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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La crisis del modelo sindical español

Contradicciones internas en unas organizaciones sindicales que funcionan a dos niveles -en la negociación marco y en las empresas- y necesidad de independencia, que debe comenzar con una financiación al margen del Estado, son dos elementos de la crisis sindical española, según el autor de este texto. Y el primer dato de esta crisis es la diferencia real entre la afiliación escasísima y el apoyo mayoritario a las centrales.

El sindicalismo en España no puede estar por más tiempo en la indigencia, con las cifras de afiliación real más bajas de Europa. En una nación en la que si algo ha quedado demostrado históricamente es que existe un apoyo a los sindicatos, masivo, incluso frente a los partidos de la izquierda histórica, comparativamente con aquéllos.Dos defectos de origen afectan al sindicalismo español de los setenta y ochenta: la organización, que excluye sectores importantes de la estructura de producción en España, y, en segundo término, la nula capacidad de independencia financiera, tanto de CC OO como de UGT, que los hace, dependientes, ora de organizaciones internacionales, ora del Gobierno español.

La primera falla del sistema sindical -la organización ajustada a modelos ideologizados y nada pragmáticos- ha derivado en un sindicalismo mal burocratizado, precisamente cuando los defensores de la ortodoxia sindical hístórica pretenden demostrar que su modelo tiene todavía algo que ver con la concepción del sindicato como instrumento revolucionario que acompañaría en el proceso -como si de dos ruedas de un mismo eje se tratara- al partido obrero. Concepción ésta que permanece, se diga lo que se diga, en las mentes directivas de los dos sindicatos españoles.

Comités deempresa

Efectivamente, ellos saben de la imposibilidad fáctica de este modelo, pero también dan los pasos para adaptarse a las necesidades actuales de los productores españoles. Así, el sindicato está formado, ahora mismo, por unas cabezas negociadoras de acuerdos-marco o convenios sectoriales y de empresa, que conocen bien la reconversión sectorial, por su larga experiencia negociadora con el Gobierno de UCD, primero, y con el socialismo, después.

En las empresas, son los comités -formados por personas de UGT y de CC OO- los que hacen el sindicalismo en la base.

Entre la espontánea actividad de los dirigentes de empresa y las cabezas negociadoras (sin ninguna carga peyorativa en el concepto) apenas median unos servicios jurídicos, más voluntaristas que otra cosa, y dirigentes de los que no han saltado a la esfera política.

El sindicalismo español se encuentra así desarmado, porque los funcionarios intermedios -el cuerpo del sindicato- no tienen preparación profesional suficiente, salarios dignos y cualificación para enfrentar sus conocimientos a las patronales, que cada día adquieren, mayor experiencia y, van perdiéndole el respeto a los "temidos" sindicatos.

Además de, la crisis interna descrita, de identidad, de objetivos y de organización, hay que llamar la atención sobre los grandes sectores marginados por el sindicalismo. Técnicos y profesionales están fuera del sindicalismo, y no se estructura para ellos una oferta atractiva. Igual sucede con esos miles de trabajadores de pequeñas empresas que se ven impedidos de participar en las elecciones sindicales, y cuya ausencia deja en entredicho hasta cierto punto aquellos de los sindicatos mayoritarios, cuando se hace referencia a UGT y CC OO.

La independencia sindical

En cuanto a la financiación, elemental si se quiere consolidar en España un poder sindical con peso, no puede hacerse a costa del Estado. Las asociaciones de vecinos, los sindicatos, las asociaciones recreativas, ecologistas, de ayuda a marginados o sencillamente los clubes de ocio o deportivos son todos ellos mecanismos imprescindibles para la consolidación de la democracia moderna y el encuadramiento ciudadano.

Pero... ¿hasta cuándo puede soportar una Administración pública la sangría de las ayudas para este tipo de instituciones de carácter evidentemente privado?

Naturalmente, la patronal no emprende una campaña relativa mente convincente en estos momentos porque no interesa a sus objetivos. Sería fácil la denuncia de unos sindicatos que se pretenden independientes y que reciben dinero de todos los españoles, sin distinción de ideología e intereses. Pero la patronal prefiere esta peculiar situación, manteniendo así débiles y ciertamente pacificados a estos instrumentos del progreso de los trabajadores.

La búsqueda, pues, de una fórmula de independencia financiera a partir de los propios trabajadores es otra propuesta que deben reflexionar nuestras organizaciones sindicales.

Existen alternativas que pueden sacarnos de cierto respeto ancestral y escasamente científico hacia modelos sindicales obsoletos. Sería deseable adaptar la existencia de miles de pequeñas empresas al sindicalismo de ahora, igual que habrá que dar alternativa a los profesionales y técnicos, valorando su influencia en el proceso productivo. Y finalmente, buscar fórmulas de financiación.

Respecto a las pequeñas empresas, agrupadas o mediante la obtención de una lógica representatividad con arreglo, al número de trabajadores, aunque sean menos de siete por empresa, deberían tener opción a opinar y organizarse en torno a sus problemas inmediatos.

La temida organización gremial, renegando de una vez del inadecuado modelo de los metalúrgicos alemanes para España, debería adoptarse para mitigar e incluso neutralizar el crecimiento de los sindicatos amarillos en sectores como los médicos, los ingenieros, los cuadros, los pilotos, etcétera. Estos trabajadores tienen problemática especialísima y conciencia de cuerpo -como los funcionarios mismos- y no van a renunciar a esta característica porque se les boicotee desde las organizaciones UGT o CC OO.

La financiación

Finalmente, el espinoso tema de la financiación debe evitar -desde ahora- pasar a la dependencia del Estado. Una fórmula imaginativa, que promueven sindicalistas no sospechosos de amarillismo, sería la de cobrar a todos los trabajadores que voluntariamente se sientan vinculados a un convenio colectivo y quieran beneficiarse de sus mejoras. Un porcentaje a cargo del convenio negociado es razonable y fomenta la solidaridad entre los productores.

El importante volumen de ingresos por este concepto va a facilitar que el sindicato de turno pueda hacerse con buenos técnicos en cuestiones laborales y aumentar sus prestaciones a los trabajadores, al modo como se hace en la casi totalidad de las naciones de Europa.

Eso sí, el Estado puede aportar una serie de facilidades para la implantación de las centrales obreras y su desarrollo, pero nunca ser su principal fuente de ingresos. Gratuidad en las telecomunicaciones, envíos postales, acceso a los medios de comunicación, publicidad gratuita, campañas de afiliación, programas sobre temas laborales en los medios de comunicación de titularidad pública, etcétera.

Ricardo Martín es miembro de la ejecutiva de UGT-Información de Madrid.

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