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Tribuna
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El bocadillo

En la movida del fin de semana entre el Gobierno, los empresarios, las patronales y los banqueros, los patronos se han negado a debatir o negociar el bocadillo de los currantes. Parece que les estoy oyendo:- Por ahí sí nos pasamos, por el bocadillo.

Una ordinariez, claro, para discutirla en la cumbre. El bocadillo es, naturalmente, el bocata que se toma el proletariat a media mañana (que han salido del cinturón industrial de madrugada, con un cafelito de recuelo), un tiempo de descanso, entre diez y veinte minutos, para jalar y hacer aguas. Patronos y patronales se niegan ahora a ampliar el tiempo del bocadillo, y no por usura horaria, como pudiera creerse burdamente, sino porque del bocadillo nació, nada menos que Comisiones Obreras, un suponer. El bocadillo es el reino por diez minutos del productor en. el mundo de la producción. Marcelino Camacho, en la Perkins, tocado él del corazón y de los ficheros policiales, consiguió hacer del tiempo luminoso y esporádico del bocadillo, no una glosa apresurada de Pirri o Amancio, que es lo que era, sino un proyecto sugestivo de vida social / sindical en común (y uso la frase orteguiana porque Ortega es actualidad entre el socialismo italiano). Los jerifaltes de hogaño le temen al bocadillo: mucho menos tiempo / ocio que el que ellos invierten en el cubata que se les sube al despacho, o en escuchar a la santa esposa (bien que con paciencia y sin ganas, reconozcámoslo), que la peluquería está imposible esa mañana y que Llongueras no acaba de encontrarle a uno la imagen. La parienta del proletariat no tiene tantos problemas con Llongueras, es cierto, pero ya digo que lo de la patronal, respecto del bocata, no es una usura horaria, que no son tan mezquinos ni bordes, no hagamos demagogia, sino una usura ideológica. Saben las patronales que el bocata / patata es una asamblea relámpago y que, si Marianne tomó La Bastilla con un seno fuera, los currantes pueden tomar la Historia con el bocadillo de berberechos en la mano. A lo que más teme Ferrer-Salat es a los berberechos. Los berberechos, los bereberes, las tradicionales invasiones padecidas por nuestra cristiandad paleocapitalista y multifeudal. Ahora se está gestando una derecha neolerrouxista de cualquier autonomía, porque Fraga, el Uzcudun de la derecha eterna, cantada por Federico de Urrutia, está cansado y hasta en las conversaciones admite que viene dando paso a los renuevos, Caras de Plata y hermosos segundones. Sólo que ese neolerrouxismo de derechas y no necesariamente catalán (dispuesto a cambiar Cataluña, o lo que sea, por Madrid, en cualquier momento, y el lúcido, irónico y lúdico Antonio de Senillosa ya me entiende: Senillosa es como un Bradomín pensado por Lorenzo Vigalonga), se ha aproximado al caudrilátero de Fraga, para acercarle la toalla que tiene que tirar, haciendo como que es el paño consolador de la Verónica. Don manuel, que conserva de la revolución-nacionalsindicalista-y-de-las-jons, un cierto sentido populista / poujadista que le lleva a preguntar todo el rato por el precio de los garbanzos, no puede comprender tanto cinismo: o sea, que haya alguien más a la derecha de él, y por cuya inspiración, las patronales se niegan a negociar una cosa tan inocente como el bocata a pie de fresadora o tren laminador. El populismo tardofranquista dejó nacer CC OO de los diez minutos del bocata, pintadas verbales de Marcelino / Aríza, y eso sí que no.

Anoche he escuchado a Ian McKeifen en su Shakespeare / show del Español, interpretando irónicamente al genio. Ese distanciamiento británico respecto de los clásicos y los pobres (Trade Unions) es lo que les falta a nuestros empresarios y políticos para ser londinenses. Reprimir el bocata / bocado es propiciar el mordisco.

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