: Demasiados pocos productores, Los problemas económicos de Gran Bretaña, Desindustrialización, etcétera.

No estoy abogando por una política económica conservadora para España, sino justo la contraria, que prime la creatividad y apoye la iniciativa. No me resigno a que este país congele aquí su bienestar social, tan distinto y distante en todo del de Gran Bretaña. Pero todo ocurre como si estuviésemos repitiendo esa historia británica, esta vez como farsa, en un gran retablo que cada vez hace menos gracia en el mundo.

Luis Marco Bordeta es presidente de Secofisa y asesor del Banco Mundial.

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