El ascenso de Alianza Popular no frena el nacionalismo de CiU en Cataluña
Los resultados de las elecciones generales en Cataluña, polarizados en torno a socialistas y convergentes, han roto la tendencia del conjunto del Estado, ya que el fuerte ascenso de Alianza Popular (AP) no ha servido, sin embargo, para frenar al protagonismo de la coalición nacionalista que gobierna en la Generalitat.Por bloques, sin embargo, la correlación de fuerzas entre el centroderecha y la izquierda es similar a la de anteriores elecciones. Así, el ascenso del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC-PSOE), que ha ganado ganado más de 600.000 votos, no puede entenderse si no se analiza la paralela caída de los comunistas del Partit Socialista Unificat (PSUC), que han perdido más de 350.000 sufragios.
El ascenso socialista como fruto del voto útil de izquierdas, vertebrado en torno a la opción de cambio que encarna Felipe González, no explica por sí solo, a diferencia de lo ocurrido con el PCE en el resto de España, la caída de los comunistas. La crisis interna del PSUC que, tras su V Congreso, abocó en la creación del Partit dels Comunistes de Catalunya (PCC), es también otro factor a considerar, no tanto por el margen de votos que los llamados prosoviéticos les han arrebatado, como por la fragmentación del espacio comunista.
En este sentido, el efecto matemático de la división de un espacio electoral comporta, en la práctica, la fragmentación del mismo. La responsabilidad política de la caída comunista debe repartirse por igual entre ambas fuerzas, al haber subestimado el PSUC el arraigo militante del PCC en núcleos obreros y al haber confiado éstos en el efecto exclusivo de su implantación para conseguir un resultado que no les marginara del marco parlamentario. El PSUC, uno de los partidos más estables en las anteriores consultas, ha perdido ahora unos 350.000 votos, una parte de los cuales ha ido a parar a los socialistas. El PCC, que no ha podido atrerse estos sufragios, sí que ha conseguido, indirectamente, que una parte del electorado que se identificaba con sus líderes locales prefiriese votar al PSC que terner que hacerlo a los euros del PSUC.
En el espacio del centroderecha, el fenómeno de la descomposición del centrismo se ha cebado por igual en Centristes-UCD y en el CDS de Adolfo Suárez, que no ha logrado recuperar un sector significativo de este electorado. Así, de los cerca de 500.000 votos que han perdido los ucedistas, los suaristas sólo se han hecho con menos de una quinta parte. La gran beneficiada de este pugna ha sido AP, que ha vertebrado en su torno el voto útil antisocialista, con una composición sociológica bien diferenciada: el electorado del franquismo sociológico que ha perdido su antiguo pudor y los votos de un populismo que Manuel Fraga ha sabido recoger, en menor medida. En todo caso, los aliancistas han conseguido casi 400.000 votos del antiguo ucedismo.
En el campo nacionalista, la opción de CiU ha sido la gran vencedora, al atraerse otros 400.000 votos en relación a las anteriores elecciones legislativas. La fuerte participación electoral, situada entorno al 79%, es el factor que puede explicar más este fenómeno, con la movilización de un sector del nacionalismo que quería reforzar la presencia de éste en Madrid. El electorado centrista y la derecha más conservadora han desconfiado de las propuestas sociales de CiU y tampoco han terminado de crerse la actual oferta económica neoliberal que lanzase Miquel Roca. Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) ha recuperado sólo unos 20.000 votos sobre las anteriores elecciones legislativas, pero no ha sabido mantener el alza que consiguiese en las autonómicas.
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