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Tadeusz Kantor cree que la muerte define el arte escénico

Tomàs Delclós

La primera venida a España de Tadeusz Kantor dejó a Barcelona en la cuneta, por decisión de las autoridades correspondientes, que no quisieron gastarse el dinero en el director polaco. Ahora el espectador barcelonés podrá presenciar por primera vez un espectáculo suyo, La clase muerta, que se presenta esta noche y que se mantendrá en escena desde el 9 hasta el 13 de marzo. Kantor se define como incorformista y antioficialista.El título del montaje incluye la mención a un concepto, a un estado, que para Kantor es definitorio del arte: la muerte. Idea que le surgió viendo a un actor acercarse al proscenio. "Lo vi como si se me acercara la muerte, alguien que viene de la eternidad. Al cabo de los años recordé aquella impresión fugaz y descubrí que la razón suprema del actor radica en la presentación de la imagen del hombre en este momento, el de la muerte,. en que vemos por primera vez al ser humano. Es como un shock metafísico con el que reencontramos la imagen perdida del hombre. Mientras vivimos nos relacionamos con los otros, pero no captamos esta imagen".

El actor, dice Kantor, debe tener la condición de parecido a la muerte, y explica que comprendió que este problema tan profundo podía explicarse a través de cosas sencillas, "a través de la noción de realidad baja, presente en mis pinturas, en mis happenings, en mi teatro, en la tradición literaria polaca y, en general, en todo el arte. Donde hay la noción de muerte existe la de realidad baja. En La clase muerta el modelo del actor es el del hombre muerto. Cuando en la calle vemos a la víctima de un accidente, nos acercamos curiosos, pero, al mismo tiempo, somos rechazados por su contemplación. Esta ambigüedad la siente el espectador de teatro. Si el muerto estuviera vivo, sentiría vergüenza. Al igual que el actor en el escenario". También el arte existe en función de la muerte. "Dicen que la cultura está a punto de morir, pero estas predicciones no se han verificado. Quizás en el arte hay algo condenado desde el principio, incurable, pero no es su decadencia, es la presencia de la muerte".

Kantor, preguntado sobre las influencias recibidas, cita el dadaísmo. "Aprecio el trabajo de Artaud, a quien, Breton expulsó del grupo surrealista. Yo soy descendiente de los dadaístas porque, para mí, la realidad es el punto de partida, no tanto el sueño o la imagen fundada en el inconsciente. También tengo un débito con Duchamp y con la tradición polaca. Algunos literatos polacos anuncian las nociones de muerte, martirio y sufrimiento antes de que Artaud formule su teatro de la crueldad".

El pintor y hombre de teatro polaco rechaza etiquetas vanales como la de ser un vanguardista. "Se dice que la vanguardia no existe, que tenemos posvanguardia. La vida del arte es el desarrollo permanente y si hay desarrollo existe la vanguardia, incluso en épocas en que desaparece esta noción. Lo peligroso es la vanguardia como moda. Lo que sí es cierto es que me siento al margen de esas modas. Mi teatro rechaza la oficialidad, la institucionalización y el conformismo bajo cualquier forma". Su condición de pintor considera que no debe obligarle a mimetismos cuando dirige una pieza teatral. "La pintura, en el siglo XX, es el lugar neurálgico de la vanguardia, pero para hacer teatro es necesario el riesgo. Si rehuyes la búsqueda y el descubrimiento, entras en la vía estrecha del profesionalismo".

Kantor regresa eternamente a sus postulados estéticos. "Gordon, Craig explica que en algún lugar, cerca del Ganges, dos mujeres penetraron en el templo de la Divina Marioneta que guardaba los secretos del auténtico teatro. Le envidiaron y mandaron crear otro templo y con su vulgar parodia nació el teatro moderno. Mi idea mítica del nacimiento del teatro, que explico en provecho propio, es que, en los inicios, existía la comunidad con sus rituales. De pronto, alguien se cansa de la comunidad, quiere ser herético, individuo, y sale del círculo. Sabía que debía aislarse, diferenciarse y, al mismo tiempo, ser creíble para los demás. Ahí nace el teatro, el actor distinto y que resulta parecido al espectador". Y, obviamente, esta condición de actor la cumple el hombre muerto, que se ve como objeto. No es un problema funerario, sino de vida".

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