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Encierro de los obreros de Humet en General Hidráulica

Andreu Missé

Más de un centenar de trabajadores de Humet Hidráulica, SA, que presentó quiebra voluntaria el pasado 25 de septiembre, se encerraron ayer en los locales de General Hidráulica, SA, empresa de reciente creación, para protestar por lo que califican de maniobras llevadas a cabo por algunos directivos, que habrían ocasionado la pérdida de sus puestos de trabajo.Los representantes de los trabajadores manifestaron que la dirección de Humet Hidráulica, una de las principales empresas del país dentro del sector del riego por aspersión, ordenó fotocopiar los planos y los documentos relacionados con el proceso productivo, aprovechando las vacaciones de agosto pasado. Esta documentación, que incluye los diseños de las matrices y las coquillas, es de un gran valor tecnológico, ya que los últimos modelos se han ido perfeccionando con la experiencia, de muchos años de trabajo e investigación.

Los trabajadores se informaron de que todos estos materiales habían sido transferidos a la nueva sociedad General Hidráulica, que se halla dirigida por los mismos hombres que llevaban las riendas de Humet.

La crisis de Humet Hidráulica se remonta a julio de 1979, cuando la empresa se vio obligada a presentar suspensión de pagos al no poder hacer frente a su falta de liquidez. Para superar las dificultades financieras, la dirección consideró imprescindible la reducción de la plantilla, que en aquel momento era de 1.200 personas, a algo menos de la mitad. Era la época de Fernando Abril Martorell en la Vicepresidencia Económica del Gobierno y de los créditos del tipo de los otorgados a Nervacero, circunstancia que facilitó que empresa y trabajadores llegasen a un acuerdo al contar con el apoyo del Gabinete, que concedió un crédito de trescientos millones de pesetas para reflotar la firma. Además de la pérdida, prácticamente inevitable, de varios cientos de puestos de trabajo, los trabajadores debieron pagar otra factura que se concretaba en la renuncia de importantes mejoras sociales y en el compromiso de aumentar la productividad y no plantear conflictos durante dos años.

Lo cierto es que, desde los primeros meses de 1980, la empresa volvió a retomar su andadura hasta el punto de que, en 1981, consiguió unas ventas superiores a los 2.200 millones de pesetas con un beneficio bruto próximo a los doscientos millones.

Debido a este tipo de acciones, la empresa estuvo en vilo durante todo el último año, hasta el punto de que prefirió ser ella misma la que instase la quiebra voluntariamente, evitando así la posibilidad de incurrir en responsabilidades penales. Los trabajadores, que no ocultan todas estas dificultades y presiones a que se ha visto sometida la sociedad, se encuentran totalmente defraudados por la actuación de su directiva.

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