El niño
Lo que hace falta saber es si con este niño se le ha pegado el alto -y el tiro de gracia- al socialismo democrático, o si con lo de este niño se ha suicidado moralmente un Cuerpo.Anoche estuve en el Colegio Mayor Santa María del Pino hablándoles a las niñas y las monjas (de civiles) de nuevo y viejo periodismo. Aquel que recibe una pistola del Estado debe saber que el arma es un símbolo más que una herramienta. Esto me parece que no se les ha explicado, y la culpa es de nuestras sempiternas autoridades, no del profesional de los caminos, que no conoce más letra pequeña que la del reglamento. Hay sitios donde socialistas y socialdemócratas, recién nombrados como directivos o presidentes, se encuentran con el mar de los Sargazos de la burocracia franquista, que sigue incógnito. No se hace una reforma, tíos, con el personal de la dictadura. El fascista sigue siendo fascista por muy, temprano que se levante, y ahora tengo oído que se levantan cuando "apriesa cantan los gallos, ya quieren quebrar albores". El dibujo de Máximo, en este periódico, me ha hecho llorar. Cómo emociona la emoción de los "cartesianos". Las ninfas del Pino me hacían preguntas reticentes, resistentes, indagantes. Se ve que no van a ser pasotas ni liberadas ni acratillas ni modernas de ahora , ni rien de rien. La enseñanza religiosa, pues (en cuya polémica sigue olvidándose a los colegios mayores), tiene sus efectos narcotizantes hasta que las ninfas dejan de serio. Nabokov ya se ha muerto y Ada o el ardor me parece que ha perdido mucho ardor, con la menopausia.
Me llega el carpetón con los artículos para el premio González Ruano. El primer nombre conocido que encuentro en la relación de concursantes es el de Enrique de Aguinaga, que hizo la columna municipal en Arriba muchos años, con marcha, cuando yo era pequeñito, y luego se pasó de la crítica municipal a la Administración municipal, como tantos, en un curioso mercado de rehenes que fomentaron mucho Mayalde y otros alcaldes que no ejercieron en balde. O sea, que es lo que me dijo una vez don José María de Cossío, con sus dientes feos y su risa verde de ranita de cuento:
-Mire usted, Umbral, desengáñese. Aquí en España, en cuanto se averigua un poco, somos siempre los mismos, una gran familia: toreros, duquesas, nobles y escritores.
Quiero encontrar mi caballo ganador entre el nuevo periodismo (también les hablé de esto a las pequeñitas, sí, y qué adorables algunas), pero lo primero me sale Aguinaga, una ilustre carroza de Aniba.
Son siempre los mismos, presidente González, lo cual que o se va a la depuración, aunque la palabra tenga connotaciones siberianas, o aquí no damos un paso. La monja me decía, muy liberal:
-Todavía no se creen que haya venido usted. Es como una aparición . Tienen que reaccionar. Vamos a esperar un poco.
Ya es algo, en fin, que yo me aparezca a unas colegialas como a otros escritores se les aparece la Virgen, y que mi aparición laica la propicien unas monjas civiles. O sea, que se hace,camino al andar, yes, pero la enseñanza religiosa -"pública", qué burda paradoja- y la Administración de cuando Berenguer hacen posible que el administrativo, si gasta pistola, la descargue sobre un niño dominical de dos años. La culpa no es del administrativo, claro, sino de la pistola y de quien se la da.
A Juan Félix Domínguez Martín de la Fuente, una intensa biografia de dos años de edad, lo ha matado, para qué vamos a engañarnos, la Administración, una Administración española que, armada o inerme, es todavía isabelina o isabelona, inercial y cruenta, y que está muy enseñada a que todos los españoles somos culpables mientras no se demuestre lo contrario. Hasta los de dos años.
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