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MURCIA

La policía investiga la intervención de una banda organizada en la compra de una niña

La policía de Cartagena continúa buscando a la niña de mes y medio, Ana Serna Montesinos, que presuntamente fue vendida por sus padres, ambos deficientes mentales y sin medios de vida, en la sospecha de que la pareja valenciana que se la llevó el pasado 13 de diciembre pertenece a una banda organizada dedicada a la venta de niños. La policía sostiene la hipótesis de que la niña recién nacida ha sido vendida por esta pareja, "que está compuesta por una prostituta y su macarra". El modo en que realizaron el trato con los padres de la pequeña hace aumentar sensiblemente estas sospechas.

Precisamente, el escándalo surgió cuando, según la policía, el matrimonio cartagenero se sintió estafado por los compradores, ya que habían apalabrado la venta por una cantidad total de 50.000 pesetas.Los comentarios sobre el caso se multiplicaron entre los habitantes de las cuevas del barrio de Los Barreros, y de esta manera la desaparición de la recién nacida ha llegado hasta el Juzgado de Instrucción.

La Bucha, apodo que Josefa tiene, por extensión del que recibe su marido, explicó a EL PAIS, lentamente y con gran incoherencia, que ella había llevado a su hija a urgencias de la residencia sanitaria de la Seguridad Social, Virgen del Rosell. "Tenía diarrea, y allí me dieron dos pastillas para la niña. Cuando volví, una mujer de aquí me cogió y me invitó a cenar en un bar del barrio de Los Dolores, ahí al lado . Me dijeron que la niña estaba mala y que era mejor internarla en Valencia, me dieron 4.000 pesetas para comer. Cuando la otra mujer se fue a Valencia, a pasar la Navidad con su marido, me dio 10.000 pesetas. Me dijeron que lo que tenía mi hija Ana no se iba a curar hasta dentro de cuatro o cinco años".

Mientras Josefa se estira dolorosamente al sol, en la puerta del chamizo donde vive la familia, su marido gestiona en la ciudad la cartilla de beneficencia. Antonio Serna, 29 años, ha trabajado con anterioridad como peón albañil. Ahora no tienen qué comer.

Los niños gitanos que habitan en las cuevas no se tratan demasiado con la chica subnormal. "Huele muy mal", dicen. Además, el matrimonio se ha establecido recientemente en el lugar.

En la víspera de la festividad de los Reyes Magos, ella anuncia que está otra vez embarazada, de un mes. Comenta, a continuación, que en el hospital le han diagnosticado una infección en la orina y anemia. Mientras desgrana estas palabras, Josefa guiña los ojos al sol, lo único que posee en este lugar, en donde añora el colegio de educación especial Primitiva López, donde permaneció durante varios años. Cuando salió, a los 16 años, comenzó su matrimonio y la cadena de embarazos y miseria que la rodea.

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Hasta el momento, no se conoce ninguna institución que se haya interesado por el caso, el más llamativo en este poblado de chabolas donde, en comparación, la vida transcurre con cierta normalidad, a pesar de la promiscuidad de basuras, niños y animales. Las cuevas están separadas por un gran charco. Se encuentran en lo alto de un cerro, desde donde se contempla el tráfico de la carretera general que conduce hasta la ciudad.

Se asegura que, una vez resuelto el caso, el Juzgado de Instrucción dictará el ingreso de los hijos del matrimonio en un centro del Tribunal Tutelar de Menores. Los padres, al parecer, no serán acusados de ningún delito dado su estado mental y las circunstancias sociales que les rodean.

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