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Peseta - SME: Condenados a entenderse

Emilio Ontiveros

La peseta no tiene otra posibilidad que seguir a las monedas de la Comunidad Económica Europea, y muy especialmente, al franco francés. El volumen de intercambio comercial con Francia así lo justifica y, además, por las similares condiciones económicas. básicas entre ambos países. En definitiva, la necesidad de garantizar mínimamente la competividad de las exportaciones españolas hace prever que la peseta acentúe su tendencia a la baja.

Tras una jornada de violación de la disciplina cambiaria y de aparente relajación en las obligaciones interventoras de los ocho bancos centrales vinculados al Sistema Monetario Europeo (SME), se ha impuesto el buen sentido y, refrescando la memoria histórica, franceses y alemanes han evitado el destripamiento violento del más apreciado reptil de la fauna continental.Cuatro años de difícil rodaje para un esquema de disciplina monetaria animado con más voluntad política que posibilidades efectivas de coordinación en las políticas económicas. Precondición, esta última, para el funcionamiento sin sobresaltos de cualquier proyecto, medianamente vinculante, de cooperación monetaria.

Preciosa ocasión también para desarchivar las tres razones fundamentales en que el Banco de España fundamentó su negativa a la solicitud de incorporación al recién nacido sistema en 1979. A la desconfianza original sobre la viabilidad del SME, se añadiría el hecho de que España iniciaba entonces una política de flotación de la peseta cuyos aceptables resultados iniciales desaconsejaba un retorno a un marco disciplinario más estricto. Con todo, el argumento de mayor peso radicaba en las profundas diferencias en tasas de inflación existentes entre nuestro país y la CEE que, en el caso de incorporación, obligarían a un fuerte ajuste estabilizador con escaso predicamento en las autoridades económicas.

Desde entonces, la moneda española ha mantenido una tendencia a la baja de su tipo de cambio al contado, medido por su valor medio ponderado. Durante 1982, hasta la devaluación de diciembre, el precio de la peseta en relación con las monedas comunitarias se depreció en un 13%, un 22,5% respecto al dólar y en casi un 15% frente al conjunto de las monedas cotizadas en nuestro país. Por su parte, el tipo de cambio efectivo real de la peseta dio en los dos últimos meses del pasado año una depreciación de casi un 10%. Un comportamiento tal de nuestra moneda habría exigido, caso de que se hubiera incorporado al SME, de varias intervenciones del Banco de España en defensa de la peseta, junto al estrechamiento en la capacidad de maniobra de la política cambiaria.

En cualquier caso, no existen muchos factores objetivos para celebrar hoy el apartamiento español del marco disciplinario comunitario. La autonomía de la política económica reclamada entonces como principal argumento, y también en estos días esgrimida por los miembros del Gobierno francés partidarios de la fuga del franco, no deja de ser un enunciado más programático que una posibilidad real.

La peseta está abocada a seguir de cerca las turbulencias del paquete de monedas de la CEE y, muy especialmente, el comportamiento específico del franco francés. La importancia del volumen de comercio con ese país lo justifica por sí mismo.

En definitiva, la necesidad de garantizar mínimamente la competitividad de nuestras exportaciones y la dificultad de aproximar nuestra tasa de inflación a las vigentes en la CEE hacen prever que nuestro signo monetario acentúe la tendencia depreciadora.

es vicerrector de Estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid.

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