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Mayor crecimiento y disminución de la tasa de inflación, beneficios inmediatos de la caída del precio de los crudos

La reducción del precio del crudo arábigo ligero, decidida por la OPEP, supondrá un inmediato respiro en la larga batalla que libran las economías occidentales para salir de la crisis en que se encuentran desde que el cartel petrolero comenzó su dislocada carrera de incrementos en los albores de la revolución iraní, en 1979. Por de pronto, los expertos confían en que una reducción de, por lo menos, cuatro dólares en el barril del arábigo supondrá un punto más de crecimiento en el PIB conjunto de los países de la OCDE y quizá una diminución similar en la tasa de inflación. Los ahorros en las facturas petroleras serán aún más fáciles de sentir, aunque variarán según la estructura de compras de cada país.Para España, una reducción entre cuatro y cinco dólares en el crudo saudí supondrá una disminución algo menor en el coste medio del barril importado. Expertos del sector, como Roberto Centeno, estiman que podría alcanzar hasta tres dólares. El ahorro en dólares en la balanza de pagos podría suponer 1.300 millones de dólares (si se mantienen unas compras similares al pasado año, que fueron en torno a los 9.700 millones de dólares), aunque el efecto interno sería más discutible debido a la depreciación de la peseta con relación a la moneda de pago de los crudos.

Un grupo de expertos, vinculado al grupo que elabora estos días la revisión del Plan Energético Nacional (PEN), había hecho cálculos aproximadados de lo que podría suponer para España una baja de cuatro dólares que el precio de referencia OPEP. Según estos cálculos, realizados en función de que se mantengan estables los consumos de productos derivados del petróleo durante este año, la caída del precio supondrá para España la posibilidad de crecer medio punto más este año y de reducir en 3/4 de punto la inflación esperada. En términos de ahorro en dólares, las estimaciones se sitúan en torno a los mil millones de dólares.

Luis de Velasco, secretario de Estado para el Comercio, elevó ayer a 1.200 millones las estimaciones previas realizadas por su Ministerio, que situaban este ahorro en unos novecientos millones. La confirmación de que la baja del precio de los crudos será superior a cuatro dólares avala esta tesis, ya que por cada dólar que cae el petróleo se ahorran 275 millones de dólares en la factura, según estimaciones del Banco de España.

Los efectos generales sobre la economía española de una reducción de mil millones de dólares en la factura serán incluso superiores. El propio Velasco ha señalado que el déficit por cuenta corriente será, en 1983, inferior a 2.800 millones de dólares, cantidad que incluso puede descender según otros expertos. Asimismo, las noticias optimistas en el frente del petróleo han permitido ya a los redactores de los Presupuestos Generales del Estado para este año estimar a la baja las necesidades de financiación exterior, tanto del sector público como de las empresas. Así cabe esperar que de los 1.500 millones de endeudamiento institucional que en algún momento se pensó, cabe hablar ahora de algo más de mil millones de dólares.

Para el conjunto de países occidentales, los efectos serán beneficiosos, aunque quizá algo menos de lo que cabría esperar. La reducción de los ingresos en los países productores, especialmente de aquellos países en América Latina y Oriente Próximo que se están distinguiendo como importadores netos, tendrá un efecto reductor sobre el comercio mundial, que impedirá, a su vez, que éste crezca a las tasas que son necesarias para hacer de locomotora de la economía mundial.

Pero no hay que olvidar que el 80% del comercio mundial se centra en el área de la OCIDE y, por tanto, la caída de los precios del crudo estimulará el comercio entre los países occidentales, menos presionados ahora por sus facturas petroleras. En este sentido, puede hablarse de un beneficio directo para los Picos, un apaciguamiento de las tensiones y desequilibrios en los países del Tercer Mundo no productores de crudo y un claro empeoramiento de la situación económica en los productores de petróleo.

Al final, paradójicamente, van a ser los propios países de la OPEP los que pagarán la factura de una crisis que, sin lugar a duda, ellos mismos cocinaron en su incontrolada estrategia para maximizar su monocultivo: el petróleo. Toda una lección de Historia, como vaticinó Henry Kissinger en 1974.

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