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La crisis política, económica y social desencadenó la violencia en la última temporada del fútbol argentino

El fútbol vuelve a ser en Argentina la válvula de escape por donde se libera la violencia social contenida. Dos jóvenes muertos -dos por disparo de bala y el otro por asfixia-, después del encuentro oficial entre el Boca Juniors y el Quilmes, en la última jornada del campeonato, se sumaron a la lista de trágicos sucesos en el año más negro del fútbol en el país. La tercera persona murió en otro partido disputado en Moreno, en los alrededores de la capital federal. Nunca en su historia se habían registrado tantos incidentes como los ocurridos, especialmente, a partir de la segunda mitad del año pasado, cuando el país atravesó el punto más delicado de su crisis política y económica, después de la derrota sufrida en las Malvinas.

En unos segundos, José Pérez, fanático del club Temperley -equipo de Segunda División que acaba de ascender a Primera-, fue brutalmente golpeado y murió tras una semana de agonía; el ataque fue producido por hinchas del club Los Andes. Un chico de sólo ocho años perdió un ojo cuando el autobús de su club (Defensores Unidos de Zárate), en el que viajaba, fue atacado con piedras al salir del estadio del club San Telmo.El estallido y sus motivos quedaron claros en el grado y en la alevosía de los hechos: tras paciente persecución automovilística, varias personas agredieron al árbitro Daniel Vigil, a unas veinte calles del estadio del General La Madrid, donde había dirigido el partido entre ese equipo y el Dock Sud, también de Segunda.

Una banda de jóvenes -conocidos en cada equipo como Las Barras Bravas- del Vélez Sarsfield se trasladaron especialmente hasta un centro deportivo que el club Nueva Chicago posee cerca de su estadio para incendiar sus parasoles de paja. La policía salvó a un joven hincha del Vélez cuando varios simpatizantes del rival estaban a punto de arrojarlo desde un puente en la avenida General Paz, que rodea Buenos Aires.

Bandas identificadas con banderas de los clubes Defensores de Belgrano y Atlanta, desplazándose en vehículos de todo tipo, asolaron el residencial barrio de Núñez con una prolongada guerra de proyectiles hasta altas horas de la noche. Esta es la crónica resumida del año negro.

A los pocos días de iniciada la guerra de las Malvinas, en el cartel electrónico del estadio del Vélez Sarsfield se pudo leer: "La flota inglesa se retiró de las islas". La ovación siguiente sacudió el terreno de juego. Los jugadores y el público interrumpieron el espectáculo para celebrarlo con aplausos y abrazos. Al final del partido se supo que no era cierto: se trataba, según se aclaró, de una errónea interpretación de un comunicado oficial. El final fue violento.

A lo largo del conflicto bélico, la guerra fue un fantasma presente en los estadios de Buenos Aires, donde el torneo se desarrolló sin interrupciones. Las caídas de los aviones británicos, anunciadas en medio de los relatos radiofánicos, eran festejadas con gritos de ¡gol!, Hasta un día antes del final aún se cantaba la victoria.

La convalecencia que siguió a la posguerra, después de una primera reacción popular duramente reprimida por la policía en la plaza de Mayo, se prolongó en un breve período de silencio en las tribunas, pero las enormes masas de aficionados al fútbol en Argentina, que habían soportado también el fracaso de su selección en el Mundial de España, comenzaron a estallar por motivos intrascendentes con una furia nunca antes conocida.

La semana pasada, la policía federal identificó el cadáver de Raúl Martínez, ciudadano de origen paraguayo, de dieciocho años, muerto a balazos hace quince días a la salida del estadio del club Boca Juniors. Un grupo de hinchas del Quilmes (derrotado por un gol a cero) se trasladaba en automóvil, pero se detuvo en la esquina de la tradicional calle Caminito, del barrio de La Boca. Un miembro del grupo disparó contra el joven Martínez después de insultarle.

El sábado la policía federal también entregó a sus familiares el cadaver de Rubén Calixto (argentino, de dieciocho años), joven hincha del club Quilmes, que para escapar de los incidentes registrados a la salida del estadio del Boca se vio obligado a correr en exceso, lo que le provocó un ataque asmático a consecuencia del cual murió asfixiado. Invasiones de campo, policías heridos, árbitros golpeados. El festejo del histórico San Lorenzo, que ascendió nuevamente a Primera División, fue abortado por la policía con granadas lacrimógenas. El fútbol continúa siendo en Argentina algo más.

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