Mirar por encima del hombro
Miraba al toro por encima del hombro y era de escalofrío. Paco Ojeda mira así al toro y quizá también al toreo, o por lo menos al torero que aún es ídolo y mito de la afición sevillana, el Curro -¡Ay Currito, mi arma!- de los contrastes, que ayer se había ido a la legión.Por encima del hombro miraba al toro y era de escalofrío. El toro grande, cornalón, tardo, que embiste con la cara alta -quinto de la tarde- contemplaba atónito la verticalidad del torero, impávida, estatuaria, y cuando se decidía a embestir, iba, venía, obediente al engaño, recorriendo un círculo inverosímil en torno al eje de Paco Ojeda que, clavadas las zapatillas en la arena, decía por aquí y por allá. Y cuando ordenaba "no va más", se quedaba entre los mismísimos pitones el torero de la verticalidad estatuaria, mirando al toro por encima del hombro.
Plaza de Sevilla
16 de abril. Primera corrida de feria.Cuatro toros de Manuel González y dos de Socorro Sánchez Dalp, desiguales de presencia, la mayoría inválidos. Carro Romero. Media atravesada y dos descabellos (pitos). Pinchazo y media trasera caída (ovación y salida al tercio). Paco Ojeda. Bajonazo que asoma (oreja y dos vueltas). Estocada baja (dos orejas). Curro Darán, que tomó la alternativa. Media atravesada (oreja). Estocada (oreja). Al término de la corrida, Paco Ojeda fue sacado a hombros por la Puerta del Príncipe.
Tuvieron las dos faenas el mérito de la valentía impresionante, pero más la del quinto, porque el otro era un inválido que no se debió lidiar. Estaba arrollador Paco Ojeda y parecía querer acabar con Curro, el pobre, a quien también miraba, por encima del hombro. Dos veces salió a acabar con él en quites, sin conseguirlo, naturalmente, pues aún Curro es mucho Curro. La segunda, en el cuarto toro, después de que el faraón de Camas se hartara literalmente de torear a la verónica. Para ello Ojeda se echó el capote a la espalda, lo dobló, y le quedó que parecía un bacalao. Fue el quite del bacalao.
No era la sal del bacalao lo que quería el público, sino otro más fina, esa que guarda Curro en el bolsillo del chaleco y sólo la saca a pellizcos.
En su primero, que era un bravo toro, ni esos pellizcos dio en el cuarto,«en cambio, -¡tila, saquen tila!- salió hecho un legionario, con perdón. Quizá porque ese cuarto era otro inválido, noble con título. De manera que Curro de mi arma se arremangó (por lo menos el miedo) y lanceó a la verónica en, varios tiempos, citó a una mano para poner en suerte al toro y éste le pegó un volteretón impresionante.
¿Qué ocurrió entonces?. ¡Más tila, saquen más tila!. Pues ocurrió que se incorporó hecho un tío, gritó "¡Dejadme solo!", le dejaron solo, volvió a torear de capa. Juro que es verdad. Se caía el toro y no quería el maestro que lo picaran. El presidente, en un alarde de incompetencia supina, se negaba a cambiar el tercio. Y el celoso guardián de las esencias y de la sal respondió a la tozudez del palco dibujando tres quites a la verónica, tres, el último de ellos con remate de filigrana, a la tijerilla, echándose el capote a la espalda y diluyendo el lance en una revolerilla graciosa, tras la que se iba, pasito a paso -"ahí te quedas"- envuelto en la gloria de, una ovación de gala. En la faena de muleta apuró cuantas posibilidades había de torear, que por cierto eran más bien escasas, pues el inválido animalito se defendía. La gente no acababa de creérselo y por eso la pasión no producía demasiados oles. En realidad, el denuedo de Curro mi arma, invitaba a gritar "¡e¡, Carballeira?", que vamos a hacerle.
Sacaron por chiqueros abundancía de inválidos, absolutamente inútiles para la lidia. Ya hemos dicho de dos y quedan dos más, que le correspondienron a Curro Durán. En el de la alternativa consiguió algunos muletazos buenos y los mejoró en el sexto. Tenía dificil la papeleta, aunque no por el ganado, que era de festival, sino porque entre uno que mira por encima del hombro y otro que se había ido a la legión, a sus años, sólo le quedaba el papel de comparsa, el cual es de mucho desaire. No lo aceptó y eso fue lo bueno.
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