Versión portuguesa de una agonía política
ENVIADO ESPECIALEl capitán Marques Junior no pudo contener las lágrimas cuando, el pasado 28 de octubre, el presidente Antonio Ramalho Eanes le condecoró con la Ordem da Liberdade. Era una medalla simbólica para todos los capitanes de abril que el jefe del Estado portugués imponía la víspera de la disolución del Consejo de la Revolución, el órgano que durante los últimos ocho años había representado la presencia de las fuerzas armadas en la vida política portuguesa a raíz de la revolución de los claveles y que quedaba suprimido por la reforma de la Constitución de 1976. Este acontecimiento constituía el fin de una época.
Exactamente dos meses después se celebraba la primera reunión del Consejo de Estado, el nuevo órgano consultivo del presidente que sustituye al Consejo de la Revolución. En un salón del palacio de Belem, bajo los retratos al óleo de los nueve últimos jefes de Estado portugueses -desde el general Sidonio, que tomó el poder en 1918, hasta los generales Spínola y Costa Gómes, pasando por el almirante Americo Thomas-, tres miembros del Consejo de Estado juraron sus cargos ante el presidente Eanes, que seguía la ceremonia con su habitual expresión seria y grave.Estaban allí muchos de los protagonistas de la reciente vida política portuguesa: el socialista Mario Soares, el comunista Alvaro Cunhal y el primer ministro socialdemócrata, Francisco Pinto Balsemáo, que había dimitido diez días antes. Se registraba también una ausencia significativa: la del líder democristiano Diogo Freitas do Amaral, que esa misma noche renunciaría a la dirección de su partido y a todos sus cargos políticos, agravando así la crisis gubernamental con la que acababa el año 1982.
Esos dos actos solemnes presididos por el general Eanes (la condecoración del miembro más joven del Consejo de la Revolución y la constitución del Consejo de Estado, que debe asesorar al presidente en el nombramiento del nuevo primer ministro) marcaban también el triunfo de lo que fue una de las metas políticas de los gobiernos de Alianza Democrática (AD), la coalición de centro-derecha que ha gobernado Portugal durante los últimos tres años: devolver a los militares a sus cuarteles.
Para algunos, la supresión del Consejo de la Revolución ha supuesto el fin de una tutela militar intolerable en una democracia occidental; para otros, significó un paso atrás en las conquistas revolucionarias del 25 de abril de 1974. Alianza Democrática, una coalición que está ahora a punto de desintegrarse y que encuentra enormes dificultades para formar su cuarto Gobierno, presenta la reforma constitucional y la promulgación de la nueva ley de Defensa como dos de sus grandes éxitos. "A Pinto Balsemao se le podrá acusar de todo, pero nadie puede negar que ha sido él quien ha llevado adelante la reforma de la Constitución y quien ha acabado con la tutela militar", asegura un alto dirigente del Partido Social Demócrata (PSD).
En la sede del partido, un caserón de la calle de Buenos Aires, Nascimento Rodrígues, vicepresidente del PSD, defiende la gestión de los gobiernos de Alianza Democrática y dice que no fue fácil llevar adelante la reforma de la Constitución: "Sí, fue muy dificil porque el partido comunista apostó todo para impedir la revisión constitucional. Hubo dos huelgas generales, incontables manifestaciones... Tuvimos que negociar un consenso con los socialistas y que sufrir los ataques de importantes ex consejeros de la revolución, que se oponían a la reforma. Pero ha sido algo muy importante para estabilizar la democracia en Portugal".
El líder del Partido Comunista Portugués (PCP), Alvaro Cunhal, piensa, por el contrario, que la supresión del Consejo de la Revolución se encuadra en la que es, para la meta final del gobierno de AD: "Liquidar las conquistas denocráticas del pueblo portugués". En la respuesta escrita a un cuestionario presentado esta semana por EL PAIS, Alvaro Cunhal, que no concedió una entrevista personal, dice: "Con la revisión inconstitucional de la Constitución (realizada con la colaboración del Partido Socialista) y con una ley de Defensa Nacional (aprobada también con la colaboración del PS), Alianza Democrática consiguió la liquidación del Consejo de la Revolución y la transferencia al Gobierno de las competencias militares del Consejo de la Revolución y del presidente de la República. Al ejercer tales competencias militares Alianza Democrática proyectaba alterar la situación existente en las fuerzas armadas, reconstruir una jerarquía militar fascista o fascistizante y utilizar después a las fuerzas armadas para aplastar la resistencia popular a sus planes de restauración del capitalismo monopolista".
Y añade Cunhal: "En esta situación, la reciente dimisión del Gobierno y la de Freitas do Amaral, que fue el principal autor de la ley de Defensa Nacional y que debería ejercer personalmente las competencias militares transferidas al Gobierno, significan que el plan subversivo y golpista de AD fue sustituido y puede ser definitivamente derrotado".
Reformas constitucionales
La colaboración de los socialistas fue esencial para la aprobación de estas reformas constitucionales, que, al haber sido vetadas por el presidente Ramalho Eanes, necesitaron una mayoría de dos tercios en la Asamblea de la República (Parlamento). El secretario general del PS, Mario Soares, señala que "esa reforma fue muy importante porque el electorado comprendió que se trataba de consolidar la democracia civil, de acabar con el dominio de los militares. Pese a las acusaciones de los comunistas, no hemos perdido votos por la izquierda, y eso se debe a que el pueblo ha comprendido nuestra postura".
Formada por el mayoritario Partido Social Demócrata, el democristiano Centro Democrático y Social (CDS) y el pequeño Partido Popular Monárquico (PPM), Alianza Democrática ha sufrido un enorme desgaste en sus tres años de gobierno, y prueba de ello es la actual crisis, que para muchos supone ya el fin irremediable de la coalición tras su descenso en las elecciones municipales y sus disputas internas.
Celebradas el pasado 12 de diciembre, las elecciones locales registraron un descenso del 5% para AD, que, sin embargo, obtuvo un 42,5% de los votos; un aumento del 4% para el Partido Socialista, y la estabilización en algo más del 20% de los sufragios comunistas. La lectura de estos resultados fue bien diferente no sólo entre la oposición y el Gobierno, sino incluso dentro de la propia Alianza Democrática.
Así, mientras que el primer ministro, Pinto Balsemao, se felicitaba por los resultados obtenidos, el vicepresidente y ministro de Defensa democristiano, Diego Freitas do Amaral, se lamentaba del desaire electoral sufrido por la coalición. La crisis de gobierno se gestaba rápidamente.
Mario Soares no quiere hacer declaraciones triunfalistas, pero piensa que los resultados de las municipales "muestran una inversión total de la tendencia seguida hasta ahora". El PS fue descendiendo electoralmente hasta el 27% obtenido en 1980 y, en opinión de su secretario general, ha iniciado de nuevo la línea ascendente. "Somos el primer partido del país", asegura.
En su respuesta escrita, Alvaro Cunhal califica de "gran derrota de AD" las elecciones locales, cuyos resultados supusieron "la causa directa e inmediata de la caída del Gobierno". El PCP, que se presentaba en coalición con el pequeño Movimiento Democrático y Popular (MDP), ganó el 21% de los sufragios y administra ya municipios que cubren más del 30% del territorio nacional, subraya el líder comunista.
Nascimento Rodrígues, vicepresidente del PSD, resta importancia al asunto: "El descenso de votos sufrido por AD es normal tras dos años en el poder. Recuerde usted el caso de los socialistas franceses. Además, el PS subió muy poco y los comunistas se estabilizaron. Si extrapolamos estos resultados a unas hipotéticas, elecciones generales, donde habría menor abstención y donde votarían los emigrantes, Alianza Democrática seguiría teniendo la mayoría absoluta en la Asamblea de la República".
Sin embargo, Francisco Pinto Balsemao presentaba su dimisión una semana después de las elecciones locales y los tres partidos de AD se veían ante la difícil tarea de buscarle un sustituto en la jefatura del Gobierno. Un sustituto que debe ser ratificado por el presidente de la República, quien tiene constitucionalmente la facultad de rechazarle y de convocar nuevas elecciones legislativas.
Para Mario Soares, el primer ministro dimisionario actuó de manera incoherente, ya que "si asegura que no perdió las elecciones, entonces, ¿por qué dimitió?". Y añade: "Pinto Balsemáo aún no ha explicado al país su dimisión, lo que crea una situación confusa, precisamente en momentos en que sufrimos una grave crisis económica y financiera. AD ha provocado ya tres caídas de Gobierno desde 1980, y los socialistas creemos y venimos pidiendo desde hace más de un año que el presidente de la República debe disolver la Asamblea".
Alvaro Cunhal atribuye la caída del Gobierno de Pinto Balsemáo a cuatro factores básicos: "Las grandiosas luchas de la clase obrera y de las masas populares; la estruendosa derrota de AD en las elecciones del 12 de diciembre, que confirman la reducción de su base social, política y electoral; el funcionamiento de las instituciones democráticas, que han demostrado tener suficiente potencialidad para cortar el paso a los procesos contrarrevolucionarios, y, por último, al completo fracaso de la política de AD, que no sólo no resolvió, sino que agravó todos los problemas y condujo a Portugal al borde del desastre". Nascimento Rodrígues defiende la decisión del jefe de su partido: "Pinto Balsemao no interpreta los resultados electorales como una derrota. Si fuera así, habría optado por pedir la convocatoria inmediata de elecciones generales o, por el contrario, habría disimulado para presentar su dimisión dentro de algún tiempo. Creo que el a momento en que ha renunciado demuestra claramente que su decisión no está ligada a las elecciones municipales".
'Traiciones' internas
El primer ministro dimisionario anunció su intención de dedicarse al trabajo dentro del partido y se refirió, durante un discurso televisado, a las traiciones registradas en el seno del mismo. Para un miembro del PSD, está claro que Balsemao va a meter en cintura a algunos disidentes internos y que ha elegido el momento oportuno para retirarse del poder y regresar después con nuevos ímpetus. "Está jugando su baza política personal, aunque ello perjudique al partido, a la coalición gubernamental y al país", se queja un periodista de un diario de Lisboa.
Como presidente del PSD, Pinto Balsemao tiene el poder de de signar al candidato para sucederle en la jefatura del Gobierno. Mota Pinto, que ya ocupó este cargo en el segundo Gabinete constitucional, es el elegido en primer lugar. Cuenta con el apoyo de los democristianos y también con la evidente reserva del presidente de la República, de quien ha sido un claro adversario político especialmente en las elecciones presidenciales de 1980, que ganó Eanes frente al candidato apoyado por AD, el general Soares Carneiro. Pero Mota Pinto decide que no se dan las condiciones que considera necesarias para formar Gobierno. Pinto Balsemao mantiene con él una agota dora conversación de casi siete horas sin hacerle cambiar de opinión. Hay que buscar otro candidato en las filas del partido mayoritario.
Surge entonces la sorpresa. Pinto Balsemao designa a Vitor Crespo de cincuenta años, ex ministro de Educación, para liderar el proyecto de gobierno de AD. Los diarios recuerdan que Crespo tuvo la oposición de las propias juventudes del Partido Social Demócrata, y la mayoría de los comentaristas da como inviable el nuevo Gabinete, que, en todo caso, no tendría la solidez exigida por el presidente de la República, de quien depende la decisión final.
"¿Cómo van a hacer un Gobierno fuerte con personalidades de quinta fila?", se pregunta Mario Soares. "Un cambio de personas no podrá resolver nada, lo que hacer falta es un cambio de política", dice Alvaro Cunhal.
Un diario recuerda que Crespo es químico de profesión y quizá eso le permita encontrar la piedra filosofal. Otro subraya que el pueblo natal del candidato a primer ministro en la. provincia de Leiría se llama Milagres, y quizá eso le ayude. Imperturbable a las críticas de dentro y fuera de la coalición, Vitor Crespo empieza a buscar sus ministros. Una tarea nada fácil.
Pinto Balsemáo consigue que el Consejo Nacional del PSD apruebe la designación de su candidato sin ningún voto en contra y por amplísima mayoría. Ese mismo día, el líder democristiana Diego Freitas do Amaral, que no había asistido a la primera reunión del Consejo de Estado, presenta su renuncia a la presidencia del CDS y a todos sus cargos políticos. Poco después le sigue el número dos del partido, Basilio Horta, con lo que la crisis parece tocar fondo y Alianza Democrática, inexorablemente condenada.
AD, una 'familia espiritual'
Sin embargo, 48 horas más tarde, Basilio Horta revoca su decisión irrevocable y dirige las negociaciones con el Partido Social Demócrata para formar el futuro Gobierno. En el palacio de Belem se detectan signos de gran impaciencia, y el presidente Antonio Ramalho Eanes sugiere la fecha del próximo sábado, día 15, para resolver la crisis.
En su despacho de la Fundación Gulbenkian, Vitor Sa Machado, ex ministro de Asuntos Exteriores y vicepresidente del CD S, cree que la crisis está en vías de solución, aunque reconoce que "esta es la última oportunidad de AD".
El hombre que puede suceder a Freitas do Amaral al frente del CDS piensa que Alianza Democrática es, una familia espiritual, que representa a la "mayoría sociológica de este país". Alianza Democrática es "un proyecto valioso por el que hay que luchar y que no está sufriendo las consecuencias de una derrota externa, sino de luchas intestinas".
"El futuro de la coalición dependerá de lo que haga este Gobierno", añade. "Es una prueba decisiva. El electorado nos ha sido fiel hasta ahora y AD tiene una mayoría sólida en el Parlamento. Las elecciones locales no fueron, ni mucho menos, desastrosas para nosotros, pero el país tiene problemas muy graves y hace falta un Gobierno fuerte, al que el CDS está dispuestó a apoyar", dice Sa Machado.
Similar optimismo muestra el socialdemócrata Nascimento Rodrígues: "El nuevo Gobierno continuará el mandato de AD hasta 1984, agotará la legislatura. Yo creo que la crisis está superada, sobre todo si, como parece, los democristianos se unen al nuevo Gabinete". Un optimismo que no concuerda con los constantes retrasos de la cumbre de los tres partidos de la coalición gubernamental ni con las negociaciones infructuosas, que entran ya en su tercera semana.
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