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Tribuna
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Soares, una voluntad férrea al servicio de una pasión: la política

A los 58 años, Mario Soares, el secretario general del Partido Socialista portugués (PS), emprende la tercera y tal vez más dificil etapa de su carrera política. Soares es un político demasiado experimentado y perspicaz para alimentar la menor ilusión acerca del alcance de su reciente victoria electoral.Una amabilidad un poco con descendiente, un innegable encanto natural, las líneas blandas de su rostro, hacen, a veces, olvidar la voluntad férrea y la pasión política que animan al líder socialista portugués.

Lejos de asustarle o desorientarle, las dificultades lo estimulan. El papel que desempeñó en 1975 para quebrar la dinámica comunista de conquista del poder ha forzado la admiración de sus más irreductibles enemigos. Éstos aseguran que los defectos de Soares se revelan después, y que su talante como hombre de Gobierno y de Estado es muy inferior a sus cualidades de luchador.

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Lo cierto es que cuando Soares abandonó el poder en 1978, "despedido con una patada" por el general Eanes, muchos consideraban que su carrera política había acabado. Cada elección confirmaba el declive electoral del PS, y dentro del partido se empezó a pensar en la necesidad de sustituirle.

Pacientemente, inflexiblemente, Mario Soares ha tejido las estrategias que debían traerle de nuevo al primer lugar, el único que acepta. Los que tuvieron el atrevimiento de disputarle el liderazgo dentro de su propio partido han comprobado que se trata de una lucha demasiado desigual: Mario Soares no es árbitro, sino parte, de todas las batallas internas y externas del partido, y sólo una voluntad igual a la suya es capaz de resistirle.

En Sa Carneiro, Soares encontró un adversario a su medida, y la batalla entre ellos tomó dimensiones épicas, pero es profunda y sincera la admiración del líder socialista por su rival desaparecido. Con el general Eanes, al contrario, las relaciones pueden ser, como él mismo reconoce, correctas, e incluso buenas, pero no hay simpatía posible entre dos hombres tan diametralmente opuestos por el temperamento, la cultura, el modo de vivir, de sentir y de pensar. Mario Soares ha alcanzado el lunes su primer objetivo. De nuevo es el líder incontestado del mayor partido portugués, pero no descansó un minuto para saborear el triunfo. El hombre que subió a la tribuna, rígidamente encuadrado por la bandera nacional y la de su partido, era, en la misma noche de las elecciones, un luchador preparado para el próximo asalto.

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Con el CDS y el PCP, Mario Soares sabe con qué puede contar. Lucas Pires y Álvaro Cunhal han anunciado que se colocarán en el único lugar que les parece compatible con sus ideas, su programa, sus objetivos: la oposición. Desde la derecha y desde la izquierda, ambos -han empezado a criticar el bloque central, la eventual alianza PS-PSD, intentando de antemano atar al líder socialista a una idea, a un proyecto, que no son suyos, de diluir su papel en un centro que quita carácter al PS. Por esto la primera batalla de Mario Soares ha sido para desmontar la trampa que, según sus palabras, quiere aprisionarle.

Ha puesto todo su peso, toda su integridad y su prestigio personal en juego para dar una dimensión de "mandato nacional" para resolver la crisis, a su estrecha base electoral.

Sabe que escasamente un tercio del electorado portugués ha decidido darle esta segunda oportunidad de poder, y que muchos de los votos del lunes le han sido prestados.

El éxito o el fracaso de la nueva experiencia van a jugarse en las próximas semanas.

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