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El apoyo de los 'no alineados' a Managua puede forzar a Washington a negociar con Nicaragua

La dura crítica contra Estados Unidos del comunicado de Managua, adoptado por el Movimiento de Países No Alineados, podría forzar una negociación entre Washington y Managua en busca de una salida a la crisis en Centroamérica. La Administración Reagan aún no ha reaccionado al comunicado de los no alineados, resolución preparatoria de la cumbre de Nueva Delhi, valorado en Washington como un logro de la línea dura, encabezada por Cuba y Nicaragua, contra la política norteamericana en la zona.

El comunicado de los no alineados confirma, por otra parte, que la estrategia norteamericana de operaciones encubiertas, como la destinada a desestabilizar el régimen sandinista a partir del apoyo a los ex guardias somocistas y otros grupos disidentes, es un arma de doble filo para la Administración Reagan. Los no alineados centraron en la situación latinoamericana sus cinco días de reuniones en Managua.Todos los puntos adoptados suponen una seria denuncia de la política de Reagan en la zona. Citan "la agresión contra Nicaragua" propiciada por Estados Unidos, la utilización de Israel por parte de EE UU para su "política intervencionista en Latinoamérica", la "sistemática campaña de desestabilización económica" contra Nicaragua y la "llamada para una negociación, sin condiciones, en El Salvador".

El silencio oficial de Washington al comunicado de Managua ilustra que EE UU no esperaba otra cosa de la sesión de los no alineados en Nicaragua. Un movimiento, por otra parte, que Norteamérica nunca vio con simpatías, por sus claras orientaciones tercermundistas. EE UU espera que impere el mismo tono en la reunión de jefes de Estado de los no alineados, a celebrar a finales de marzo en Nueva Delhi.

Es probable que antes de la cita de los no alineados en la capital de la India la Administración Reagan intente alguna acción diplomática destinada a moderar su imagen intervencionista en Centroamérica. Pero, de momento, los hechos demuestran lo contrario.

Al término de su gira latinoamericana del pasado mes de diciembre, el presidente Reagan confirmó su intransigencia ante soluciones negociadas en Centroamérica, en el curso de sus entrevistas con los primeros mandatarios de El Salvador, Costa Rica, Honduras y Guatemala. Las tensiones sociales en la zona son analizadas en Washington como "subversión marxista", orquestada por la Unión Soviética, vía Cuba y Nicaragua. Para la Administración Reagan la única salida posible parece ser el refuerzo de los Gobiernos establecidos, con envío de armas y consejeros para combatir a los rebeldes.

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La Administración Reagan se prepara para defender en el Congreso la mejora experimentada en el respeto de los derechos humanos en El Salvador, como paso necesario para reanudar y aumentar la ayuda económica y militar. Las constantes violaciones de los derechos humanos por parte de la sangrienta dictadura del general Efraín Ríos Montt, en Guatemala, tampoco impide que Ronald Reagan haya reanudado el envío de material militar a Guatemala.

Aunque dentro de la Administración Reagan hay elementos más moderados en relación con Centroamérica, como ilustra el lenguaje del secretario de Estado, George Shultz, resulta difícil predecir un cambio sustancial en la política centroamericana de Washington. Las posiciones ideológicas entre los sandinistas y los reaganistas están demasiado alejadas. EE UU evitará, probablemente, una intervención directa en Centroamérica, de incalculables repercusiones para la política interior y exterior de la Administración Reagan, pero, difícilmente aceptará un diálogo que promueva un cambio social en Centroamérica.

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