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Las multinacionales Philips y AT & T han hecho público un acuerdo de colaboración

La confirmación del acuerdo entre el gigante americano AT & T (American Telegraph and Telephone), primera firma mundial de las telecomunicaciones, y la multinacional holandesa Philips, para su actuación internacional conjunta, constituye un capítulo más de la guerra comercial abierta desde hace meses entre europeos, norteamericanos y japoneses por el control del mercado mundial de la electrónica y las telecomunicaciones. Hoy mismo, en París, tras la opción de compra del 75,5% del capital de Grundig (primera empresa alemana del sector) por la empresa nacionalizada francesa Thomson, hay previsto un encuentro entre los dirigentes de Philips, que controlan el 24,5% del capital de Grundig, y los de Thomson.

La industria electrónica, cuyo mercado mundial alcanza una cifra de negocios superior a los 120.000 millones de dólares (unos 15,24 billones de pesetas), está polarizando una de las mayores y más enconadas batallas comerciales de posguerra, sólo comparable a la entablada en torno a la industria del automóvil. Europa, que hasta hace unas décadas se situaba a la vanguardia de estas actividades, se encuentra ahora con un mercado invadido por los fabricantes japoneses y con una industria seriamente amenazada.Ante esta situación, las firmas europeas se debaten entre la creación de un frente unido contra la ofensiva comercial japonesa, opción preconizada por Thomson, y la alianza con los norteamericanos, camino emprendido por Philips. La clave del engarce de ambas estrategias puede estar en el proceso de negociación que hoy inician técnicos holandeses y franceses.

El 'peligro amarillo'

Japón, con un inmenso mercado interno inaccesible al exterior inicialmente, programó hace quince años un ambicioso plan de inversiones en el sector con el objetivo de apoderarse, por la vía de menores precios, mejor tecnología y nuevos productos, del apetitoso mercado norteamericano (doscientos millones de consumidores).El mercado de Estados Unidos, mucho más liberalizado que el europeo, cedió con facilidad a la ofensiva japonesa, y en pocos años la industria norteamericana de la electrónica de consumo se vio seriamente amenazada. La situación llegó a ser tan delicada, que el propio Gobierno de Estados Unidos, a la vista de las cotas de mercado perdidas, obligo a sus aliados japoneses, en 1976, a invertir e instalar sus fábricas en el país si querían seguir presentes en el mercado norteamericano.

En 1977, con las inversiones internas previstas para la conquista del mercado estadounidense colgadas, Japón desvió su ofensiva exportadora hacia el segundo. mercado mundial en importancia: Europa (trescientos millones de consumidores y una industria muy fraccionada entre las diversas naciones). Alemania, el país menos proteccionista del Viejo Continente, fue la playa de desembarco, y desde allí, los televisores en color, vídeos y alta fidelidad made in Japan se expanden por los restantes países europeos.

La Comunidad Económica Europea, realmente alarmada, celebra periódicamente cumbres monográficas sobre este peligro japonés, y distinguidos embajadores -presidentes y primeros ministros de la Europa de los diez- viajan de cuando en cuando a Tokio para tratar de convencer a las autoridades de aquel país, sin éxito hasta el momento, de la conveniencia de limitar voluntariamente sus exportaciones de electrónica de consumo a Europa.

El vecino americano

Las posturas estrictamente nacionales en el seno de la CEE, donde en buena medida cada día son mayores los pronunciamientos de proteccionismo individual, explican la debilidad de Europa, como conjunto, para hacer frente a Japón. La reciente sentencia en Estados Unidos contra las prácticas monopolistas de la AT & T, primera firma mundial de telecomunicaciones, y el posterior acuerdo -anunciado públicamente el miércoles- entre la citada compañía y la holandesa Philips para su actuación internacional conjunta -hay un inmenso mercado en perspectiva que surge de la combinación de telecomunicaciones e industria de consumo (videotexto, teletexto, entre otros productos)- acrecientan aún más la guerra comercial mencionada. Batalla que se extiende también a la informática, campo en el que Philips está desarrollando una estrategia semejante a la expuesta en electrónica.España, con una producción de televisores en color, vídeo y alta fidelidad por valor de 69.000 millones y un consumo interno por valor de 95.000 millones, tiene el 65% de su industria (Phílips, Grundig, Telefunken y Thomson) dependiente de las firmas europeas que están negociando su concentración, y el resto -a excepción de una pequeña parte (ITT y otras)-, en manos de los japoneses (Sanyo). Doce mil puestos de trabajo en nuestro país están en juego en esta batalla mundial por el control del sector, en la que hasta el momento no participamos, aunque somos víctimas propiciatorias.

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