María de Avila, asustada e ilusionada, se prepara para dirigir los Ballets Nacionales
María de Avila, la nueva directora de los Ballets Nacionales, barcelonesa, de 62 años, dice que su trabajo va a consistir en abrir el camino a todos aquellos coreógrafos que tengan algo que mostrar y a popularizar el ballet a base de abaratar el precio de las entradas. Ilusionada y asustada por la responsabilidad del cargo para el que la acaban de nombrar, se dispone ya a cerrar la casa en la que durante los últimos años ha vivido en Zaragoza para venir a Madrid.
Es una mujer de aspecto convencional y tranquilo y, al menos aparentemente, no da muestras de ninguna clase de divismo. Habla muy bajito y sus respuestas son siempre escuetas. Parca en gestos y palabras, cuenta que el ballet es y ha sido lo más importante de su vida."Empecé a bailar a los diez años, pero desde que puedo recordar, mi única fijación era el baile. No sé a qué se debió esta afición ya infantil, porque no había ningún antecedente familiar. Yo sólo sé que quería bailar. De todo. Luego, mi afición se decantó por la danza clásica".
Casada con José María Gil, director de una empresa de cemento, y madre de una hija, después de la guerra se convierte en la primera bailarina del Gran Teatro del Liceo de Barcelona. Forma varias compañías propias. En 1954 abre un estudio de danza académica en Zaragoza y a partir de ahí se dedica de lleno a la enseñanza. Los más importantes coreógrafos han pasado por su estudio (Víctor Ullate, Carmen Roche, Cristina Miñana, María Dolores García Gómez).
Dentro de unos días, no sabe cuántos, cuando vuelva a Madrid, empezará a trabajar en los Ballets Nacionales. Ante todo, dice que no quiere personalismos en las compañías, "porque tienen que entender que son unos ballets nacionales, de todos, y no de fulanito o menganito; hay una gran necesidad de coreógrafos y de dar a conocer las coreografías de los grandes maestros".
Cuando se le comenta que tiene fama de ser partidaria de un ballet excesivamente clásico y académico, responde que "lo que no se puede ignorar es la parte clásica y pura de la danza, en la que está basado todo lo demás "Nunca he entendido los enfrentamientos entre el tu-tu y las mallas, porque tengo muy claro que hay una danza clásica a partir de la cual se pueden hacer otras cosas, no al revés".
La permanencia de Antonio al frente del Español es considerada como muy positiva por María de Avila. "Antonio seguirá porque he hablado con él y está dispuesto a proseguir al frente del Ballet Español y a mí me parece muy bien que así sea".
De Víctor Ullate, a quien ayer mismo le fue comunicado el cese al frente del ballet nacional por boca del director general de Música y Teatro, prefiere no hablar.
"Lo único que sé es que me comunicaron su dimisión casi al tiempo que mi nombramiento. Cuando me incorporé al frente de la dirección de ballés nacionales estudiaremos como se resuelve el terna". Con la austeridad verbal que caracteriza toda su conversación, deja claro que ya se ocupará del tema cuando se instale en Madrid.
De planes inmediatos dice que aún no puede hablar, pero que quiere conseguir atraer al máximo de público para este espectáculo. "Ofreciendo las mejores coreografías y abaratando las entradas. Creo que sí hay un interés muy grande por parte del público y que éste quiere que se le ofrezcan cosas. Si lo hacemos bien, estoy convencida de que la gente responderá".
Aficionada al golf
María de Avila dice estar un poco abrumada ante los cambios que se puedan producir en su vida profesional y artística. De su vida rutinaria en Zaragoza, dedicada a sus clases y ensayos desde las nueve de la mañana hasta última hora de la tarde, cree que va a quedar poco cuando se instale en Madrid, porque además quiere hacer compatible su nueva actividad con las clases en su academia de Zaragoza. "No sé cómo lo haré", comenta sonriendo, "pero no lo puedo dejar. Sé que aquí el trabajo va a ser mucho. Es además un cargo administrativo en el que me tengo que ocupar de rendir toda clase de cuentas".Su tiempo de ocio lo dedicaba hasta ahora a actividades tranquilas compartidas con su marido: ver un rato la televisión, oír música. "Cosas tranquilas, porque yo ya tengo 62 años y mucha actividad diaria. Me gusta relajarme jugando al golf y para eso me temo que no me va a quedar tiempo".
Termina contando que le preocupan las noticias diarias porque, aunque no milite políticamente en ningún partido, tiene sus propias ideas y le interesan las cosas de su tiempo.
Babelia
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