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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La nueva izquierda latinoamericana / y 2

Una nueva izquierda, consciente de la situación social y política de los países latinoamericanos, una izquierda nacional y pujante, está apareciendo en América Latina. Sus características, sus problemas y sus objetivos son el tema de este artículo.

Más de cinco décadas han transcurrido desde que las masas y su signo izquierdizante aparecieron en América Latina. A pesar de ellas, y probablemente porque sus organizaciones políticas se esterilizaron en la devoción ortodoxa al provincialismo ideológico o porque otras cayeron en la trampa de la conciliación y amibigüedad centrista, poco es lo que ha avanzado el continente en sus afanes por la liberación y la democracia.Los indicadores de bienestar social y progreso colectivo señalan con claridad meridiana que las condiciones más elementales de una vida digna no existen para las grandes mayorías; entre el 30% y el 40% de los latinoamericanos viven en situación de extrema pobreza, la riqueza se concentra en un lujoso 10% de la población; servicios básicos como la alimentación, la salud o la educación son todavía privilegios de minorias; bajo el eufemismo de categorías laborales inexistentes en el análisis económico científico se ocultan más del 50% de desocupados de la población económicamente activa; las urbes concentran masas de satendidas y el campo es ajeno a toda noción de progreso, siendo el campesino la clase social más pobre y explotada. En adición, nuestras economías están volcadas y son dependientes de circuitos ex temos que se llevan la mejor tajada. Aun los países bien dotados de recursos naturales y mejor equipa dos para el despegue: Argentina, Brasil, México o Venezuela sufren los efectos de la crisis estructural sobreviniente del modelo capita lista impuesto y del subdesarrollo. La libertad, ese valor que hace de la persona un ser en la plena posesión y realización de sus potencialidades, es todavía una aspiración y una situación colectiva por conquistar en este continente llamado de la esperanza. ¿Y la democracia? Ésa es también otra carencia, porque no podemos confundir un sistema basado en la libertad, la justicia y la participación popular con los interregnos constitucionales, aunque al menos, éstos tengan en su favor el dar origen a Gobiernos surgidos de la voluntad popular. Pero vivimos en sustancia la carencia de la democracia, porque ella no es posible cuando aún no se ha completado el perfil de integración e identidad nacional, cuando los regímenes, inclusive aquellos que se reclaman de un parentesco social demócrata, o de raigambre populista, no son capaces de romper con la dominación interna y la dependencia externa, cuando los contenidos socioeconómicos y culturales de la democracia son inexistentes y cuando por sobre todas las cosas prima un Estado en esencia represivo, discriminador y negado a la participación abierta del pueblo.

En este estado de cosas, la modernización capitalista, a medias alcanzada en algunos países del continente, no sólo no ha logrado crear y distribuir riqueza, sino que tampoco ha podido propiciar regímenes proclives al ejercicio de los derechos políticos y la estable vigencia de la democracia. Es en este contexto en el que la lucha popular adquiere especiales dimensiones en América Latina, siendo sus principales direcciones la liberación y la democracia. En efecto, podrá variar el tamaño de los países, su importancia relativa y sus tradiciones, pero sea en, Argentina y Chile, al sur de América, lo mismo que en El Salvador y Nicaragua, en el centro del continente, la movilización popular es por libertad y democracia, como pilares de un futuro colectivo digno.

Pero, ¿qué es lo que enmarca y da contenido y dirección política a la lucha popular en vísperas del siglo XXI? Por historia, por caractenzación socioeconómica, por patrones culturales y religiosos, así como por las peculiaridades inherentes a procesos de naciones en formación, los pueblos latinoamericanos despiertan a una conciencia política de cambio social y democratización del poder y de las relaciones sociales, que tiende hoy a definirse por, su autonomía conceptual, de proyectó y de métodos para la acción política. La solución marxista-leninista, implantada en los países del socialismo real, valiosa en lo que ella tiene de progreso social y de atención a las necesidades básicas, es ajena a las complejidades, historia y requerimientos de los pueblos de América Latina. Buena prueba de ello es la pequeñez de los partidos que se reclaman de tal signo, su orfandad de masas, su rigidez ideológica y la consiguiente tendencia a la fragmentación y su casi nula vocación de poder el términos reales. Pero tampoco son solución las opciones socialdemócratas europeas, dada la total inexistencia de condiciones objetivas y de capacidad instalada que la dinámica socioeconómica y política de tales regímenes demanda. ¿No son acaso algunos Gobiernos latinoamericanos que se ufanan- de socialdemocratismo, prueba de inopia y de incapacidad para crear y distribuir riqueza?

Lecciones del pasado

Así, fruto de las lecciones aprendidas del pasado, del análisis atento de aquellas frustraciones y fracasos que se arrastran desde tiempo atrás y paralelamente del esfuerzo para comprender mejor la realidad histórico-social, ha surgido en la última década la nueva izquierda latinoamericana. No es ella ajena a los orígenes heroicos de los años veinte y treinta, pero tiene de innovador el incorporar esas luchas al complejo proceso de la liberación y la busca de la identidad nacional; no se define necesariamente marxista-leninista como inexorable pila bautismal, pero asume de Marx la validez de su interpretación sobre el capitalismo, su llamado universal al proletariado y su utopía de un socialismo realizador de la democracia. Reconoce los aportes y las experiencias de las luchas mundiales por el socialismo, pero no pretende su trasposición mecánica, sino su reelectura creadora a la luz de las especificidades nacionales. Valora la importancia de los aportes teóricos, pero releva por sobre todas las cosas el testimonio de las luchas y los héroes populares, reconociendo en la memoria colectiva del pueblo el mejor ejemplo de dignidad y de afirmación por la libertad, la solidaridad y la igualdad.

Esta nueva izquierda se proclama, por tanto, de un socialismo nacional, porque su esfuerzo por conquistar el socialismo está impregnado de originalidad y destinado a dar concreción a la identidad y la realización histórica de la nación, tan oprimida y tan impedida de afirmar su definición, por la doble trama de la dominación interna y la sujeción al imperialismo.

Sea en Chile o en México, en Perú como en Brasil o Bolivia, ese socialismo nacional aflora a través de organizaciones políticas jóvenes y dotadas para un futuro pleno de responsabilidades. No están solas en su empeño; las acompaña el ejemplo actual y luminoso de los pueblos centroamericanos que luchan por su liberación nacional. Y vienen de siempre, las voces de Bolívar y Martí; de Mariátegui y Sandino, para recordar a esta pujante nueva izquierda latinoamericana que la libertad, y también vale para el socialismo, es siempre lucha y creación heroica del pueblo.

Enrique Bernales secretario general del Partido Socialista Revolucionario de Perú y senador en el Parlamento peruano.

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