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Crítica:FOLKLORE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Lola Flores, un espectáculo de barraca

Lola Flores volvió a nosotros. A quienes tuvimos el placer de asistir al estreno de su nuevo espectáculo, Con casta, y a quienes en días, semanas o meses sucesivos irán acudiendo al teatro de La Latina bajo el reclamo de su nombre. Y con ella volvió esa forma de hacer, decir y pensar que durante largos años se enseñoreó de nuestro país sin respuesta posible, sin ninguna actitud crítica.

Uno es persona que acude raramente a espectáculos de este tipo, y lo hizo, en esta ocasión, con la mirada expectante y el ánimo bien dispuesto. Esperaba encontrar, ya que no algo actual, sí por lo menos los reflejos de un arte que fue y el montaje lujoso y estudiado que se debe exigir a nuestra primera estrella del género. Pero no hubo nada de esto.Ya la entrada era desoladora. No es por nada, pero lo más espectacular fue la presencia de Bibi Andersen, que es joven y llegó pronto, mientras Carmen Sevilla entró en el patio de butacas a punto de empezar.

Ya que los Marismeños no engañaron y demostraron ser unos profesionales. Hicieron lo suyo, que es cante chico y son sevillanas rocieras, rumbas o fandangos. Allí iban sus mensajes equívocos pero no chabacanos.

Desgraciadamente siguió Chicho Gordillo, un ejemplar humano y artístico cuya crítica, caso de tener estómago para hacerla, debiera estar compuesta por los insultos más graves.

A continuación tuvimos a la Chunga. Entrada en años y todo, sus dos únicos bailes fueron de lo poco significativo de la velada por cuanto su erotismo y su clase todavía merecen la pena de ser contemplados. Sin embargo, lo suyo fue un suspiro y se echó en falta algo más. Descanso, estampida, comentarios sobre el tiempo (que hace que no nos vemos). Hasta el momento, ni el montaje ni el espectáculo valían gran cosa y eran menos emocionantes. De forma que cotilleo y nada más.

Carmen Flores, que vino a continuación, saltó mucho por el escenario en medio de raptos dramáticos pero, al menos, daba la impresión de tener vergüenza torera y cantó de forma bastante adecuada y llena de entrega. También quedaba cutre, pero ese estigma se había alzado sobre la sala junto al telón y ya nada podía evitarlo.

De modo que al número fuerte de la noche. La misma Lola, Lola de España con España por montera. Sí, porque esta señora mostró la caricatura de lo racial, lo primitivo de sus incitaciones y lo repajoleramente malo y gratuito de sus mensajes. Nos habló constantemente de que ella era la mejor y uno pensaba ¡qué pena!. Habló del tremendo problema de las madres viudas y de buen ver, hizo campaña contra la droga (cualquier droga), se dio golpes de pecho, se levantó las faldas hasta el ombligo y se metió el micro por el escote. Eso sí, utilizó en una canción el mismo abanico que su hermana y entre cambio y cambio de traje nos obsequió con el cante de un Chocolate apócrifo y que debiera apellidarse Malo para evitar confusiones con el otro Chocolate que es un portento. Su parte, la de Lola, finalizó con una especie de homenaje al poeta Rafael de León lamentando la muerte de García Lorca, en un oportunismo que ya olía. Lola Flores nos recordó la mediocridad de aquel franquismo, en el que toda nuestra cultura, desde la más elitista hasta la más popular estaba formada por componendas, sal gorda y mal gusto.

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