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Reportaje:

Ferrater Mora pide cautela ante los experimentos genéticos

Milagros Pérez Oliva

Con una conferencia sobre Ética medioambiental, supuestos filosóficos, el profesor Josep Ferrater Mora inició el viernes el seminario que organiza la Obra Social de La Caixa sobre uno de los temas más polémicos de los últimos tiempos, la relación entre los modernos descubrimientos biogenéticos y los valores éticos: la bioética. Los experimentos médicos y biogenéticos más recientes han puesto de manifiesto que el hombre puede ser manipulado en aquello que hasta ahora se consideraba inviolable: su formación genética, su mente. Meditar sobre las consecuencias de estos experimentos produce un cierto vértigo. En palabras de Rahner: "El hombre descubre que es manipulable. Se aproxima una nueva era, radicalmente nueva, nueva en todas las dimensiones".Entre la inseminación artificial y la manipulación genética hay un largo trecho, pero tienen en común un elemento decisivo: cuestionan, por un lado, algunos de los valores morales sobre los que se ha sustentado durante siglos la llamada civilización occidental, y plantean serios problemas éticos de cara al futuro. En cuanto al primero de los efectos, el profesor Ferrater Mora es escueto: "Los descubrimientos biogenéticos, en la medida en que cuestionan ciertos valores éticos, afectan, sobre todo, al grupo de las morales tradicionales, pero a la larga no tendrán más remedio que adaptarse a ellos. Podrán rechazarlos momentáneamente, pero acabarán integrándolos, aunque sea muchos años después".

Los hijos de los sabios

Más enjundia tiene, sin embargo, el problema ético que se plantea ante las posibilidades de manipulación de la vida del hombre que ofrecen estos descubrimientos. La actitud del profesor Ferrater Mora ante este problema es de prudencia, en el sentido que Aristóteles dio a este término: "Hemos de ser extraordinariamente cautelosos ante los nuevos descubrimientos científicos. De ningún modo debemos negarlos, pues el conocimiento del mundo más importante del que disponemos es el científico. Pero ello no quiere decir que hayamos de cerrar los ojos ante sus posibles consecuencias. La reflexión de carácter ético debe tener en cuenta, por ejemplo, las aportaciones del conocimiento genético, pero no debe olvidar que puede tener consecuencias éticamente inaceptables, como la manipulación genética. Hemos de buscar el punto de armonía entre la ciencia y la ética", concluye el profesor Ferrater.El límite a la utilización de estos conocimientos de biogenética se sitúa exactamente, según el profesor, allí donde comienza a perjudicar a la especie humana. Algunos de los experimentos realizados recientemente a bombo y platillo, como, por ejemplo, las inseminaciones con esperma del denominado banco de sabios, son peligrosos, según el profesor Ferrater. "Es la idea de Frankenstein avivada por la imaginación periodística con la colaboración de algunos de los denominados sabios, a los que no me explico cómo pudieron darles el Premio Nobel. Como todo el mundo sabe, hay trillones de posibles combinaciones genéticas. Sostener que la inseminación del esperma de un sabio puede engendrar un ser superdotado, habla muy poco a favor de ellos".

Josep Ferrater recurre a una cita para reforzar su rotunda descalificación: "Explica Bernard Shaw, con su habitual sentido del humor, que cierta señora muy atractiva se dirigió un día a un afamado intelectual muy, poco agraciado fisicamente con la siguiente proposición: 'Debería usted darme un hijo, porque, con mi belleza y su inteligencia, podríamos engendrar una una persona maravillosa', a lo que el intelectual respondió: 'Imagine usted, querida señora, que la criatura que nace tiene su inteligencia, y mi físico'". Para el profesor Ferrater, estos experimentos son cuestionables desde el punto de vista científico, y serían cuestionables si alguien intentara imponerlos contra la voluntad de la persona que ha de someterse a ellos.

El miedo al Tercer Mundo

Tal posibilidad no es tan remota como a primera vista podría parecer. En los últimos años han surgido en Europa voces alarmístas que, con tono apocalíptico a veces, con sesudos informes demográficos otras, insisten machaconamente en que Occidente está a punto de perecer ante el Tercer Mundo. Aducen que el índice de natalidad está bajando peligrosamente en Europa y Estados Unidos, mientras se mantiene un elevado crecimiento demográfico en el Tercer Mundo, lo que podría provocar una situación semejante a la de la caída del Imperio Romano, cuando Roma fue incapaz de sostener, a pesar de las severas leyes natalistas que ya ensayó Augusto, el predominio del centro sobre la periferia del imperio."Efectivamente", dice el profesor Ferrater, "podría llegar el día en que se utilizasen los conocimiento biogenéticos para manipular la vida de los hombres. Vuelvo a Aristáteles para reivindicar en este caso una norma filosófica: la sabiduría práctica. Si se plantea un problema entre el centro y la periferia del mundo, hay que buscar un compromiso para resolverlo sin atentar contra el derecho a sí mismo que todos los hombres tienen. Ha de ser un compromiso de naturaleza práctica: en este caso, mejorar as condiciones económicas y sociales del Tercer Mundo, porque está demostrado que éste es el más eficaz de los métodos para contener la natalidad. Y como es deseable que la población mundial no se doble varias veces en las próximas décadas, la única solución es que el Tercer Mundo salga del subdesarrollo, y para ello no basta con ayudarle económicamente".

Se han de establecer, en opinión del profesor Ferrater, ciertas normas que protejan el derecho que todo individuo tiene a vivir y a tener una cierta calidad de vida. "Cualquier intento de impedir, por ejemplo, la procreación de personas con índices de inteligencia que se considerasen bajos, como a veces se ha especulado, es un planteamiento nazi. Seguramente no podremos impedir que ciertos grupos traten de instrumentalizar las aportaciones de la ciencia. Por eso la sociedad debe establecer límites precisos frente a estos grupos".

Pero, ¿cómo se pueden establecer estos límites?. "En una sociedad, los grupos humanos actúan para defender aquello que estiman. Actúan, en primer lugar, los grupos económicos y políticos. No podemos esperar que estos grupos cambien su actitud generosamente, ante problemas como los de la degradación del medio ambiente, por ejemplo. En este caso, se trata de hacerles entender que de su actitud depende también su propia supervivencia En cuanto a las posibilidades de fijar esos límites, hay tres posibles formas de hacerlo: establecer un nuevo grupo de poder que los imponga; movilizar grandes masas de gente en toda la tierra, para que el poder no pueda actuar arbitrariamente, y, finalmente, aprovechar al máximo la influencia social que tienen ciertas personas como científicos, escritores o artistas".

Como en la época bizantina

Sin embargo, ¿cómo se puede crear por ejemplo una ética ecológica universal si la mayoría de los niños de hoy conocen con todo detalle las diferentes marcas de coches, con sus correspondientes modelos, y son, en cambio, incapaces de distinguir un pino de un roble? Sólo los medios de comunicación, según el profesor Ferrater, están en condiciones, por su audiencia masiva, de crear una conciencia ecológica o un valor ético de carácter universal.Sin embargo, antes de que nadie se pudiera plantear la utilización de la genética para modificar el curso de la vida, los grupos de poder a que se refiere el profesor Ferrater han intentado, con resultados nada despreciables, utilizar estos medios para conformar la opinión pública. "Bueno", apostilla el profesor, "en una democracia, los medios de comunicación han de ser pluralistas. Si no hay democracia y no son pluralistas, la gente tiene todo el derecho a rebelarse. Y si no lo hace, realmente no habrá más remedio que decir aquello de 'qué le vamos a hacer'".

Pero el filósofo catalán se declara relativamente optimista y confía en la capacidad de reflexión del hombre, a pesar de que éstos son tiempos de grandes cambios. No vacila cuando se le pregunta, a qué otro momento histórico se parece el actual: "A la época bizantina. Entonces había prácticamente las mismas actitudes: había futuristas, estoicos, cínicos..." Precisamente ahora se edita de nuevo su obra Las crisis humanas, en la que analiza profundamente aquella agitada época. Una época que acabó muy mal, parece. "Sí, acabó mal desde cierto punto de vista. Pero la humanidad ha avanzado mucho desde entonces y no debió de terminar tan mal cuando ahora estamos aquí, hablando de todo esto".

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