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Objetivo: colocar el satélite en su órbita prevista

Los técnicos de la Administración Nacional para la Aeronáutica y el Espacio (NASA) comenzarán hoy, domingo, la operación de intentar colocar en su órbita estacionaria correcta el TDRS-A, el mayor satélite de comunicaciones jamás lanzado, y que no pudo ser situado por un fallo en el sistema de propulsión (IUS) cuando el Challenger lo lanzó al espacio el miércoles pa sado. Constituía la más impor tante de las misiones del primer vuelo operacional de este nuevo transbordador. La maniobra durará de ocho a doce horas debido a que el satélite, que se encuentra en una órbita de transferencia, viaja con todos sus paneles y antenas desplegados, por lo que será preciso utilizar con suma cautela los pequeños cohetes incorporados al TDRS-A para evitar roturas a causa de la inercia. La NASA calcula que los motores de propulsión del satélite disponen de combustible (hidracina) "más que suficiente" para realizar la maniobra y para las futuras correcciones de posición. Sin embargo, este gasto no previsto podrá suponer una reducción en la vida efectiva del TDRS-A, que, probablemente, no funcionará los diez años programados.

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El primer fallo del IUS se produjo al anularse dos giróscopos del sistema de navegación, cuya función fue suplida por un sistema paralelo. El segundo fallo, determinante de las dificultades surgidas, supuso la alarma en todas las estaciones terrestres de seguimiento, ya que un encendido incompleto en la segunda etapa había alejado al satélite más de doce grados de la órbita prevista.

La etapa que falló no fue capaz de quemar uniformemente sus 2.722 kilogramos de combustible sólido ni aportar, por tanto, el total de casi 9.000 kilogramos de empuje. Si la operación de puesta en órbita definitiva es un éxito, no quedará en entredicho, a pesar del fracaso inicial, la operatividad y eficacia del IUS, sistema que permite al Shuttle colocar ingenios espaciales en órbitas que la nave está muy lejos de poder alcanzar.

La colocación correcta del satélite, de 2.250 kilogramos de peso y una envergadura de 17 metros de paneles solares, que le proporcionan 1.850 vatios, supondrá el primer paso en la creación de una infraestructura de comunicaciones espaciales compuesta por tres satélites idénticos separados 130 grados y que en un futuro sustituirán gran parte de la red de estaciones terrestres de seguimiento, cada una de las cuales apenas puede cubrir ahora el 20% de cada órbita.

Sus dos antenas de alta ganancia y casi cinco metros de diámetro de que va dotado cada satélite permitirán concentrar en un solo punto toda la infórmación procedente de futuras misiones de los orbitadores y, simultáneamente, las de otros 26 ingenios espacíales, incluidos, naturalmente, los satélites de uso militar.

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