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Mejoran las bolsas de Estados Unidos, pese al fracaso de la OPEP y al mensaje de Reagan

En las bolsas de valores norteamericanas, el declive iniciado a raiz del fracaso de la última reunión de los exportadores de petróleo miembros de la OPEP ha resultado de corto alcance. No ha tardado en imponerse otra vez la euforia que ha sido nota dominante desde fin de año. En opinión de los expertos de Drexel, ello es normal, puesto que, al margen del bien o mal entendido interés de las firmas petroleras, se sobrepone el de la industria en general; y el futuro de ésta depende en gran medida del coste de la energía.Es poco favorable para el dólar el desacuerdo en el seno de la OPEP, puesto que implica la posibilidad de que se incorporen más países al elenco de los que ya se encuentran al borde de la suspensión de pagos o de la quiebra a, nivel nacional, agravando con ello la muy vulnerable situación del sistema bancario internacional.

Existe indiferencia o decepción después de conocido el mensaje de Reagan a la nación. En materia económica se ha limitado a decir que la situación no era buena, que para estimular la inversión habrá que mantener una política de bajos tipos de interés, que el gasto público es excesivo (la propia Administración reconoce para 1983 un déficit presupuestario de 200.000 millones de dólares) y que para 1984-1986 piensa congelar aquel gasto en los actuales niveles (en el supuesto -y es mucho suponer- de que durante todo el trienio continúe Reagan al frente de los destinos de la nación).

En principio, parece difícil casar la idea de unos tipos de interés más bajos con la realidad de tan profunda sima presupuestaria, que implica un masivo recurso al empréstito, salvo acudir a la peligrosa alternativa de la inflación. Tal eventualidad ha sido rechazada de plano, primero por el propio Reagan y luego por Volcker, presidente de la Reserva Federal).

Las opiniones de los expertos coinciden en que las tesis de Reagan no van a remediar la situación económica ni poner coto al gasto público. Pero la vida sigue, y a veces atina por sí misma con los remedios que los médico-brujos de la política buscan en vano. De hecho, se mantiene el optimismo, con sus naturales momentos de alza y de baja, y no de forma arbitraria. El producto nacional bruto subió en el último trimestre de 1982; ahora se presume que seguirá bajando el coste de los medios energéticos; la General Motor vuelve a admitir a 21.000 trabajadores despedidos en los momentos de mayor depresión; y el promedio de los indicadores económicos de diciembre muestra un incremento del 1,5%, inusitado desde septiembre de 1980.

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