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Crisis económica y estabilidad en Yugoslavia, tres años después de la desaparición de Tito

Yugoslavia conmemora su tercer año sin Tito, lejos de las explosiones de patetismo y duelo de aquel 8 de mayo de 1980, en el que quien había dirigido el país durante cuatro decenios era enterrado en tumba modesta ante la plana mayor de los líderes del mundo.

El nombre de Tito sigue a salvo de críticas públicas en este trienio de dificultades económicas. Cuando Tito moría, un dólar valía 20 dinares yugoslavos. Ahora, la divisa norteamericana se cotiza oficialmente a 82, según un cambio real fijado por el Fondo Monetario Internacional y los principales fiadores de Yugoslavia, que no deja espacio para el mercado negro.Es la figura de Edvard Kardelj, el hombre que le di o contornos teóricos a la idea inicial de la autogestión, la que menos ha resistido al paso del tiempo.

Proliferan, sin nombrarlo, las críticas directas contra un tipo de autogestión descentralizada a ultranza, tal y como Kardelj la determinó. Se avecina una reforma económica que intentará barrer el irracionalismo, el egoísmo de plaza chica y el caos.

Pese a la continua caída del nivel de vida, debido a medidas restrictivas destinadas a liberar dinero para el pago de una acuciante deuda exterior, ni Yugoslavia se ha desintegrado ni tampoco ha sido invadida por la Unión Soviética, como auguraban dos de los tópicos más frecuentes en vísperas de la muerte de Tito.

Albaneses y croatas

Dos factores principales siguen amenazando la estabilidad interna del sistema. Por una parte, los nacionalistas albaneses de la región yugoslava de Kosovo, y por la otras, la oposición de sectores nacionalistas de Croacia, sobre todo católicos. Fuentes fidedignas afirman que la diplomacia vaticana y la yugoslava han preferido postergar la visita que el papa Juan Pablo II hubiera deseado hacer a Croacia, acogiéndose a una invitación que obra en poder de la curia desde que Tito visitara el Vaticano, a rincipios de los años setenta.

Tampoco deben despreciarse las críticas de los sectores intelectuales de Serbia, Eslovenia y Croacia, últimamente muy distanciados del partido, a los que gustaría ver formulada una crítica contra el culto a la personalidad de los últimos años de Tito. Los sectores oficiales prefieren calificarlo como "entusiasmo popular" ante el carisma del hombre que se enfrentó a Stalin.

Las relaciones con la Unión Soviética se han asentado a raíz de! la muerte de Josip Broz Tito, sin que hasta entonces fueran malas. Pero sus sucesores han adoptado una política más discreta y de menor protagonismo, con ausencia de polémicas anteriores.

Parecen haberse dado cuenta de la falta del prestigio de un Tito capaz de volver a encerrar en su lamparilla a los duendes de la discordia.

Las relaciones Moscú-Belgrado son buenas en todos los campos y brillantes en lo económico. A pesar de los recelos de Reagan respecto al no alineamiento, Washington no ha dado un viraje en su política de buenas relaciones con Belgrado.

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