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Cuando Shultz habla, Reagan escucha

, De George Shultz dicen en Washington que "cuando habla, el presidente escucha". La frase define mejor que nada cual es la personalidad e influencia de este secretario de Estado, de voz suave, palabras amables, pero firme en sus ideas. Shultz, por su personalidad, prestigio y experiencia política pasa por ser uno de los hombres más influyentes en la actual Administración norteamericana que dirige el presidente Ronald Reagan.Cuando el pasado 25 de junio, a media tarde, corrió la noticia de la inesperada, aunque previsible, dimisión del general Alexander Haig, en el puesto de secretario de Estado, concluyó un período de guerrilla entre la Casa Blanca, el Pentágono y el Departamento de Estado.

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Haig fue reemplazado por un personaje diametralmente opuesto al fogoso ex militar. En cinco meses al frente del Departamento de Estado no ha habido ningún roce entre la Casa Blanca y los artífices de la diplomacia norteamericana. "La política exterior la lleva el presidente", dice y repite George Shultz en unos términos que pocos observadores creen al pie de la letra.

Lo cierto es que, desde la llegada de Shultz al Departamento de Estado, la política exterior estadounidense ha girado ligeramente en pro de una mayor dimensión. Sobre todo en áreas como las internadas, que llegaron a rozar la crisis entre europeos y norteamericanos, a propósito de la disputa por la construcción del gaseoducto soviético y las amenazas de sanción contra los europeos anunciadas por la Administración Reagan. Hombre versado en el mundo de las finanzas (fue secretario del Tesoro, equivalente en la práctica a superministro de Economía), pero también de los negocios internacionales (fue ex vicepresidente de la potente multinacional constructora Betchel, con fuertes inversiones e intereses en los países árabes), Shultz pasa por ser un pragmático de la política. Shultz, por otra parte, es algo más que un discreto, pero eficaz, secretario de Estado. En los consejos ministeriales del presidente Reagan, el presidente también escucha a Shultz en otros temas que los referentes a política externa.

Su virtud de hombre pragmático debería también prevalecer para ese influyente político, de 62 años de edad, a la hora de redefinir las relaciones España-EE UU. Shultz cuenta con buenos conocimientos de la realidad y diversidad de la política europea. Sabe, quizá mejor que nadie en una conservadora Administración Reagan, que los países de Europa occidental tienen sus peculiaridades no siempre concordantes con la visión washingtoniana del mundo. Pero no por ello son menos pro-occidentales que EE UU.

Shultz llega para conversar en Madrid -y posteriormente en Washington- con los líderes de una recién estrenada España socialista. El término no debería asustar al bregado Georges Shultz. Menos aún teniendo en cuenta que uno de los mejores amigos de Shultz es el socialdemócrata y ex canciller de la RFA, Helmut Schmidt, un amigo común entre el presidente Felipe González y el secretario de Estado norteamericano. En definitiva, a la hora de readaptar las relaciones, el pragmatismo debería predominar tanto en Madrid como en Washington, aun tolerando los matices propios de cada país.

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