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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La mística

Juan Pablo II habla de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa, en su venida al mundo pululante de la fe española. Octavio Paz habla de Sor Juana Inés de la Cruz en la Universidad de Madrid. Blanca Andréu gana el premio de poesía mística que se da en Lovaina, con Pierre Emmanuel, García Nieto y otros gloriosos en el jurado. ¿Volvemos a la mística? Sí. Los místicos españoles están siendo revisitados por el Papa y la juventud ensaya experiencias místicas en la droga, la música, la literatura, el sexo, la muerte. Cuando el discurso coherente de la democracia queda interrumpido por una gravísima, dramática errata de sangre, Salvador Pániker me dice en Barcelona:-Hay que huir definitivamente del orientalismo de bisutería para señoras que ahora se vende en España. Mi hermano Raimundo descubrió en la India que el hinduismo es mucho más profundo que el cristianismo.

La humanidad ha avanzado siempre con un paso de luz y otro de sombra. La mística o la razón. San Juan o Descartes. La humanidad se ha empantanado siempre en la sangre, en su propia sangre, que es la apertura al crimen, a la autodestrucción de la especie, de los que nacen odiadores, no ya de un sistema político, sino de cualquier sistema y del hombre mismo. Su escarpada hospitalidad de raza es la coartada del mamífero depredador que llevan dentro. Desde esa hospitalidad restringida quieren hacer del mundo un hospital. Santa Teresa, Sor Juana Inés de la Cruz, María Alcororado, la monja portuguesa que obsesionaba a Rilke; Regina Olsen, abandonada por Kierkegaard; Rosa Keller, sobre cuyas llagas derramara cera ardiente el marqués Francisco Donato Amadeo de Sade. Virginia Woolf, escribiendo en trance. Blanca Andreu.

La experiencia mística que Wojtyla joven rastrea en San Juan, lúcidamente. La experiencia hinduista de los Pániker. Los paraísos artificiales de la acracia y el pasotismo, que parece que no dan nada, en su pasividad, y han dado ya libros memorables de Haro Ibars, de Leopoldo María Panero, de Blanca Andreu. La mística como experiencia interior a lo Bataille, más allá de la fe, perdida ya la fe. El lirismo místico de Bataille contra la precisión tecnocrática de Levi-Strauss y los estructuralistas. Deleuze reduciendo a Proust a signos. Jakobson reduciendo a Baudelaire a paralelismos. Salvador Pániker contra Ramiro Calle. El Papa contra el Dalai Lama. Blanca Andreu contra Pitita Ridruejo. El atentado no es sólo contra un alto general. El atentado es, "en general", contra el hombre en su reino de luz, en su reino de sombra, porque la humanidad, cuando avanza va "de la luz a la sombra", como los muslos de Soledad Montoya, cantada por Lorca, un premístico maudit a quien asimismo asesinaron los eternos asesinantes de lo humano mejor; ramo de sol, ramo de noche. Ellos todo lo reducen a ramo de sangre. La mujer y la mística. Pániker ha fijado las raíces del castellano de uno en nuestros clásicos. ¿Y Teresa de Jesús? La experiencia interior en prosa castiza. Pierre Emmanuel, García Nieto, Padrón, etcétera, promoviendo en Lovaina la experiencia interior, el misticismo/erotismo a lo divino, la divinidad a lo humano de la mujer, siempre más genital y más terrestre. Mientras el pasotismo joven, cristalizado en los hombres que he dicho y otros, ahíla lo humano/trashumano, el terrorismo trabucaire nos desciende al albañal primero de la sangre.

Estoy trabajando en un diccionario cheli. Lo místico se ahíla en Lovaina, en la mujer, en Alba de Tormes, en Malasaña. El crimen odia lo que no entiende: la democracia, la milicia, la mística, el principio femenino del mundo. El crimen es macho.

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