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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El aborto y el miedo a la excomunión

A los defensores de la moderada despenalización del aborto se les quiere actualmente callar la boca fulminando contra ellos los rayos espirituales que tiene el clero guardados en su depósito de la fe; y se les amenaza con - ellos a quienes se atrevan a querer proceder con arreglo a su conciencia. ¿Pero es esto verdad? ¿El catolicismo condena a sus súbditos a una obediencia ciega en todo? Ciertamente esto se nos enseñó durante el franquismo. Y empezó como definición del catolicismo a partir de nuestros reyes Católicos. Postura que se exacerbó en el siglo pasado, por arte de nuestro reaccionarismo político-religioso; simbolizado en los grandes santones anti liberales. Que en Francia fue el retrógrado monseñor Segur con sus diatribas contra la libertad propugnada por la revolución francesa, y en España el presbítero catalán Sardá i Salvany, determinando que "el liberalismo es pecado" y quedándose tan ancho después de decirlo.Y en este siglo tuvimos dos exponentes hispánicos curiosos; monseñor Pildaín, el obispo de Canarias, mezcla incongruente de avanzado social y de retrógrado religioso, qué prohibía ver la televisión a sus curas, bajo pena de suspensión a divinis. O el ínclito cardenal Segura, que propagó un increíble catecismo en su archidiócesis, en el que se afirmaba que el socialismo es un sistema absurdo y, además, injusto", y que el Estado tiene como obligación "profesar el primero y amparar después, la única religión verdadera, que es la católica", prohibiendo el Gobierno "la libertad de enseñanza, de propaganda y de reunión".

Oscurantismo contra universalismo

Las cosas claras: se defendía que en España sólo debía haber un catolicismo totalmente oscurantista, que pedía como un derecho indiscutible "que el Estado debe sujetarse a la Iglesia".

Clericalismo total, como fundamento de la sociedad, del Gobierno y del Estado. Y clericalismo total, también, como estructura de nuestro cristianismo católico español. Pero, gracias a Dios, yo he aprendido que también hay otro tipo de catolicismo: el universalista, el que propugna que antes es el pensamiento universal que el pensamiento de nuestra cerrada Iglesia. española. Y que entiende este universalismo como algo abierto a todos los siglos, culturas y países, sin anquilosarse en un pensamiento particular ni de una época, ni de un obispo o de un Papa.

Y cuando leo, por ejemplo, la Historia de los Papas, de Ludwigvon Pastor, o la Historia de la Iglesia, de Hubert Jedin, se me esponja el ánimo y no me creo un hereje por discutir la corta visión de mi Iglesia española, ni la que mantiene un Papa determinado, como el actual, cuando pronuncia discursos de circunstancias o escribe una encíclica, porque la teología tradicional me enseña que ambos pueden equivocarse y que, de hecha, se han equivocado muchas veces.

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Con esta perspectiva procuro poner en su sitio todas las cosas. Y particularmente las amenazas eclesiásticas, que todavía llueven sobre nosotros con motivo del aborto.

Cojo en mis manos un ameno y documentadísimo libro de un jesuita y profesor de Derecho penal, el padre Julián Pereda, que se le ocurrió ilustrar a los aficionados taurinos acerca de las excomuniones que pesaban sobre los clérigos que asistían a las corridas de toros en la Edad Moderna. Y dice en él, para que se queden tranquilos sus colegas de hábito, que "cuando se prodigan las excomuniones, sin duda alguna que podría incurrirse en ellas sin haber cometido pecado mortal". ¿Por qué? Porque era un abuso aplicarlas a cualquier clase de pecados.

La Edad Media fue teatro de ello: los Papas se excomulgaban unos a otros en el tiempo del gran Cisma de occidente, y no dejaban a bicho viviente tranquilo con su carcaj de flechas espirituales, que lanzaban a diestro y siniestro.

Pero alguno replicará que hay cosas mucho más graves que matar a un toro, o que oponerse a un Papa en cosas discutibles. Y que nos encontramos ahora con la espada de Damocles que la Iglesia pone sobre nuestras cabezas con motivo- del aborto, que -sin duda- es algo muy serio.

Condiciones para la excomunión

Sin embargo, mal que les pese a aquellos clérigos que siempre pretenden que los fieles no sepamos toda la verdad, cojo la enciclopedia escrita toda ella por excelentes especialistas católicos llamada Catholicisme, y en su tomo XV, publicado en 1954, se habla de excomunión. Y allí se dice que "para incurrir en ella se precisan tres condiciones: 1. "que haya pecado formal"; 2. "que se trate de un delito grave, exterior y consumado", y 3. "queel transgresor no ignore la existencia de esta censura". Y entonces me pregunto: ¿Qué ocurre en la práctica? "Es preciso pensar -continúa diciendo el teólogo-, que a menudo el delincuente, sobre todo si es un seglar, escape a la excomunión", por dos razones. 1. "porque su falta, aun en materia grave, carece de gravedad formal", y 2. "o porque ignora la existencia de la censura prevista contra ella".

O sea: que cuando uno, en su conciencia, crea que puede acogerse a la nueva ley Penal que prepara el Gobierno sobre el aborto, no comete entonces pecado formal, porque actúa de buena fe, al estar convencido personalmente de que puede y debe hacerlo en su caso concreto, por más que diga una parte del clero español lo contrario, y entonces no puede ya incurrir en, excomunión, según leo en este estudio católico tradicional y nada progresista, que adoctrina en este sentido al confesor que oye a un católico que acude a él con este hecho consumado por él.

Esta es, para mí, la verdad abierta de la iglesia universal, y -por eso- me inclino a seguir siendo católico universal, no católico hispánico de ese nacionalcatolicismo que quiere reaparecer ahora entre nosotros.

Enrique Miret Magdalena es director del Patronato de Protección de Menores y comentarista de temas religiosos.

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