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Concluye la visita de Felipe González a Rabat

Marroquíes en la costa

Rabat Fuera de todo complejo colonialista, con el convencimiento de lo que significa la adhesión a la plena independencia nacional de los países del tercer mundo, Felipe González, presidente del Gobierno español, ha encontrado ayer en Fez un terreno para el entendimiento con el rey Hassan II de Marruecos, la institución personal decisiva de esta nación. En adelante, ya no habrá moros, ni polisarios, sino marroquíes en la costa.

La visita, que ayer concluyó, estaba centrada en la audiencia real. Las impresiones manifestadas después de casi dos horas a solas con su interlocutor coronado son enormemente positivas. En la puerta del hotel Les Merinides, no había lugar para la ficción. Las palabras del presidente del Gobierno tuvieron allí el marchamo de la plena sinceridad. El rostro de Felipe González reflejaba, bien a las claras, la alegría de quien Piensa haber cumplido ampliamente los objetivos marcados. Era el vivo semblante de quien ha pasado una prueba comprometida. Aquí, en Fez, tenía el Gobierno del cambio una asignatura pendiente y ayer quedó superada aunque con el paso del tiempo pueda ser necesaria la reválida.

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Al bajar del Mercedes 600 del rey Hassan, con el habano en los labios, rodeado de la escolta motorizada del propio monarca, Felipe González componía la imagen de un presidente de Gobierno imbuido de sus responsabilidades y rodeado de los fastos del subdesarrollo, después de haber sacrificado muchas de sus convicciones de diez años atrás, cuando en Suresnes asumía la primera secretaría del PSOE.

Sobre luna vista panorámica con Fez a los pies, el presidente González se acercó a los periodistas para contemplar el barrio de los andaluces. Luego partió para palacio y allí cuentan los iniciados que todo han sido signos deferentes. La duración de una hora y cuarenta y cinco minutos; la soledad del encuentro entre los dos; el envío de los príncipes para presidir el almuerzo que había de celebrarse a continuación ofrecido, según el programa, por el gobernador de la provincia.

Felipe González se siente próximo a este país. Es una cuestión de epidermis, de colores, de clima, de paisaje, de formas arquitectónicas, de tono de voz, de tipos humanos. Y ayer, en su visita a la medina de Fez tuvo su baño de popularidad demostrativa.

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Marruecos abre con esta visita del presidente español su pórtico electoral. Los comicios municipales tendrán lugar en mayo y los legislativos en otoño. Antes deberá quedar resuelto el asunto del Sahara y el ambiente pulsado estos días presagia que las soluciones pactadas entre Marruecos y Argelia avanzan por buen camino. Por eso, ya no hará falta seguir una política de equilibrios por parte española. Ya el acercamiento con Argel no se ve recelosamente desde Rabat ni los encuentros con Marruecos despiertan susceptibilidad en medios argelinos.

El lunes por la noche, el primer ministro marroquí, Maati Buabid, aceptó conversar con los periodistas españoles en el hotel donde se hospedan.. A lo largo de cuarenta minutos, quedó claro que el factor libio, la desconfianza que inspira el proceso de Gadafi, ha sido el catalizador de la concertación iniciada entre Marruecos, Argelia y Túnez. Para Buabid, Libia hubiera querido un Frente Polisario -al que calificó de creación franquista en otro momento- activo en cada uno de estos países y llevando a cabo una acción desestabilizadora frente a los regímenes en el poder.

En cuanto al encuentro Hassan-Chadly, el primer ministro señaló tres consecuencias: la reactivación de las relaciones de Marruecos y Argelia; la dinamización política y económica del Magreb y la solución al asunto del Sahara a tenor de las propuestas de la Organización para la Unidad Africana (OUA).

La pregunta que será sometida a referéndum, según Buabid, habrá de redactarla la OUA y el voto quedará limitado a los habitantes del Sahara, término este de habitantes que prefirió al de pueblo Saharaui o población del Sahara. A España se le pide que evite comentarios y no exacerbe las tensiones.

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