Una mujer solitaria, perturbada mental, asesinada con unas tijeras en Aluche
Amelia Bartolomé Martínez, de unos 50 años de edad, sola, perturbada mental, fue asesinada en la madrugada del viernes al sábado de manera brutal por personas desconocidas. Algunos inquilinos del inmueble, el 123 de la calle Illescas, en Aluche, dijeron que no habían oído nada especial. Esa noche pudieron ahorrarse los comentarios sobre la desgracia que les había caído en suerte al tener como vecina a una persona desequilibrada, a la que habían intentado ayudar de la única forma que podían y que, de paso, les evitaba el tener que aguantar sus impertinencias: internarla en un sanatorio psiquiátrico.
El distanciamiento entre gobernantes y gobernados alcanzó en este caso un punto dramático. No se podía hacer nada hasta que no sucediera un hecho grave, tipificable, que encajara en los reglamentos. Ya ha sucedido, y las autoridades han comenzado, por fin, a ocuparse de ella. El cadáver fue trasladado al Instituto Anatómico Forense a las 15 horas del sábado.Amelia Bartolomé nació, hace unos 50 años, en Almazán, en la provincia de Soria. Era alta, muy delgada y su rostro presentaba unos ojos saltones, agudizada su expresión por su enfermedad mental. Desde hacía 15 años residía en el 3º B del 123 de la calle Illescas. Ninguno de sus vecinos sabe gran cosa de su vida. Trabajaba como asistenta, limpiando casas, vivía sola, no estaba casada, no tenía amigos, y sus únicos familiares eran dos primas lejanas que viven en Almazán, ancianas y sin recursos.
Desbarraba continuamente y los vecinos la temían. Desde hace muchos años presentaba claros síntomas de enajenación mental. Amenazaba con matar a los niños que viera por la escalera, acusaba a sus vecinas de querer acostarse con su inexistente marido, salía poco de casa, porque pensaba que los restantes inquilinos esperaban su salida para robarla, provocó tremendas goteras en el piso inmediatamente debajo del suyo debido a la costumbre de dejar los grifos abiertos "para evitar que echaran droga por las tuberías".
Otros días presentaba un aspecto tranquilo, pero la familia que ocupa el 3º A, el piso contiguo, tuvo que abandonarlo a consecuencia del hostigamiento a que les sometió durante meses, golpeando la puerta de entrada o arañando la madera con cuchillos de cocina, y que culminaron con una agresión física al marido, que la llevó ante el juzgado de guardia. Al día siguiente, sin embargo, estaba en libertad. El juez debió pensar, con razón, que no era merecedora de la cárcel, pero tal vez no advirtió que enviarla a su maltrecha vida era también un castigo.
Las numerosas ocasiones en que los vecinos acudieron a la comisaría del distrito a presentar denuncias consiguientes a sus accesos de violencia sólo sirvieron para estar al tanto de las que ella había presentado en su contra por los robos que supuestamente habían cometido en su casa.
Sólo quedaba el internamiento en un psiquiátrico. El 22 de abril de 1981 dirigieron una petición al entonces gobernador civil de Madrid, Mariano Nicolás, petición avalada por informes de la policía y desde los hechos evidentes de que Amelia Bartolomé era un caso perdido que necesitaba urgentemente asistencia psiquiátrica, a falta de la afectiva.
"Enfoque preciso del asunto"
La respuesta fue un oficio, fechado el 4 de mayo y firmado por el gobernador: "Cúmpleme manifestarles que las vías adecuadas -independientemente del resultado- para un enfoque preciso del asunto son algunas de las siguientes: 1º Ante los tribunales penales o comisaría de policía, mediante la oportuna denuncia, cuando los hechos revistan carácter delictivo, tales como amenazas físicas, injurias, daños para las cosas o las personas, etcetera. 2º Ante los tribunales civiles, a través de la correspondiente demanda, en iguales o parecidos casos (actividades contrarias a la ley), dice la norma reguladora, ejercitando la acción que al efecto establece la ley de Propiedad Horizontal de 21 de julio de 1960".Los vecinos se resignaron a que ocurriera lo que tuviera que ocurrir. En la madrugada del viernes al sábado, entre las 4 y las 4.30 horas, según comentarios del forense citados por el presidente de la comunidad, sucedió, por fin. Persona o personas desconocidas mataron brutalmente a Amelia Bartolomé. .No se sabe exactamente cómo ocurrió. Al parecer, la asesinaron clavándola repetidas veces unas tijeras. Miembros del Grupo de Homicidios de la policía se encontraban en la tarde del sábado en casa de la víctima. Se negaron a hacer declaraciones y a permitir fotos. á el suelo de la cocina y del salón se apreciaban numerosas manchas de sangre. "El único sitio en que no hay sangre es en el techo", fue el único comentario informativo de los funcionarios. El cuerpo de la víctima tenía las ropas desgarradas, y las piernas, desnudas, asomaban por el pasillo de la entrada. El mueble bar, barato, mostraba los cajones inferiores abiertos, y desparramados por el suelo papeles y otros objetos. En la cocina, la mesa desplegada con un jarrón de geranios frescos. Los policías se llevaron un marco sin foto, un pequeño cuadro ovalado que mostraba un paisaje convencional y una gota de sangre seca.
La muerte de Amelia fue, y será por mucho tiempo, el tema de conversación de los habitantes del edificio. Alguien señala que esa noche no habían oído nada especial. Hace 15 días, aproximadamente, oyeron furtes ruidos, de madrugada, y en la mañana siguiente vieron manchas de sangre en la escalera. Avisaron a la policía, pero Amelia salió, después de que aquéllos llamaran repetidas veces a su puerta, y les negó la entrada, asegurando que no le pasaba nada y que unas chicas le habían robado. Los datos recogidos parecen indicar que los asesinos pernoctaron en casa de la víctima después de asesinarla. El cadáver se descubrió cuando, a eso de las dos de la tarde, advirtieron que salía una densa humareda por las ventanas y vieron que la puerta estaba abierta. Alguien provocó el incendio cuando Amelia llevaba muchas horas muerta. Las opiniones apuntan a que también fue violada, pero no hay confirmación oficial.
Los bomberos lograron, por fin, penetrar en la vivienda. Los vecinos suponen que fueron ellos los que avisaron a la policía.
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