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Anthony Blunt, asesor artístico de la reina de Inglaterra y ex espía al servicio de Moscú, murió ayer en Londres, a los 75 años

Soledad Gallego-Díaz

Sir Anthony Blut, uno de los más grandes expertos de arte del Reino Unido, cuyo nombre saltó a la Prensa hace sólo cuatro años como miembro de la red de espionaje soviética, falleció ayer en su domicilio de Londres, a los 75 años, víctima de un ataque cardiaco. en los últimos años, despojado de todos su títulos honoríficos y acosado por una Prensa sensacionalista que recordaba en cualquier ocasión su pasado, Blunt, que permaneció siempre soltero, se recluyó prácticamente es su casa, al cuidado de su hermano.

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Vivir bajo sospecha

Tal vez nunca se sabrá por qué la primera ministra, Margaret Thatcher, decidió un día de 1979, poco después de tomar posesión, revelar la identidad del cuarto hombre, el espía que pasó abundante información a los soviéticos durante los años cuarenta y que avisó a tiempo a sus colegas Donald Maclean, Guy Burgess y Kim Philby para que huyeran a Moscú cuando iban a ser detenidos.Cuando la primera ministra hizo su inesperado anuncio entre los murmullos horrorizados de los miembros de la Cámara de los Comunes, hacía muchos años que Blunt había confesado sus actividades a los servicios de información británicos y que no tenía acceso a documentos confidenciales. Al revelar su identidad, Margaret Thatcher condenó a un hombre anciano y enfermo, que mantuvo siempre un absoluto silencio, a pasar sus últimos años en un ostracismo completo.

Anthony Blunt, hijo de un vicario protestante, mostró desde su infancia un enorme talento artístico. A los cuatro años dibujaba con soltura, y a los 14 poseía ya notables conocimientos como historiador de arte. En la Universidad de Cambridge formó parte de la Sociedad de los Apóstoles, un grupo de jóvenes brillantes con preocupaciones sociales, del que la URSS iba a sacar algunos de sus mejores agentes.

Reacción contra el nazismo

"Nos convertimos en comunistas como reacción ante el nazismo de Adolfo Hitler", explicó Blunt en las únicas declaraciones que concedió poco después del escándalo público. El joven crítico pasó información a los soviéticos desde antes de la segunda guerra mundial hasta 1945, y muy especialmente entre 1940 y 1945, años en los que, junto con otros intelectuales antiguos alumnos de Cambridge, formó parte de los servicios de inteligencia británicos.Cuando a mediados de los años sesenta tuvieron completa la madeja, los servicios de contraespionaje prometieron a Blunt guardar el secreto sobre la identidad del cuarto hombre y le autorizaron a seguir siendo asesor real, con acceso directo a Buckhingham Palace, hasta su jubilación en 1972.

El acuerdo saltó en pedazos cuando Margaret Thatcher se hizo cargo del Gobierno. Nunca se sabrá si la reina de Inglaterra sabía los antecedentes de su exquisito asesor o si fue mantenida también en la ignorancia durante tantos años, pero cuando el escándalo salió a la luz pública, el palacio real reaccionó con viveza y ordenó que se retiraran a Blunt todos los honores y títulos que le habían sido concedidos en recompensa por sus méritos intelectuales.

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