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Entrevista:

"Si no se domina el proceso inflacionista, habrá que aplicar un plan de estabilización"

Pregunta. ¿Cúal es el objetivo prioritario de su departamento para el próximo año?Respuesta. Si hubiese que establecer un objetivo por encima de los demás, yo creo que éste sería la lucha contra la inflación. El resto de las magnitudes van a depender en buena medida del éxito que consigamos en este propósito. El tipo de cambio, la evolución de la balanza comercial y nuestro nivel de endeudamiento van estrechamente ligados a la capacidad de competencia internacional, y ésta es muy difícil de incrementar si mantenemos unos diferenciales de inflación crecientes en relación a los del resto de los países desarrollados.

Las previsiones que están realizando los expertos apuntan unas posibilidades bastante razonables de que en 1984 la economía mundial despegue, siguiendo estrechamente los pasos de la norteamericana. Nuestro objetivo, por tanto, es el estar preparados para aprovechar esta coyuntura y acelerar el ritmo de crecimiento económico nacional.

Existen bastantes pruebas de que la economía española es extraordinariamente sensible a los cambios de coyuntura, y así, cuando las cosas vienen bien dadas, España acostumbra a ocupar un lugar de cabeza en cuanto al incremento en la actividad económica, mientras que, por el contrario, cuando las expectativas son desfavorables, la economía española suele contraerse a más velocidad que las de la mayor parte de los países industrializados.

El resto de los países de la OCDE están haciendo unos importantes progresos, que superan, incluso, las previsiones en su lucha contra la inflación. Ahora, la media de inflación en estos países está en las proximidades del 8% y, posiblemente, se reducirá un punto más en 1983. Frente a este fenómeno, en España continuamos manteniéndonos por encima del 14%, y eso plantea graves problemas para la balanza corriente, para el tipo de cambio, y presenta el riesgo de que si no se consigue dominar, haya que ir hacia un plan de estabilización. Por esto, el controlar la inflación es uno de nuestros objetivos más inmediatos, para no encontrarnos en 1984 a la contra de lo que estimamos puede ser el inicio de la recuperación de l economía a nivel internacional.

P. ¿Es cierto que el control del tipo de cambio de la peseta va a constituir también una de sus principales fuentes de preocupación, y que se le piensa utilizar como guía de la evolución internacional de la economía española?

R. El tipo de cambio es una variable que hay que desdramatizar. El cambio de la peseta ha ido deslizándose a la baja en los últimos meses, y corrigiendo con ello una buena parte de la diferencia de inflaciones entre España y el resto de los países desarrollados. Dado el actual sistema de tipos flotantes, esta variable puede subir o bajar. En definitiva, tiene un valor relativo.

Lo que nosotros hemos pretendido recientemente con la devaluación de la peseta ha sido cortar un fenómeno de tipo especulativo. Las incertidumbres políticas y las ideas preconcebidas sobre las hipotéticas actuaciones de un Gobierno socialista, antes de que éste se hubiese pronunciado, dieron lugar a un movimiento especulativo contra la peseta. Eso había que cortarlo, con independencia de los fenómenos económicos profundos a que puede dar lugar un control efectivo de la inflación, y que, evidentemente, deben actuar favorablemente sobre el tipo de la peseta en los mercados internacionales.

La realidad es que la especulación en contra de la peseta tampoco llegó a revestir caracteres dramáticos. Los problemas a que ha dado lugar han sido mucho más pequeños que los que se produjeron en Francia con la llegada al Gobierno del partido socialista galo, y que aún siguen soportando nuestros vecinos sin haber el problema de la paridad de su moneda.

P. ¿Por qué esa rápida decisión de devaluar y, sobre todo, en una proporción tan pequeña?

R. Precisamente para evitar los efectos indeseables de esa especulación y desanimar a quienes así actuaron. Nuestra preocupación era que fuésemos desbordados por los acontecimientos y se produjesen tales salidas de divisas que el Gobierno anterior no tuviese más remedio que devaluar. Tendría que haber devaluado un 25% o un 30%, lo cual hubiera sido brutal por su tremenda incidencia en los precios y, a la vez, porque podía haber producido grandes dificultades a las empresas endeudadas en moneda extranjera.

Afortunadamente, la situación con la que nos encontramos no fue tan grave como nos temíamos y pudimos, con cierta calma, y ya dentro del contexto de la nueva política económica del Gobierno, hacer el corte del 8%, que era ligeramente superior al descuento que tenía la peseta entonces en Londres. Evidentemente, logramos atajar los efectos negativos de la especulación. Los resultados obtenidos han sido espectaculares, pues hemos podido terminar con el descuento que tenía la peseta a plazo.

A partir de aquí, la evolución del tipo de cambio de la peseta dependerá fundamentalmente de la coyuntura económica del país. Si conseguimos controlar la inflación, nuestra moneda se mantendrá, y si, por el contrario, perdemos esta batalla, lógicamente se producirán nuevos deslizamientos en su cotización internacional.

Por otra parte, si se confirma la tendencia a la baja de los tipos de interés internacionales, aunque nosotros no podremos bajarlos más de lo que lo hagan la mayor parte de los países industrializados, esta circunstancia contribuirá a dotar de una cierta firmeza a la peseta, que se verá reforzada si conseguimos reducir los diferenciales de inflación con los países de nuestro entorno.

P. Ya que ha hablado de tipos de interés, ¿cuál va a ser la estrategia del Ministerio de Economía y Hacienda para el próximo año con respecto al precio del dinero en España?

R. Casi todas las previsiones apuntan la posibilidad de que los tipos de interés internacionales bajen en los próximos meses. El dólar está sobrevalorado frente a monedas como el marco alemán o el yen japonés, como consecuenia de una política insostenible, desde mi punto de vista, donde se mantenían restricciones monetarias mientras se acometía una política fiscal expansiva.

Estas estrategias, especialmente la que afecta a la política monetaria, están siendo revisadas y los tipos de interés han comenzado a bajar. Cabe pensar que esta situación de abaratamiento del dinero se mantendrá en los próximos meses, y ello, sin duda, repercutirá en que los tipos internos españoles también observen una flexión a la baja.

Sin embargo, creo que nosotros debiéramos mantener nuestros tipos de interés discretamente por encima de lo que estén en los mercados internacionales para, por una parte, atraer capitales del exterior, y por otra, incentivar a las empresas para que salgan en busca de financiación internacional.

P. FPero, ¿no va a ser un poco difícil convencer a los empresarios españoles de la necesidad de que se endeuden en divisas después de las nefastas experiencias de los últimos años?

R. Evidentemente, cuando se ha producido alguna experiencia dura suele quedar memoria de ello, y la gente suele ser bastante refractaría a reemprender el mismo camino. Sin embargo, yo creo que éste es un problema de rentabilidad, no de exhortaciones, ni tan siquiera de confianza política. Si resulta más conveniente endeudarse en los mercados financieros internacionales que en el interior, los empresarios, lógicamente, acudirán en demanda de la financiación que les resulte más favorable.

El próximo año, por las razones que antes he expuesto, presenta unas condiciones objetivas por las que puede resultar más atractivo acudir en demanda de financiación en divisas, sobre todo si conseguimos nuestros objetivos de lucha contra la inflación y con ello de estabilidad del tipo de cambio de la peseta, que podría incluso llegar a apreciarse en relación al dólar.

P. ¿También juega aquí algún papel la necesidad de reforzar la balanza de capitales?

R. Aunque este año se ha reducido el déficit de la balanza corriente, la balanza de capitales, efectivamente, ha mostrado unos preocupantes signos de debilidad. Este fenómeno es completamente lógico, pues hay que tener en cuenta que la peseta, a lo largo del año, se ha depreciado casi un 30%, a lo que hay que sumar el hecho de que los tipos de interés exteriores eran altos. Este conjunto ha constituido un poderoso elemento de disuasión tanto para las empresas nacionales que precisaban financiación como para los propios inversores extranjeros.

Esto es inconveniente porque la economía española tiene un déficit de balanza corriente que reducir, por lo que necesita probablemente mantener una absorción de ahorro exterior. Por otra parte, es lógico que en nuestro país haya una aportación de capitales, bien sea por la vía del préstamo, o quizá directamente a riesgo.

Esto casa perfectamente con una política monetaria menos expansiva y con unas aceptables perspectivas en cuanto a la evolución del tipo de cambio de la peseta. Por otra parte, yo creo que el Estado también debe salir más en busca de financiación internacional de lo que ha venido haciéndolo. Una vez que han pasado las incertidumbres del año 1982 que han perturbado bastante el crédito de España en los mercados internacionales, y no tanto por la propia incertidumbre política o por problemas de empresas concretas, sino por temas como los complós que, de hecho, tienen un gran impacto en las principales plazas financieras internacionales, la financiación exterior es un recurso que el Estado debe utilizar más. Sin embargo, esto no tiene nada que ver con grandes operaciones de endeudamiento externo. La posibilidad de establecer un crédito jumbo no ha sido contemplada.

P. Hablando de los tipos de interés y la financiación nacionales, es necesario hablar de la banca. ¿Cómo ve el ministro de Economía y Hacienda la banca privada española en estos momentos?

R. Tengo la impresión de que las cosas están cambiando en este sector. Las carreras por mantener las posiciones en el ranking por volumen de depósitos están cediendo, y la razón comienza a imponerse cuando los propios representantes del sector hablan de la necesidad de alcanzar "un pacto de caballeros" por el que se limiten los precios que pagan por su pasivo.

La competencia es buena en economía, pero en el sector bancario se había producido una escalada de costes que, en muchos casos, resultaba difícilmente justificable y que, en definitiva, ha sido uno de los elementos que han aportado una notable presión alcista en los tipos de interés internos.

No quiero decir con esto que se vaya a conseguir una reducción sustancial de los tipos de interés de forma inmediata. Para que tenga algún sentido ahorrar es necesario que los tipos de interés ofrezcan una rentabilidad real. Esto provoca que, mientras no consigamos controlar la inflación, no podrán bajar apreciablemente los tipos de interés, pues dejaríamos al ahorrador sin ningún tipo de estímulo que compensase su esfuerzo.

Deseo insistir en que los tipos de interés manifiestan una cierta tendencia a la baja. Otro de los elementos que han contribuido al mantenimiento de unos altos tipos de interés ha sido los altos precios que ha estado pagando el Banco de España por los fondos que conseguía de la banca, por los problemas de la balanza de pagos y las necesidades que se generaron de mantener la peseta. Ahora, al resolverse el problema de la peseta, han vuelto a bajar los tipos en el mercado interbancario.

Por otra parte, tampoco parece que la gran banca vaya a continuar adquiriendo otras entidades menores a cualquier precio. Este tipo de operaciones les ha costado a algunos bancos bastante caro, y no tiene sentido que se realicen sencillamente para engordar y auparse algún que otro puesto en el ranking.

P. Existe una cierta preocupación en la banca privada porque las inversiones obligatorias del sector puedan ser incrementadas. ¿Qué fundamento tienen estos temores?

R. A lo largo de los últimos años, la banca privada se ha sentido más incentivada a tomar deuda del Estado a corto plazo y pagarés del Tesoro que a aumentar su nivel de riesgo en inversiones industriales. Además -y perdón por el inciso-, esta actitud ha hecho que, al no ser colocados entre los particulares estos instrumentos financieros, los tipos de interés se mantuviesen más altos de lo que hubiese resultado lógico.

Se debe dar entrada al público a este tipo de activos, directamente. La banca también los podrá tomar, pero ajustando sus márgenes de intermediación, de forma que le resulte rentable pero sin sobrepasar ciertos límites que encarecen innecesariamente la deuda del Estado.

En ese sentido, la medida que nos hemos visto precisados a adoptar de incrementar en un punto el coeficiente de caja ha hecho reflexionar a la banca. Si se encarece enormemente la deuda pública, el Estado, en vez de utilizar ese instrumento de acción continua y muy conveniente para la regulación monetaria, en una época de crecimiento de las cargas financieras, tiene que recurrir a un sistema que es más barato, el de la elevación del coeficiente de caja.

En cuanto a los restantes coeficientes de inversión obligatoria, quiero empezar por señalar que en el Partido Socialista no hemos sido partidarios de desmantelarlos en esta etapa. Estamos de acuerdo todos en que cuando salgamos de la situación de fondo de la crisis en la que nos encontramos y podamos introducir reformas de aproximación a lo que es el sistema europeo en general, habrá que flexibilizar el sistema financiero español y sustituir este sistema de coeficientes que está anticuado,

Pero, actualmente, si desmantelásemos el sistema de coeficientes de inversión obligatoria, correríamos el riesgo de que desapareciese la financiación de la inversión a medio plazo. Como no estamos dispuestos a que disminuya este tipo de financiación e incluso tenemos la intención de reforzarla, no estamos por desmantelar estos coeficientes.

Sin embargo, yo creo que existen diversas modificacionesque se pueden hacer, como son la incorporación de activos privados a riesgo en mayor medida de lo que se ha venido haciendo, estimular el crédito a la exportación, que actualmente tiene una concentración excesiva en el Banco Exterior, con la implantación de algunos sistemas de estímulo.

Por otra parte, creemos que la salida de la situación actual de los circuitos de financiación privilegiada no es tanto por que se desmantelen los coeficientes en esta etapa sino por que se aproximen los tipos de interés de esos activos a los de mercado. Esta aproximación se va a facilitar si se confirma la tendencia a la baja de los tipos de interés, porque hasta ahora la distancia era muy grande. Yo diría que, idealmente, en vez de ir reduciendo los coeficientes en la línea de los Gobiernos anteriores hasta que un día desaparecieran, nuestra línea sería ir aproximando los tipos de interés de los coeficientes obligatorios a los de mercado, hasta que un día resultase casi indiferente la inversión en activos obligatorios o libres.

P. Ya que estamos hablando de coeficientes y de entidades de depósito, ¿cuál va a ser el futuro de las cajas de ahorro?

R. Nosotros tenemos asumido el compromiso de modificar los órganos rectores de las cajas de ahorro, ya que estas entidades, a pesar del decreto de Fuentes Quintana, continúan siendo regidas por unas estructuras poco transparentes que, además, están vinculadas a intereses muy particulares en las distintas provincias. La orientación general que le pretendemos dar al futuro de estas entidades es introducir a los representantes provinciales y municipales en la gestión de las cajas, junto con la representación de los depositantes y de otras fuerzas sociales de la comunidad, pero rompiendo de alguna forma los monopolios que se habían establecido mediante toda una serie de mecanismos caciquiles. Ahí se va a producir una evolución inevitable de las cajas de ahorro hacia la especialización en el crédito a entidades de ámbito provincial y local. Y yo tendería a que no se impusiese de una manera rígida a las cajas la serie de tareas a las que se pueden dedicar y a las que no se pueden dedicar, sino que intentaría que fuesen los propios órganos de estas entidades quienes decidiesen su propio ámbito de actuación. La eficacia deseable, en estas entidades se puede conseguir mejor por la propia actuación de sus órganos rectores que por una obligación normativa legal.

P. Pasemos a la reforma fiscal. ¿En qué sentido se van a dirigir los pasos de la nueva Administración socialista?

R. Tenemos que completar la reforma fiscal aprobando leyes sobre los impuestos de sucesiones, donaciones, el de valor añadido (IVA) y el de patrimonio. Con relación al IVA, existía un proyecto en las Cortes que, naturalmente, hay que tramitar. Ahí pueden producirse algunos retoques. De hecho, hubo una asimilación de las tesis socialistas en los proyectos de ley que estaban en el Parlamento en la legislatura anterior. Nos proponemos terminar con la tramitación de estos tres proyectos que cierran el cuadro de figuras impositivas modernas de nuestro sistema fiscal.

El IVA es un impuesto muy complejo y que necesita un cierto período de reflexión, pero en este momento seríamos partidarios de acelerar lo más posible su implantación por la serie de ventajas que comporta. Por otra parte, la imputada carga inflacionista de este impuesto es discutible, porque depende de los tipos que se le apliquen. Actualmente ya existe un impuesto de tráfico de empresas con una cascada considerable, que presenta un impacto inflacionista serio. Yo no creo que obtuviésemos un impacto inflacionista mucho mayor con el IVA, pero, en cualquier caso, hay que asumir su necesidad pues la propia Comunidad Económica Europea así nos lo exige, aparte de que la racionalidad del propio sistema fiscal lo aconseja. En cuanto a la fecha de su entrada en vigor, se me ocurre que la prevista del primero de enero de 1984 es verosímil.

Me gustaría señalar la intención de este departamento de pedir al fiscal general que aplique con rigor la figura del delito fiscal, para que de esta forma se pueda aportar un nuevo elemento de disuasión a los defraudadores.

P. ¿Y en cuanto al resto de los impuestos?

R. En el impuesto sobre sociedades, aparte de retoques que se producen constantemente en todas las leyes de presupuestos, pensamos mantener una estructura similar a la actual, eliminando ciertas desgravaciones.

En el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, que es el que sufre mayores retoques anuales, tendemos a introducir perfeccionamientos que aumenten la progresividad del impuesto, no tanto aumentando cuantitativamente las exenciones en la base o subiendo los tipos de una manera sensible en la parte alta, sino reestructurando el sistema de exenciones. Somos conscientes de que tenemos un sistema fiscal poco progresivo todavía, y en cotas bajas de presión fiscal, pero si nos lanzásemos a una subida de tipos del impuesto nos encontraríamos con mayores dificultades en la lucha contra el fraude. Está claro que la subida de los tipos en las rentas altas produce un incentivo mayor al fraude. En el año que ahora empieza concentraremos nuestros esfuerzos en la lucha contra el fraude, en el conocimiento real de las rentas y de los patrimonios, de manera que se consiga una base cierta sobre la cual operar.

Con relación al impuesto sobre sucesiones y donaciones, hay un proyecto presentado en la anterior legislatura y que el Partido Socialista entiende que deben ser llevado adelante. En este sentido, hay que señalar una variación de tipos en las transmisiones mortis causa, según el patrimonio del adquirente. Los que tienen un patrimonio grande serán objeto de un tipo fiscal mayor que las personas con patrimonio menor.

A esto se opuso el grupo de Alianza Popular y nosotros pensamos que ésta es una de las modificaciones que se deben producir. Pero además hay que establecer otras modificaciones, como es el caso de las transmisiones de empresas, cuando las cargas que se generan representan un incentivo para que los herederos procedan a la liquidación de la sociedad mercantil. Esto hay que evitarlo para fomentar el empleo.

Por último, queremos que el Impuesto sobre el Patrimonio pierda su carácter extarordinario, y no creemos que en ningún momento pueda ser considerado confiscatorio. Su importancia recaudatoria es menor; aporta tán sólo unos 15.000 millones de pesetas frente al billón que representan los ingresos fiscales de los distintos impuestos sobre la renta. Sin embargo, tiene una notable importancia como elemento de control.

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