El Islam, un mensaje de paz y de fraternidad
El año 570 marcará un hito en la Historia: nace un profeta que, por designio de Dios, al considerar que las revelaciones han sido ya suficientes, estampará el sello de las profecías.Abd-al Muttalib, abuelo paterno del Profeta, era jefe del clan y uno de los líderes de los quraichitas, señores de La Meca. Uno de sus hijos, Abd-Allah, contrajo matrimonio con Amina bint al Wahb. Fruto de este matrimonio fue Muhaminad (12 del mes de Rabí a al Awual, del 570 de Jesucristo).
Huérfano de padre, pues murió cuando su madre estaba encinta de siete meses, Muhaminad pasó los primeros cinco años de su niñez con su nodriza, Halima, de la tribu de los Banu Saad, en el desierto, conviviendo con los pastores nómadas. A los seis años viaja con su madre a Yatrib (Medina) para visitar la tumba de su padre. En el regreso a La Meca, y en la aldea de Abwa, murió su madre: orfandad total.
Comienzan las tutorías: dos años con su abuelo, y a la muerte de éste, diecisiete años con su tío paterno Abú Tálib. Dada la precaria fortuna económica de sus tutores (ricos en linaje y pobres en bienes materiales, a causa de su generoso sentido de la hospitalidad), Muhammad trabajó desde su adolescencia en diversos oficios: recadero, aguador, pastor de ganado menor y camellero. Sus condiciones humanas y morales, su habilidad profesional y su notoria honradez le valieron los títulos de honesto y fiel.
A los veinticinco años contrajo matrimonio con la acaudalada viuda de La Meca Jadicha bint al Juwailid, quien le confía unas misiones comerciales al frente de sus caravanas. Tras unos años de brillante actividad comercial, se percata de que esa actividad de lucro y de grandes negocios es antagónica con su temperamento. Lo suyo, cuando era más joven y con afán de ayudar a la familia de su tutor Abú Tálib, era organizar caravanas, vencer al desierto, a la sed y la fatiga; confraternizar con nómadas y camelleros: con el pueblo llano, pues ama a sus semejantes.
Se compadece y sufre con sus desgracias e indigencias. Ahora se siente aún más piadoso, hospitalario. Le atrae la meditación, busca la soledad del desierto, los senderos pedregosos que conducen a la montaña. Necesita reflexionar, comunicarse espiritualmente con ese Dios que ha creado tantas cosas maravillosamente bellas. Así lo comunica a su esposa, quien le comprende y le libera de sus actividades comerciales.
A los cuarenta años frecuentaba asiduamente una caverna del monte Hira, donde practicaba la vida ascética. En su mente, un solo tema: encontrar a Dios. Una noche, lunes 17 de Ramadán, que corresponde al 6 de agosto del año 610 después de Jesucristo, ocurre un hecho insólito, sobrenatural.
Al Qurán: Libro Revelado
Dormitaba en la oscura caverna, tras intensa meditación y ferviente plegaria. De pronto, una luz intensa, cegadora, inunda la cueva. Con ella, una criatura vestida de blanco. En sus manos, una tela de seda con un texto en letras de oro. Una voz dice: "Lee". Muhammad responde: "No sé leer". Entonces la celestial criatura le revela el siguiente versículo:
"En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. Lee en nombre de tu Señor: el que creó. Creó al hombre de un coágulo (Alak). Lee. Tu Señor es el más generoso. Enseñó (a escribir) con el cálamo. Enseñó al hombre lo que ignoraba".
Posteriormente, la figura aparecida se dio a conocer: era el arcángel Gabriel, y le anunció que Muhammad sería un profeta, un mensajero de Dios. Las revelaciones se sucedieron durante veintidós, años hasta completar el Libro Revelado: el Corán, Al Qurán, también conocido por La Luz (An Núr), El Criterio (Al Furqán), La Buena Senda (Al Hudá), El Noble Volumen (Al Mushaf ach Charif), etcétera. Lo componen 114 azoras. El número de aleyas, según la escuela, es de 6.204 a 6.239.
Este Libro, increado, inimitable, transmitido oralmente por el Profeta a sus compañeros, fue manuscrito totalmente (tras el antecedente del texto de Abu Bakr, el primer jalifa del Islam) en el año 650 de Jesucristo, 30 de la hégira, en tiempos del jalifa Utsmán ibri Affan.
El Corán, Al Qurán, es una enciclopedia religiosa, social, cultural y política. Contiene los conocimientos que son necesarios al hombre en su tránsito por la vida terrena y las instrucciones necesarias para alcanzar la eterna felicidad.
El contenido general del Libro se podría compendiar en la fe, cuya principal característica es el testimonio de la unicidad de Dios, que se inscribe en la siguiente azora: "En nombre de Dios, el Misericordioso, el Clemente. Di: El es un Dios único, un Dios eterno. No ha engendrado. No fue engendrado y no hay nadie semejante a El" (Corán: CXII-1 al 4). Esta unicidad debe ser absoluta en existencia, sustancia y culto, y constituye, junto a la afirmación de que Muhammad es un profeta, un enviado de Dios, la primera condición del musulmán.
También en las creencias, por las que se ordena creer en los ángeles, mensajeros de Dios, de quienes no conocemos su esencia, aunque presumimos que son seres muy puros y en continua adoración, muy cerca de Dios.
-En los libros sagrados: Antiguo Testamento (Tura), los Evangelios (Inyil) y Corán, Al Qurán (el Libro Revelado), y asimismo en los profetas, que figuran en los libros sagrados y que, aunque hombres de carne y hueso, por voluntad de Dios, se distinguen por sus virtudes y transmiten el mensaje revelado.
-En el Culto: la Oración, a cumplir cinco veces al día en tiempo establecido; la Limosna Legal, en sentido de justicia social y equiparación económica; el Ayuno, especialmente en el mes de Ramadán, y la Peregrinación a La Meca para quien pueda cumplirla.
-El exhorto a practicar el bien y evitar el mal Centenares de aleyas nos recomiendan cumplir la ética musulmana. Hay también un extenso capítulo de cedas y prohibiciones.
-La Universalidad de Dios, que no está únicamente en Oriente ni en Occidente, sino en todas las partes, en todos los mundos.
-La Contribución Social, que viene a significar una verdadera revolución, un nuevo orden social, basado en la libertad de pensamiento, palabra y obra; la Fraternidad, la Igualdad, la Justicia, la Convivencia, la Tolerancia, el Derecho al trabajo, la Cultura y la Paz, que, por su trascendencia en el Islam, merece un capítulo aparte.
-La Moral, que debe presidir la vida de los musulmanes. Tres son las principales columnas que la sustentan: la creencia en Dios Unico (Imán), en la muerte y resurrección, en el Día del Juicio Fin y en el Destino Eterno. La Sumisión a Dios (Islam), que implica la práctica de los cultos y una conducta ejemplar y fraterna. Y, por último, el Perfeccionamiento de las prácticas religiosas (Ihsan), enfocando la vida terrena hacia la consecución del mejor Destino) Eterno.
La llamada a la paz
La palabra paz, en árabe salám , se entronca con islam. Entre los 99 atributos de Dios, es el único, gramaticalmente hablando, sustantivo. La paz (As Salam). El profeta Muhammad, la paz sea con él, la tiene por luz, guía y fin. Una aleya del Corán dice: "Oh vosotros, los creyentes, situados todos al lado de la paz". El Profeta repetía insistentemente: "La paz debe reinar en la tierra, excluyendo la agresión y la opresión".
Configura el texto del saludo musulmán ritual: "La paz sea con vosotros". Es uno de los pilares de la fe islámica. Configura cordialidad, convivencia entre musulmanes y no musulmanes, es factor de suma importancia en el ejercicio del orden público, tiende a suprimir las desigualdades de clase, raza y nacionalidad; es la enemiga, de la enemistad, la antítesis de la guerra. Figura en nombres propios, designa a ciudades y lugares estratégicos: Abdul Salaman (Servidor de la Paz), Dar as Salam (Casa de la Paz), Baab as Salam (Puerta de la Paz). Una buena parte de la humanidad, mil millones de musulmanes, que acaban de festejar el aniversario del nacimiento del Profeta (Aid al milad), son conscientes de que la paz, por mandato divino, debe imperar en sus corazones y en sus propósitos, deben asumirla por bandera y condenar todo acto bélico. Es un mensaje divino, una orden tajante: "Los servidores de Dios son aquellos que marchan humildemente sobre la tierra, y cuando se comunican con los ignorantes dicen: Paz". (Corán: XXV-62).
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