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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

AIcalá-Zamora y la masonería

En la sección cultural de ese diario correspondiente al 22 de noviembre, se da cuenta de una obra del señor Colom acerca de la masonería, y en dicha información figura un párrafo relativo a mi padre, que por ser absolutamente inexacto he de rectificar. A tenor del mismo, en el abecedario de personajes vinculados con aquélla "aparecen desde Dante a Niceto Alcalá-Zamora, denunciado por José María Gil-Robles".Puedo asegurarle, y lo comprobará por la categórica refutación que en mayo de 1977 remití al respecto al periódico de Barcelona Tele l Exprés y de la que le adjunto fotocopia, para no alargar esta réplica, que mi padre jamás perteneció a la masonería ni tuvo nunca el más remoto propósito de incorporarse a eíla.

En cuanto a que la denuncia provenga de Gil-Robles no me sorprendería que así hubiese sucedido, dada la animosidad que sentía hacia mi padre, manifestada en numerosos episodios que espero relatar algún día y que se hizo patente casi treinta años después del fallecimiento de mi progenitor, en 1949, o sea, cuando en 1977 vieron la luz sus Memorias. Con tal motivo, en una entrevista a Blanco y Negro no vaciló en insinuar que eran apócrifas. Ante semejante desatino, en réplica que envié a dicho semanario y que éste publicó el 7 de junio del citado año, lo emplacé para que: a) aportase pruebas irrefutables de su temeraria afirmación; b) se retractase sin reticencias ni reservas, o c) desmintiese en ese punto al periodista que le había interrogado. Huelga decir que se murió sin acogerse a ninguna de las tres salidas que le brindaba. No me extrañaría, pues, que, como asegura Colom, hubiese sido él el denunciante de marras y que lo hubiese hecho cuando mi padre, perseguido implacablemente por el franquismo, vivía exiliado en modestísimas condiciones; porque, desde luego, antes del fatídico 18 de julio de 1936, a cuyo advenimiento tanto contribuyó Gil-Robles desde su puesto de ministro de Defensa de la República (me atengo a lo que él mismo declara en sus Memorias), no lo hizo. /

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