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Visita de Juan Pablo II a España

El Papa defiende el secreto profesional ante 80 directores de medios informativos

Juan Pablo II recibió ayer en la Nunciatura Apostólica de Madrid, a ochenta directores de medios informativos de toda España. El Papa penetró sonriente en el salón donde se celebró la reunión y fue recibido con una prolongada salva de aplausos de los periodistas, que habían formado un semicírculo en cuyo centro se colocó el Pontífice. Antonio Montero, presidente de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social, pronunció unas palabras para presentar a los informadores. Después del discurso, Juan Pablo II regaló a los directores de periódicos y emisoras una medalla conmemorativa de su viaje, en cuyo anverso se ve la efigie de Karol Wojtyla y la inscripción "Peregrino apostólico en España", con las fechas de la visita, y en el reverso la efigie de Teresa de Avila con la leyenda "Cuarto centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús". Al final del acto el Papa saludó personalmente a cada uno de los asistentes. El texto del mensaje de Juan Pablo II se publica a continuación."Queridos amigos, representantes de medios de comunicación social:

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1. Recibid, ante todo, mi cordial saludo, lleno de estima hacia la importantísima función que desarrolláis en la sociedad moderna ( ... ) Representáis los centros programadores, colectores y difusores de esa ingente actividad del complejo mundo de la comunicación en sus varias formas. Un mundo de importancia capital en la vida de nuestro tiempo, por la delicadeza y extensión del fenómeno al que se refiere.

En efecto, a través de los organismos que dependen de vosotros podéis recoger y ponderar el latido vital de nuestras sociedades. Transmitiendo esa historia diaria, y haciéndola en parte, a tantós millones de personas. Es un hecho que se nos hace habitual, pero no por eso resulta menos espectacular. Hoy el mundo es con frecuencia una inmensa audiencia y un único público, unido en torno a los mismos acontecimientos culturales, deportivos, políticos y religiosos.

La información y cultura han creado la necesidad de potenciarlas, y vosotros os dedicáis a esa hermosa tarea. Un servicio de incalculable trascendencia. Por las posibilidades enormes. que encierra y la necesidad de no limitarse a informar, sino de promover los bienes de la inteligencia, de la cúltura y de la convivencia, creando a la vez una recta opinión pública, tal como solicita el Concilio Vaticano II (confróntese Inter Mirifica, 8).

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2. He pronunciado una palabra bien pensada: servicio. Porque, en efecto, con vuestro trabajo servís y debéis servir la causa de¡ hombre en su integridad: en su cuerpo, en su espíritu, en su necesidad de honesto esparcimiento, de alineamiento cultural y religioso, de correcto criterio moral para su vida individual y social.

Se trata de una noble misión que enaltece a quien la ejerce dignamente, porque presta una valiosísima contribución al bien de la sociedad, a su equilibrio y enriquecimiento. Por eso la Iglesia atribuye tanta importancia al sector de la comunicación social y de transmisión de la cultura. Por ello no duda en invitar a los cristianos a adquirir la necesaria competencia técnica y trabajar con buena conciencia en ese sensible campo, donde están en juego tan altos valores.

Al hacer con vosotros estas reflexiones no puedo menos de pensar en que hay mucho de común entre vuestra misión y la mía, en cuanto servidores que somos de la comunicación entre los hombres. Me corresponde a mí, de manera singular, transmitir a la humanidad la buena noticia del Evangelio, y con ella el mensaje de amor, de justicia y paz de Cristo. Valores que tanto po-

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pacífico y humano, donde brille la verdad y la moralidad.

3. Un sector que tan de cerca toca la información y formación del hombre y de ¡a opinión pública es lógico que tenga exigencias muy apremiantes de carácter ético. Entre ellas están la de que quienes se dedicar¡ a la comunicación .conozcan y lleven a la práctica¡ fielmente en este campo las normas de orden moral" (Inter mirifica, 4), y que "la información sea siempre verdadera", respetando "escrupulosamente las leyes morales y los legítimos derechos y dignidad del hombre" (Ibídem, 5).

Así, desde una dimensión antropológica no reductiva, se podrá ofrecer un servicio de comunicación que responda a la verdad profunda del hombre. Y en la que las normas de la ética profesional hallen su sentido de convergencia con la verdad que aporta el cristianismo.

La búsqueda de la verdad indeclinable exige un esfuerzo constante, exige situarse en el adecuado nivel de conocimiento y de selección crítica. No es fácil, lo sabemos bien. Cada hombre lleva consigo sus propias ideas, sus preferencias y hasta sus prejuicios. Pero el responsable de la comunicación no puede escudarse en lo que suele llamarse la imposible objetividad. Si es difícil una objetividad completa y total, no lo es la lucha por dar con la verdad, la decisión de proponer la verdad, la praxis de no manipular la verdad, la actitud de ser incorruptible ante la verdad. Con la sola guía de una recta conciencia ética, y sin claudicaciones por motivos de falso prestigio, de interés personal, político, económico o de grupo.

4. Para las personas de vuestra profesión existen numerosos textos deontológicos, la mayoría elaborados con gran sensibilidad ética. Ellos os animan a respetar la verdad, a defender el legítimo secreto profesional, a huir del sensacionalismo, a tener muy en cuenta la formación moral de la infancia y de la juventud, a promover la convivencia en el legítimo pluralismo de personas, grupos y pueblos.

Yo os aliento también a pensar en estos temas, no ya como protagonistas de la comunicación, sino como usuarios, como receptores. Pensad en vuestras familias y en vuestros hijos, receptores asimismo de un gran número de mensajes, algunos de los cuales no edifican, no construyen, sino que transmiten una idea degradada del hombre y de su dignidad, en aras quizá del permisivismo sexual, de la ideología de moda, de una crítica antirreligiosa de viejos resabios o de una cierta condescendencia ante fenómenos como la violencia.

No olvidéis nunca que de vuestra actuación depende a veces, al menos en buena parte, la conducta moral de tantos hombres y mujeres, en vuestra nación y aun fuera de ella ( ... )

5. No puedo terminar este coloquio sin dirigir una palabra más específica a los sacerdotes, religiosos y laicos católicos aquí presentes responsables de entes de comunicación de la Iglesia en los diversos campos ( ... ). Muchas veces, por vuestra condición concreta y por el medio en el que trabajáis, los destinatarios de vuestros servicios pueden pensar que sois de un modo o de otro la voz de la Iglesia ( ... ) Ello os impone una mayor responsabilidad. De ahí la necesidad de afinar la sensibilidad para identificarse plenamente en las cuestiones fundamentales, dogmáticas y morales, con la auténtica voz del magisterio, desde una actitud de amor a la Iglesia y de colaboración leal con ella ( ... )

6. Queridos amigos: permitidme que, con profunda estima y respeto por vuestra justa liberitad, os aliente en vuestra misión humana y cristiana. La de servidores del hombre, hijos de Dios y, cada vez más, ciudadano del mundo. La Iglesia aprecia y respeta vuestra labor. Pide también el respeto del vasto sector de la comunicación.

Que Dios bendiga vuestro trascendental trabajo y vuestra vida. Esta es mi oración por vosotros por vuestras familias y por todos los que sirven la dignidad del hombre en la noble causa de la verdad".

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