El estilo de la política económica 1983
En una de sus mejores viñetas, Chumy Chúmez mostraba a dos labriegos encarados a una inmensa estepa, cuando uno le decía al otro: "¡Ahí la tienes, báilala". No sé qué capacidad tiene Miguel Boyer para la danza, pero aquí no vamos a entrar -tiempo habrá- en las eventuales opciones materiales de la política económica del nuevo Gobierno. Me limito a apuntar, algunos temas deforma, para mí importantes.En primer lugar, son básicas la calidad y simplicidad de la normativa económica que se produzca, para que sea cumplida decididamente. Este país ha estado demasiado acostumbrado, también en economía, a aquello de que, "hecha la ley, hecha la trampa", y se ha de pedir, por tanto, un nuevo prestigio de las normas, criterio que puede desaconsejar incluso intervenciones del tipo de los controles genéricos de precios, que no están en el estilo de la casa.
Ladear al jurista, apear a la burocracia
Por cierto que se ha de resistir la tentación de ladear al jurista, que es quien ha de conferir el lenguaje sólido a la norma. Así, en síntesis, será preferible operar con menos disposiciones, muchas marcas, bien hechas y claras, y ello alcanza a las instrumentaciones jurídicas de acuerdos, más o menos en la familia de la planificación concertada. Muy ligado a lo anterior, convendrá apelar, sobre todo, a la intervención indirecta y sencilla, de bajos costes burocráticos.
Prácticamente, todas las economías de mercado confesionales han venido haciendo compatible su fe con la introducción de sistemas de estímulo y, en su caso, frenos siobre unos agentes privados libres, por ejemplo, frente a la crisis industrial.
Este es uno de los caminos más amplios a seguir, al menos para aquellos a los que nos dice algo actual la frase de Cambó: "He tenido siempre el mal gusto, en Madrid y en Barcelona, de preguntar qué hacían otros países europeos ante idénticos problemas".
De todas maneras, habrá que afrontar para ello un determinado volumen de control administrativo para asegurarse de que las ayudas públicas estén contribuyendo, bajo programa, a ajustes positivos de las conductas económicas privadas. Creo poder afirmar que Boyer o Solchaga, Almunia o Lluch... serán transeúntes habituales de tales calles.
Portavoces de la realidad
El estado actual y perspectivas de la Administración económica plantea otras restricciones a la política económica. Pasarse de estas capacidades objetivas, más allá de los circuitos reforzados, que siempre caben, conduciría a un cierto marasmo de una Administración que ya presenta los períodos operativos más largos en Europa. Y en puntos neurálgicos que exijan capacidades específicas me inclinaría.con una cierta amplitud por la contratación.
Todo Gobierno económico pide sus estudios. Pero aquí recordaría que las estanterías de las oficinas públicas están repletas de estudios realizados, pongamos, en los últimos cinco años. Este país tiende a aplicar más bien poco las reflexiones sistemáticas realizadas.
Uno aconsejaría rescatar siempre el estado de la cuestión sobre los tomos predecesores y sin olvidar la referencia internacional. Después cabrá la actualización o los nuevos temas puntuales encargados a economistas muy abiertos a todos los métodos y técnicas.
Nueva representación
Y al lado de estas racionalizaciones en la Administración cent.ral está la porosidad para percibir de entendidos portavoces sectoriales o territoriales, planos siempre más cerca de la realidad. Mi experiencia va en el sentido de que estos protagonistas de los fenómenos objeto de nuestra atención pueden y quieren hablar (aun con algún límite en sus expansiones).
Entrevistas que pueden ahorrar tiempo y recursos en el proceso de decisión, por ejemplo, poniendo de relieve el reducto de lo imposible o identificando toda política económica con un cierto sentido de la realidad. Si es que hay que hacer algo con la economía sumergida, lo primero es, hablar con buenos empresarios del sector.
Ello plantea cuál será la nueva forma de representación de intereses económicos en el proceso de elaboración de decisiones. Cargos y diputados, en especial socialistas, serán objeto de mucha presión. ¿Cómo resolverán las colas? ¿Cómo pesarán los puntos de partida y los antecedentes?
Para mí, la única forma racionalizadora es una estrategia global, un plan que sirva para ordenar sectores y territorios. No creo que los poderes económicos, acostumbrados a la planificación en sus empresas, se vayan ahora a rasgar las vestiduras por la disciplina flexible pero orientadora. ¿Qué se hace con un sector o subsector?, puede ser una cuestión clave y diaria. Un liberal como Punset la tiene aceptada por escrito (45.000 ejemplares).
Hay un vector especial en este sentido: el pensamiento e intereses representados por los oráculos internacionales: son gabinetes técnicos muy respetables -sólo com.parables aquí al Servicio de Estudios del Banco de España-, que dan consejos abiertos a los países según las circunstancias. Uno no puede olvidar que las fórmulas que vendía por ejemplo la OCDE en 1974-1976 cambiaron después. En síntesis, esquivaría el papanatismo ante estos oráculos, que suelen tener un esquema demasiado simple.
Sólo la óptica a corto plazo, in herente a huidas hacia delante, considera inoportuno acompañar a cada acción la ponderación de su coste. Este país no tiene bastante conciencia de coste: el esquema de jubilación anticipada (que cuesta 5.200 millones), la subvención de tipos de interés para vivienda (para lo que se destinan 16.000 millones), el alza a funcionarios civiles y militares (que importa x millones), la subvención al sectores (que supone 20.000 millones), y así...
En general, pues, una acción pública sobre la economía debe tener un estilo reductible, por lo menos, a las características siguientes:
Simple y clara. Que el país la pueda seguir y que los agentes económicos la tomen siempre como punto de referencia. Fuentes Quintana, en ocasiones, ha predicado en el desierto para que se extendiera este conocimiento. Creo, que ahora es ocasión para popularizar las grandes opciones de la, economía, presentando los argumentos de la vía escogida (televisión, Prensa, filmes).
Cartesiana. No tenemos aún mejor sistema lógico. Boyer parece no sólo cartesiano, sino incluso judeo-cristiano.
Coordinada. Todos los indicios señalan que se está produciendú ya una gran coordinación por fusión o absorción.
Cuantitativa. Pasados los convencionalismos electorales, ahora la política económica debiera expresarse siempre en números y sobre tiempo dosificada en intensidad.
Modulada en el tiempo. Como es lógico, una de las preferencias ha de ser el comenzar a elaborar aquellas medidas que tienen más largo proceso de elaboración y efectos más diluidos en el tiempo, por ejemplo las reconversiones en que se crea. Pero el corto plazo es inexorable, y de ahí que la vigilancia coyuntural habrá de concitar mucha tarea. Las acciones organizativas que no impliquen coste, también pudieranÍr por delante.
Y uno recuerda los semblantes de Ullastres -por cierto, buen pedagogo-, de López Rodó o López Bravo, de García Moncó y de Monreal, de Abril Martorell o de García Díez, todos convocandoa realizar sacrificios sin tomar compromiso sobre las metas y los resultados positivos para la población. Conviene, por el contrario, crear un nuevo lenguaje expositivo de las realidades económicas para los ciudadanos.
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