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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Un artículo de Díez-Alegría

Me refiero al artículo que EL PAIS del día 23 de enero de 1983 publica bajo el título Contribución a un diálogo sobre el aborto.Es un hecho científicamente constatado que hay vida en el seno materno desde el momento mismo de la fecundación, y es así -confirma el sentido común- porque el espermatozoide y el óvulo son elementos vivos, que siguen un proceso de desarrollo y dan lugar, nueve meses después, de no mediar aborto, a un ser humano. Si desde el principio hay vida, y además una vida humana con entidad genética propia y aparte de la vida de la madre, es evidente que interrumpir el proceso en cualquier momento de la gestación es eliminar una vida.

Esto dicho, y atendido el aserto del autor de que la postura religiosa sobre el aborto (y digo, generalizando, religiosa porque no sólo los católicos en general rechazan el aborto) "no goza del carisma de la infalibilidad", es comprensible que sea materia opinable para todo creyente católico. Pero, me parece, es opinable únicamente en cuanto pura teoría, opinabilidad invalidada ante el hecho de que, en el terreno de la práctica, la admisión del aborto implica una muerte: la del no nacido. Y esto, desde luego, no es materia opinable en absoluto; no sólo porque hay un mandamiento divino que dice no matarás, sino que, por añadidura, la misma sociedad civil persigue y condena el matar. Y eso es una "situación social y jurídica interna e internacional" de mayor entidad, más admitida, generalizada y contundente que la de la mujer que, habiendo concebido, no quiere ser madre. Aparte de que el derecho a la vida es el más elemental; según reconoce la sociedad toda y nuestra Constitución, este derecho prevalece sobre cualquier otro, incluido el pretendido derecho de la madre a abortar.

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Resumiendo: estimo que el único enfoque admisible y válido, tratándose del aborto (prescindiendo, como bien dice el padre Díez-Alegría, de toda connotación de fe, religiosidad o irreligiosidad), es considerar si el concebido es algo vivo o no (el sentido común, además del testimonio afirmativo de la ciencia, dice que sí porque de una cosa muerta no nace una criatura). Y si es algo vivo, eliminar ese algo vivo es suprimir una vida; es matar.

Esa es, creo, la cruda realidad: todo lo demás entiendo son disquisiciones marginales, desviarse, desvirtuar la verdadera entraña del problema, la que, en buena ética, no permite admitir el aborto. / Francisco Vizcarro.

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