El obispo de la transición

Vicente Enrique y Tarancón, que empezó siendo el obispo más joven de España y al que una pastoral que se le atragantó a algunos prohombres del régimen le confinó durante 18 años en la diócesis de Solsona, tuvo su momento de gloria el día de la coronación del rey Juan Carlos.La homilía de aquel día fue el momento culminante de su paciente quehacer para desligar a la Iglesia del franquismo. El lema taranconiano "perder influencia política y ganar credibilidad religiosa" tropezó con toda clase de obstáculos, pero el resultado ha sido algo denominado el taranconismo, toda una forma de hacer que le valió un gran prestigio entre los sectores progresistas de la Iglesia española.

Los sectores más conservadores del franquismo tuvieron oportunidad de expresar pronto su rechazo a este hombre de aspecto relajado y optimista. Dos años después de su nombramiento como arzobispo de Madrid, y durante el entierro del almirante Carrero Blanco, se acuñó el grito Tarancón, al paredón, que figuró entre las pintadas ultras más repetidas durante la transición.

Tarancón recordaría años después los incidentes durante el entierro de Carrero Blanco como "el día más triste de mi vida". Otro incidente que dio la medida de este obispo fue el que enfrentó al Gobierno de Arias Navarro con la Santa Sede por una homilía del obispo Añoveros. Tarancón, en esta última ocasión, se paseó toda una tarde con el oficio de excomunión en el bolsillo, dispuesto a hacerlo efectivo si se expulsaba al obispo de Bilbao.

Sabe el cardenal Tarancón el papel que ha desempeñado en la historia de España, y no sólo en la eclesiástica, y a veces hasta reconoce que se gusta cuando habla en ocasiones históricas. Es un liberal, pero pragmático, que ha sabido mantener el equilibrio durante una de las décadas más difíciles e interesantes del país, adelantándose al espíritu del cambio sin ruptura y en la legalidad vigente. El pasado 14 de mayo cumplió 75 años, la edad de jubilación, pero permaneció en su puesto hasta el nombramiento ahora de su sucesor. Considerado en cierta época como papable, no llegó a tanto, pero controló durante una década la Iglesia española, lo que no es poco.