De Fidel Castro a Indira Gandhi
UN PARTO difícil: el documento final de la conferencia de los no alineados, enmendado, retocado, matizado, alargado para poder encontrar equilibrios y compromisos. No ha sido solamente el espinoso tema de la guerra entre dos miembros _Irak e Irán- y de la petición de capitalidad de uno de ellos -la de Bagdad- para la próxima reunión lo que ha dificultado el final, sino la necesidad de conjuntar toda esta dispersión. Y una cierta voluntad de tránsito. Se pasa de la presidencia de Fidel Castro a la de Indira Gandhi. Castro ha sido duro, activo, militante en una línea monótona: la de la culpabilidad global de Estados Unidos en la rapiña de los países pobres y, por tanto, de la descripción de la URSS como ayuda necesaria. Es la historia de su isla, contada a su manera: el inconmensurable error de Estados Unidos con Cuba fue restañado por la ayuda soviética, que permanece. Para Indira Gandhi, el juego entre la URSS y Estados Unidos representa una distancia mayor de los dos polos, una posibilidad de recaudación de beneficios y de ayudas. Vuelve un poco a los principios del neutralismo de su padre, el Pandit Nehru -que inventó la palabra- y a los del mariscal Tito, que libró sus últimas batallas políticas, anciano y enfermo, tratando de oponerse a la sovietización de Castro. El discurso de despedida del dirigente cubano, el de incorporación de Indira Gandhi, señalaban en el espacio de unas horas la intención del tránsito. Y en el documento final aparecen las contradicciones.No sólo son contradicciones entre estas dos líneas básicas de pensamiento, sino entre las muchas maneras que tienen los llamados no alineados de enfrentarse con una vida difícil, en la que aparecen como agredidos y como expoliados: continuamente, como utilizados. Las páginas dedicadas a América están cuajadas de alusiones a Estados Unidos como agresor, y en esa redacción se han unido países como Cuba y Argentina: Argentina, que fue protegida y hasta diseñada para erguirse contra el progreso del cubanismo en el continente y que, tras la desgracia de las Malvinas, ha cambiado de bando, aunque no de régimen. La URSS sale como agresora de Afganistán, pero sólo en la sombra, como una potencia extranjera. Y como una nación que sólo presta ayuda a cambio de algo, y ese algo puede ser la venta al diablo: es decir, lo mismo que la ayuda selectiva de Reagan.
De los tiempos de Nehru y Tito, con el otro gran creador del neutralismo que fue Nasser, quedan unas circunstancias permanentes, otras cambiantes. Las permanentes están en que el Tercer Mundo sigue siendo agredido y depredado: a veces, por una intervención directa de los grandes, a veces, porque sus propios miembros actúan como agentes de aquéllos. La miseria, el hambre, el analfabetismo, la mortalidad infantil y prematura han aumentado, y crecen geométricamente las distancias entre ellos y los países desarrollados. Son escenario de guerras preliminares o de guerras de sustitución. Las cambiantes están en que las nociones de inevitabilidad de esa condición están dejando de existir. Hay en marcha creciente unos revolucionarismos que van sustituyendo la organización del Tercer Mundo y hasta la de sus propios Gobiernos.
Lo que es hoy el mundo de los no alineados es, por lo menos, un triángulo de sucesos: el lado de los pueblos en estado de revolución como salida inevitable a una situación peor cotidiana; el de unos Gobiernos que intentan sobreponerse a ésos pueblos en sentidos distintos, y enfrentados entre sí; y el campo de batalla de las dos grandes potencias es el tercer lado. Un campo de batalla en el que se venden armas, se influye en Gobiernos y, sobre todo, se sigue extrayendo, como en los viejos tiempos, materia prima y mano de obra barata. La caída de los precios del petróleo forma parte de esa batalla.
La nueva presidencia de Indira Gandhi es dudoso que pueda resolver el problema. Una acción europea inteligente, sobre las bases del diálogo Norte-Sur, sobre posibilidades de mediación y de instalación de regímenes porosos y abiertos que evitaran los deslizamientos hacia la revolución dura por una parte, hacia el golpismo y el parafascismo, por otra, podría representar una salida, algo que sumar al esfuerzo de Gandhi. Pero parece también condenada por los hegemonismos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.