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A vueltas con 'El món'

El Món ha reaparecido y todo el mundo sabe cómo ha sido. No deja de ser, sin embargo, insólito. Lo propio en estos casos de muerte súbita de una publicación periódica, semanario o diario, cuando muere, es que muera de verdad. Algún listillo o malintencionado que firma en los papeles como periodista, pero que jamás menciona su cargo público, nos ha lanzado su veredicto: nuestra muerte fue un "golpe de mano estratégico". Nunca me había atribuido a mí mismo, ni a nuestro consejo de administración, tal capacidad maquiavélica. Me gusta que me consideren tan capaz de orquestar operaciones retorno como la de El Món. Incluso me prestigia. Pero no es cierto. Y el periodista en cuestión, especialista en temas de Prensa catalana, debería saberlo. Tiene la obligación de saberlo. Conoce nuestros balances, que son similares a los de toda la Prensa catalana. Somos casi todos los medios escritos en catalán los que necesitamos romper los elementales techos de nuestro mercado.Una sociedad como la nuestra, a la que por más de 40 años se le ha roto su escolarización en el propio idioma, es una sociedad analfabeta. Los más viejos del lugar tuvieron esta, escolarización y los más jóvenes empiezan de nuevo a tenerla. Pero el catalán es, hoy por hoy, un idioma de alta cultura y un idioma para la comunicación interpersonal, sin todo otro sinfín de funciones comunicacionales. Sin apenas televisión, con insuficiente programación radiofónica y, sobre todo, con pocos y marginales medios escritos, una cultura está muy lejos de su normalización.

¿Se imagina alguien un diario deportivo en catalán? ¿O un gacetillero de Prensa del corazón? Pues deben ser necesarios cuando el mercado, en cualquier idioma, los sustenta y engorda.

Para colmo de atrofias, nuestros intelectuales también están alejados de la Prensa cotidiana, y se acercan a ella lentamente y con escrúpulos de erudito. Ello comporta que prefieren esperar cuatro años de silencio para culminar una obra de ensayo o creación, antes que intervenir diariamente con espíritu crítico en el debate cultural. Y tienen importantes cosas que decir pero, sin hábito en la utilización de la Prensa, recurren a la tertulia o al libro esporádico, sin pensar en el papel de consumo cotidiano. Otro círculo comunicacional roto, que aplaza para dentro de unos años la interacción social de lo que hoy piensan en sus laboratorios.No hablemos ya de lo que creen los políticos locales sobre la Prensa. En general, y todas las excepciones son buenas, sólo ven en ella un medio instrumental de su profesión. Un lugar donde se recurre básicamente para generalizar su acción pública, darla a conocer o reclamar adhesiones. ¿Cuántos políticos creen en una política de medios de comunicación que vertebre la conciencia nacional a través de la lengua propia? ¿Cuántos piensan que una cultura sin Prensa es arqueológica? ¿A cuántos, simplemente, les importa la cultura?

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Otro ítem. Las empresas periodísticas, digamos que convencionales, no se acercan a la Prensa en catalán porque no hay mercado para hacerla rentable. Los catalanohablantes que aún no son lectores en catalán deberían saberlo. No habrá empresas periodísticas normales mientras no exista un mercado más amplio. Mientras tanto, algunos voluntariosos estaremos haciendo el quijote, abriendo estos mercados para, el día que ello sea una realidad, vernos amenazados por aquellos que tienen medios y recursos humanos para desplazarnos. Sería una buena señal, por otra parte. Pero la realidad es otra. El único periódico de difusión nacional en Cataluña nació con dinero popular, malvive con dinero público y responde a intereses partidistas. Todo un récord de contradicciones. Sin embargo debe existir, es necesario, aunque mejor sería que no deambulara en solitario. Y más lógico sería que se administrara con control parlamentario, como si de un ente como el de RTVE se tratara.

El Món, esta aventura semanal que me complazco en dirigir, en su programado "golpe de mano estratégico" aún ha ido más lejos de lo que los listillos podían prever. Ha recogido apoyos múltiples, de orígenes también diversos, y ha implicado finalmente en su operación retorno a una importante empresa periodística.

¿No decíamos que a la empresa periodística catalana no le interesaba la Prensa catalana?

Pues miren ustedes por dónde a PRISA, es decir EL PAÍS, sí le interesa, cuando menos, una colaboración profesional. Así que PRISA imprime y distribuye El Món desde hoy, y, antes que los listos del lugar lo descubran leyendo la letra menuda de nuestra mancheta, se lo advierto yo. Éste es un acuerdo de colaboración que consideramos histórico. Un reencuentro de profesionales con tareas distintas pero con preocupaciones, diríamos, sin ironizar, convergentes. El tiempo lo dirá, pero quizás empezamos una etapa decisiva para la normalización de la Prensa en catalán.

Hemos muerto y resucitado, pasando a una popularidad que ya hubiéramos deseado para nuestra primera etapa. En este país necesitamos ser sacudidos por naufragios para tomar conciencia de nuestras limitaciones y realidades. El Món sigue su andadura. Esperemos que a partir de ahora sólo seamos noticia por nuestras informaciones-análisis-opiniones, pero que dejemos de serlo para siempre por nuestras peripecias empresariales.

Enric Bastardes es director de El Món, semanario de información general que se edita en catalán.

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