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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rumasa y su ejemplo perverso

LA RAYA del horizonte de la economía española sigue tapada por los nubarrones del estancamiento, el paro, la inflación, la crisis financiera, fruto, en gran medida, de una economía poco productiva e incapaz de devolver los créditos recibidos y con un déficit público rampante.Mientras tanto, según se avanza en la investigación del caso Rumasa, se evidencia cada vez más el caos organizativo del holding, que algunos empiezan a interpretar no como los excesos de un empresario tan megalómano como emprendedor, sino como la punta del iceberg de algo más sólido y preocupante. Parece fuera de duda que el Gobierno no sabía de la misa la media cuando expropió el holding y que ésta fue una decisión en gran parte forzada por ese propio desconocimiento. Existe ahora la sospecha de que la medida expropiadora puede poner de relieve cosas que no se intentaban destapar y desatar crisis de difícil control para cualquier Gobierno. Pero no conviene caer en la paranoia y, mientras se estudian y valoran las ramificaciones del tema, merece la pena hacer algunas reflexiones estrictamente económicas.

La expropiación y gestión del grupo por el Estado, simplemente si se quieren blanquear las prácticas irregulares y reconstruir el capital de los bancos, implica unos gastos iniciales y, sin duda, unos costes de funcionamiento tan elevados o más que los actuales. La estructura del grupo, con independencia de las quimeras visionarias de Ruiz-Mateos, se acomodaba en gran parte a las exigencias de una situación de bajos beneficios y costes crecientes. La supervivencia y las ansias expansionistas generaban, según parece, la creación de dobles y triples contabilidades, junto a eventuales prácticas fiscales fraudulentas. El grupo disponía de un flujo continuo de liquidez gracias al pago de unos elevados intereses por los depósitos, la utilización de letras avaladas no contabilizadas e incluso la puesta en circulación de pagarés a la vista emitidos por la misma Rumasa, SA. Esta financiación tan especial no será fácil reemplazarla ni tampoco abaratarla. En definitiva, Rumasa malvivía mediante una economía muy irregular, poco respetuosa con la legalidad vigente y con costes muy ajustados. Transformar este esquema no va a resultar fácil para el Estado, y de ahí el temor de que los Presupuestos Generales se encuentren con un nuevo sumando a añadir al déficit.

En virtud del interés social de la operación de expropiación, como afirma un editorial de El Socialista, el Estado ha reemprendido la vieja práctica de asumir pérdidas y garantizar el empleo y la actividad con cargo a sus Presupuestos. La diferencia es que ahora el adquirente no es el INI, como antaño, sino el Patrimonio. Los dineros, sin embargo, serán los de los contribuyentes y, en última instancia, vendrán también de un sector privado cada vez más reducido, más enfrentado a las ferocidades ole la crisis y más castigado por la financiación del déficit público. La reacción ante el gesto protector del Estado está siendo la de correr a guarecerse en su seno. El propio ministro de Hacienda leyó a los diputados un telegrama con el asombro e indignación de los trabajadores de la Cartuja de Sevilla por no estar ya torneando las tazas y búcaros con el marchamo del Estado. Aplicando esta filosofía, la asunción de riesgos por las empresas -algo ineludible en un sistema socioeconómico como el nuestro- disminuye mientras aumenta el número de ellas en dificultades. Grandes empresas, como Explosivos, Endasa, astilleros, siderúrgicas, Seat, Hunosa y un interminable etcétera. Cooperativas de crédito, como las cajas rurales y otras no rurales. Empresas del propio Patrimonio, como la Renfe e Hytasa. Ayuntamientos, como Barcelona y Madrid, con los déficit más altos de Europa, sin incluir en los mismos las demoras en el pago de las cuotas de la Seguridad Social... No estamos seguros de que la estrategia adoptada por este Gobierno y los anteriores no sea, paradójicamente, muy parecida a la empleada por Rumasa: la huida hacia adelante, asumiendo más y más pérdidas que sumar al déficit y emprendiendo inversiones previsiblemente ruisonas, como la de Presur. Entre tanto, se espera la llegada de un mañana mejor gracias a la recuperación de la economía norteamericana y a sus efectos benefactores y fulminantes en la nuestra.

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Si el modelo Rumasa es peligroso -y el Gobierno demuestra cada día más convincentemente que lo es-, no parece sensato adoptar uno equivalente en la conducción de la política económica general. Si un mañana mejor era para Rumasa la justificación de un caos pasajero, sin cuidar el pasivo y sin sanear su activo, no debe repetir el Estado la misma conducta temeraria. El mañana mejor sólo se consigue aceptando el presente, mediante el ajuste del sistema económico y la adopción de los sacrificios que se debe exigir un país a sí mismo cuando vive por encima de sus posibilidades. De otra manera, no podrá seguir diciendo el ministro Boyer que el Estado es la empresa más segura del mundo y que no hay mayor seguridad que la del Estado, pues hay Estados que suspenden pagos.

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