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La ultraderecha de Suráfrica consigue apoyo en las urnas para frenar la apertura racial

Soledad Gallego-Díaz

La reforma constitucional prevista por el Gobierno de Suráfrica, que pretende otorgar limitados poderes políticos a las minorías asiática y mestiza, puede verse en peligro como consecuencia de la derrota electoral sufrida esta semana por el Partido Nacional, en el poder, frente al Partido Conservador, ultraderechista.

El Partido Nacional ha perdido el escaño de Waterberg, que ha sido suyo durante décadas, a manos de Andries P. Treurnitcht, líder del Partido Conservador, que es contrario a la reforma constitucional. En otra de las tres circunscripciones que se renovaban, uno de los principales miembros del Gobierno, Fanie Botha, ha conseguido retener su escaño, a duras penas, frente al candidato ultraderechista. Ambos escaños pertenecen a la región del, Transvaal, una de las zonas agrícolas de mayor tradición surafricana.Fanie Botha ha reconocido que el resultado de las elecciones demuestra la profunda división en que se encuentra el país (mejor dicho, los 4,5 millones de blancos que disfrutan en exclusiva del poder político) frente a las reformas previstas por su partido. Las elecciones parciales no están ligadas directamente a la reforma de la Constitución, pero habían sido consideradas por Gobierno y oposición como una prueba del ánimo con el que los surafricanos encaran los proyectos del Gabinete.

Treurnicht, conocido también como Doctor NO, por su continua oposición a cualquier reforma o dulcificación del sistema de apartheid sobre el que se basa el régimen surafricano, centró su campaña electoral en la "supremacía absoluta del poder blanco" y en el confinamiento de asiáticos (900.000 personas) y mestizos (2,5 millones) en homelands, al igual que ya están 20 millones de negros (70%, de la población).

Según Treurnicht, las reformas anunciadas por el Partido Nacional abrirían el camino para la participación de los negros en el poder político y debilitarían el régimen surafricano, como sucedió en la vecina Rodesia, hoy Zimbabue.

El resultado de las elecciones parciales no pone en peligro la estabilidad del Gobierno del primer ministro Peter Botha, quien dispone de una amplia mayoría en el Parlamento, pero introduce un elemento de incertidumbre sobre el porvenir de sus planes. Algunos observadores estiman que Peter Botha puede, al menos, reducir el ritmo con el que pensaba llevar a cabo la reforma de la Constitución.

La victoria relativa del Partido Conservador resulta preocupante para una fuerza como el Partido Nacional, que no había perdido un escaño a manos de la ultraderecha desde hace más de 35 años. A su izquierda se encuentra el Partido Federal Progresista, partidario de la progresiva integración racial, que no supone, por el momento, ningún peligro para el primer ministro.

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