Torrelodones, con casino pero sin instituto
La filial del instituto Jaime Ferrán en Torrelodones, que depende de Villalba y cubre -es un decir- la escolarización superior de Galapagar, Hoyo de Manzanares, Colmenarejo y el propio Torrelodones, está en una situación que resulta difícil de creer. Como no hay comedor -ni patio, ni gimnasio, ni laboratorio, ni tutorías, ni...-, las clases sólo duran, en el mejor de los casos, cincuenta minutos (con frecuencia sólo treinta, pues a tres kilómetros hay otro trozo del supuesto centro que debe ser atendido por los mismos profesores), a fin de que la jornada escolar concluya a las tres de la tarde y alumnos y profesores puedan ir a comer a sus casas antes de las cuatro (los que residen en Galapagar, ni eso, pues han suprimido el autobús de las tres). Las diminutas aulas del desvencijado edificio han sido divididas en dos por un sutil panel de contrachapado, con lo que los cuarenta niños que se ensamblan en cada clase-cuchitril oyen al mismo tiempo las explicaciones de su profesor y las del de la clase de al lado; los que están en una clase del fondo deben esperar a que se vacíe la de la entrada para poder salir (el alumno que llega tarde o que tiene que ir al lavabo crea serios problemas); cuando un profesor pone un examen, tiene que rogar al contiguo que se abstenga de dar la lección... (Más sorprendente aún resulta la forma en que una profesora embarazada se ve obligada a impartir la clase, ¡de perfil!, para que su abultado vientre no roce las caras de los sufridos niños.) Un único y escuálido servicio recoge las deyecciones de profesores y alumnos. Las ventanas, pequeñas y escasas, no proporcionan apenas luz ni ventilación, con lo que el ambiente de los interiores es lúgubre y maloliente. El equipamiento del singular centro es, consecuentemente, mínimo: si fuera mayor no habría dónde ponerlo (no hay, por ejemplo, percheros; claro que, como apenas hay calefacción...). En fin, cualquier tipo de actividad que no sea la estrictamente docente está totalmente descartada, y ésa se realiza en condiciones tan precarias que dista mucho de ser eficaz. Y lo peor de todo es que no se ve ninguna solución a corto o medio plazo, pues las obras de construcción del nuevo instituto no están ni iniciadas, y no parece que ni al Ministerio ni a la APA (sólo se ocupa de Villalba) ni al Ayuntamiento les importe nada de esto: al fin y al cabo, son sólo quinientos niños y un puñado de profesores los afectados, y, por otra parte, Torrelodones ya tiene un hermoso casino. /
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