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La Iglesia española: ¿encarnacion de Jano?

Los poderes contemporáneos han comprendido que no les conviene enfrentarse así como así con las instituciones religiosas que, de hecho, tienen amplio arraigo popular, y por eso se plantean fría e inteligentemente la manera de llegar a un acuerdo positivo con ellas. El caso español es bastante típico: aquí la Iglesia católica ha jugado un papel preponderante en la historia de España, y los nuevos gobernantes han comprendido perfectamente que sería una necedad pasar de Iglesia.Sin embargo, nuestra ancestral tendencia al maniqueísmo hace muy difícil realizar un planteamiento cabal y objetivo sobre tan espinosa materia. A este propósito creo que una de las mejores contribuciones la ha dado el movimiento obrero católico HOAC con la publicación del libro Iglesia: dictadura y democracia, del joven profesor Rafael Díaz Salazar. Aquí se considera a la Iglesia como todo lo contrario de una alternativa maniquea. La Iglesia católica española es presentada como un nuevo Jano con dos caras, pero ya no dirigidas al pasado y al futuro, como en la mitología romana, sino en situación perfectamente sincrónica.

Y así se hace un estudio exhaustivo de tres etapas fundamentales: de 1953 a 1965, de 1965 a 1975 y de 1975 en adelante. En cada una de estas tres etapas se presenta cada una de las dos caras de nuestro Jano eclesial; es decir, por una parte se estudia la legitimación política, socioeconómica e ideológico-cultural dada por la Iglesia al régimen imperante, y por otra, la deslegitimación en los tres ámbitos por parte de la otra cara de la institución eclesial. Y lo más curioso es que en ambas caras hay obispos, sacerdotes, profesionales, intelectuales, estudiantes, obreros y campesinos.

Un ejemplo curioso de este díptico sincrónico pudiera ser el siguiente: en 1963, Angel Herrera Oria, a la sazón obispo de Málaga, en una carta dirigida al New York Times proclamaba una absoluta legitimación del régimen, desechando explícitamente el uso antirégimen de la encíclica de Juan XXIII Pacem in terris, al afirmar que "no se puede decir que el Gobierno español se muestra indiferente ante las necesidades del pueblo. Es de justicia afirmar todo lo contrario. La política del Gobierno tiende a elevar la posición del pueblo en todos los órdenes". Y en unas palabras dirigidas al nuncio en España en la catedral de Málaga, el 1 de mayo del mismo año 1963 justificaba Herrera Oria la plena armonía y colaboración con el régimen, del siguiento modo: "La unión del sacerdote y del imperio es la causa de la civilización cristiana de la Edad Media. Es necesario, escribió León XIII, que haya entre ambas potestades trabazón ordenada, trabazón íntima. Añora aquel gran pontífice los tiempos en que el sacerdocio y el imperio, concordados entre sí, departían con toda felicidad en amigable consorcio de voluntades e intereses. Organizada de este modo, la sociedad civil produjo bienes muy superiores a toda esperanza. Por fortuna para España, nos es

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dado mantener esta posición".

Mirando ahora a nuestro Jano doméstico por la otra cara, nos encontramos con que con motivo de las huelgas de la primavera de 1962, el primado Pla i Deniel apoyó decididamente las acciones de la HOAC y de la JOC, que fueron entonces represaliadas por el Gobierno. El día 15 de mayo de ese año, el órgano oficioso del Episcopado, EccIesia, publicó un editorial titulado Las cosas como son, en el que defendía el derecho de huelga o como lo llamaba expresamente, adopción de un paro voluntario. El día 18 de ese mes, el periódico del Movimiento, Arriba, publicó un editorial titulado Al César lo que es del César, en el que criticaba a Ecclesia acusándola de hacer causa común con los enemigos del régimen. Ante estos hechos, Pla i Deniel escribió sendas cartas de protesta a los ministros Camilo Alonso Vega, para que levantase las multas y condenas impuestas a los dirigentes de la HOAC y JOC, y a Fernando María Castiella, en la que le decía: "No se permite ni la cita de la Mater et magistra si se estima que va en contra de lo legislado por el Estado. ¿No sería más lógico que se reformase lo que hubiera que reformar para estar en armonía con la Mater et magistra en un Estado que se define como católico?"

El cardenal Pla i Deniel estaba empeñado en que los gobernantes llevaran hasta su fin la coherencia de la confesionalidad católica del Estado, y desde esa falta de coherencia los criticaba. Como quiera que una radical coherencia hubiera llevado a una total transformación del régimen y hasta de importantes aspectos del sistema, los gobernantes españoles siempre fueron incoherentes.

En una palabra, esta duplicidad facial de la Iglesia católica española puede explicar mucho de su actitud en las diversas circunstancias.

Desde una perspectiva rigurosamente científica frente a la historia, no se puede hacer un juicio favorable o negativo de este complejo plural y diversificado que se llama Iglesia católica española.

Y quizá la peor equivocación metodológica será la de homologar una iglesia con otro tipo de colectivos, como pudieran ser los partidos políticos. Toda semejanza entre uno y otro colectivo no pasa de ser un trampantojo peligroso para hacer análisis rigurosos y tomar las medidas necesarias para el buen funcionamiento de nuestra todavía frágil democracia.

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