_
_
_
_
Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Salvar la P

Primer sarao diplomático con el PSOE en el Poder, o casi. La Infanta Margarita me sirve la cena en pie, y me trae servilleta, mientras charlo con Guido Brunner, el embajador alemán, que es uno de los hombres más inteligentes e irónicos que ha descubierto uno en estos últimos tiempos en que ya no se descubre nada.-Estoy leyendo tu libro Los helechos arborescentes, Umbral, y me encanta ese Moro Muza que quiere dar a todo el mundo "por retambufa". Es tu libro más quevedesco.

Luego me presenta al embajador del Irán, cordial, practicable, entre la cortesía y la dificultad de un castellano que aún no conoce absolutamente y se obstina en hablar: hace bien; así lo aprenderá. Los chicos y los perros del barrio estaban en torno de un coche sigiloso y poco visto, que suponían carroza del embajador iraní. Resultó ser el de un periodista español. Y luego dicen que el periodismo es caro. El conde de Orgaz me pide que escriba algo contra el regalo de corbatas, que nos amenaza a los caballeros como todas las navidades.

-Será peor, conde. Nos regalarán fijativos para el pelo, que ahora vuelven los fijativos.

Juan Garrigues, con su traje fucsia/cadmio/fatalismo, que es el que se pone siempre para estas cosas, me acerca a Dubinin, el embajador ruso, con el que tengo charlado a jirones aquí y allá. Dubinin me dice que en Rusia se ha publicado mi libro Carta abierta a una chica progre (un viejo libro antifranquista de los setenta), y luego me habla diplomáticamente de unos diplomáticos rublos. Espero que esos rublos pasen pronto de la gaseosa condición de diplomáticos a la usadera condición de mi bolsillo. En todo caso, me alegra que las chicas progres de Petersburgo -sé que las hay-, las Lolitas entre Bizancio. y Andropov, sepan de una adorable progre antidictatorial española de hace quince años, toda de furia y plateresco. En Moscú no cree en las lágrimas se insinuaba ya una Lolita soviética. Dubinin me pregunta de pronto:

-¿Qué le preocupa hoy más a usted, como escritor y como hombre, de la situación española?

-Salvar la pe.

Tengo que explicárselo, claro. Porque, como ya escribí aquí, antes de las elecciones, en la pe de psocialismo está toda la diferencia con los socialismos reales/irreales, impuestos, antidemocráticos. Lo que un socialismo no habría podido, el psocialismo lo pudo. Hay que salvar la pe (salvar la diferencia, que dicen las feministas). Salvar al psocialismo de los golpistas/terroristas, del abertzalismo indiscriminado, del olarrismo insondable y del cuarentañismo esfíngico que lo ha soltado el otro día, por voz de una de sus grandes esfinges:

-Yo ya le dije a González que a su partido le sobraba la O.

De modo que querían dejar un partido socialista sin bases sociales, obreras. No le sobraba la O al PSOE, sino que le completaba la pe, al psocialismo, y lo diferenciaba y diferencia de otros socialismos mucho menos fascinantes para el electorado español. Mercedes Formica, en oros chapados, pasa y queda como la reina literaria de la nostalgia y el feminismo nacional sin gritos. Carmen Garrigues me lleva a la cocina, donde cuatro deliciosas primeras doncellas (ya le había echado yo el ojo a una morenita a lo Taxi Driver) se han declarado en huelga si no me presento a firmarles unos autógrafos con el lapicero sin punta de las cocinas. Terminado su trabajo, se van a la noche, adolescentes y libres, a invertir en paraísos seguramente muy naturales lo que acaban de cobrar.

Qué lejos de aquellas primeras doncellas de Benavente, hieráticas, impersonales y casi inexistentes, como esclavas. Si el psocialismo teórico estaba en el salón, entre Dubinin y yo, debatido, el psocialismo pragmático, como siempre pasa, estaba en la cocina.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_