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Los 20 mineros encerrados en las galerías de Santa Comba establecen turnos de vigilancia para impedir ser desalojados

Un cartel con la indicación "peligro" junto a una caja de cartuchos de dinamita, de la que sobresalen, visibles, las correspondientes conexiones eléctricas, advierte, a la entrada de las minas de volframio y estaño que la compañía Coparex (de capital mayoritariamente francés y participación de Sodiga) explota en el municipio coruñés de Santa Comba, sobre la determinación de los veinte trabajadores que ayer cumplieron su tercer día de encierro en las galerías del yacimiento para reclamar mejoras salariales y laborales. Recelosos ante la posibilidad de que la autoridad correspondiente intente el desalojo, los encerrados han organizado un sistema de vigilancia, y aseguran que volarán la mina si alguien intenta sacarlos de allí contra su voluntad. "Nadie", asegura tajantemente uno de ellos, "nos sacará de aquí con vida por la puerta".

Los trabajadores, que en treinta años no habían protagonizado un sólo conflicto laboral, acusan a la actual empresa, Coparex, de establecer un sistema de relaciones extraordinariamente autoritario en la explotación minera para evitar responder a las quejas por las deficientes condiciones laborales. "Trabajamos", dice un miembro del comité de empresa, "sin ventilación ni elementos protectores, y cuando alguien protesta porque considera que las condiciones de seguridad e higiene son insuficientes, es enviado durante un mes a casa. Hablar irrespetuosamente a un encargado, por ejemplo, puede suponer quince días de suspensión, lo que da una idea de como están las cosas".Las medidas adoptadas por el grupo de mineros, del que forman parte varios de los miembros del comité de empresa, mayoritariamente nacionalista, del INTG (Intersindical Nacionalista de Trajadores Gallegos), parecen estar en concordancia con el dramatismo de la afirmación anterior. Además de la entrada principal, única practicable actualmente, los trabajadores encerrados han cubierto con dispositivos explosivos varios antiguos accesos que sólo se utilizan ya como respiraderos o sistemas de ventilación. "Si alguien trata de sacarnos", insisten, "estamos dispuestos a hacer explotar la dinamita y morir dentro de la mina".

Situación límite

A esta situación límite, que "sólo una promesa de reanudación de las negociaciones del convenio por parte de la empresa podría solucionar", según uno de los mineros, se ha llegado tras la ruptura de las conversaciones entre los trabajadores y los representantes de la dirección, y el comienzo de una huelga que desde el pasado día 7 mantienen los 208 empleados de Coparex en su mina de Santa Comba.Situados en una zona extrañamente desértica que contrasta con el paisaje circundante, los yacimientos de wolframio y estaño del lugar de Barilongo, en Santa Comba, comenzaron a ser explotados en 1952 por una empresa española (Compañía Minera Santa Comba) que en 1980 traspasó la titularidad de la mina a Coparex, participada mayoritariamente por la francesa Coparex International.

La tabla de retribuciones salariales es, por otra parte, muy inferior a la de las restantes explotaciones mineras gallegas, según los trabajadores, y no guarda proporción, en cualquier caso, con las exigencias de una actividad que por lo general obliga a la jubilación anticipada a los cincuenta años.

"Salarios de hambre"

"Nuestros salarios", asegura un representante del comité de empresa, "son de hambre tanto para los que trabajan en el interior como en el exterior de la mina. En el primer caso, la media no supera las 50.000 pesetas, y en el segundo, oscila entre las 30.000 y las 40.000".Sobre esta desfavorable situación de partida justifican los trabajadores sus peticiones de incremento salarial -un 33% aproximadamente, en principio- que fueron tajantemente rechazadas por la empresa. La oferta de los representantes de Coparex no superaba el índice del 11 %, lo que equivaldría a unas 5.500 pesetas de aumento lineal para cada trabajador.

El comité de empresa compuesto en su casi totalidad por miembros de la INTG (Intersindical Nacionalista de los Trabajadores Gallegos), rebajó su petición inicial y propuso, como salida al conflicto, la mediación de la consejería de Trabajo de la Xunta de Galicia.

Los representantes de la firma explotadora de los yacimientos no aceptan reanudar la negociación mientras continúe el encierro.

El director de la mina, José María Zapico, asegura que la empresa invirtió desde 1980, hasta hoy 2.400 millones de pesetas en la mejora de la explotación.

Los veinte encerrados en la mina, que velan por el mantenimiento de los servicios elementales de la explotación, calculan disponer de alimentos para unos quince días. "Y si la situación se prolongase por más tiempo", concluye uno de ellos, "iniciaríamos una huelga de hambre: todo, menos salir con la cabeza baja como cobardes".

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